lunes, 28 de junio de 2010

La crisis que persiste en Honduras, a un año del golpe de Estado

El país centroamericano sigue sumido en una frágil realidad política y el aislamiento internacional; "Todavía se discute sobre el método empleado para reestablecer el orden constitucional", aseguró un analista a lanacion.com 

 

Por Víctor Ingrassia
De la Redacción de lanacion.com
vingrassia@lanacion.com.ar
@vingrassia

Una clase política con heridas que no cierran y una sociedad dividida diametralmente entre quienes piensan que viven sumergidos en un golpe de Estado y quienes creen que esa etapa ya está superada, es la realidad más cruda que hoy vive Honduras, a un año del derrocamiento de su presidente constitucional por parte del Ejército y con el apoyo del Congreso Nacional.
Cuando el 28 de junio de 2009 soldados hondureños entraron en la residencia presidencial y sacaron en pijama a Manuel Zelaya fuera del país, la sociedad se quebró y comenzó a vivir una incertidumbre que hasta el día de hoy sigue sumido.


Fue entonces cuando Roberto Micheletti, designado nuevo mandatario provisional por el Congreso Nacional hondureño, avaló la destitución de Zelaya, encontrándolo culpable de incurrir en "reiteradas violaciones" de la Constitución, otras leyes y varias sentencias judiciales. Especialmente, por querer iniciar una encuesta para intentar una reforma constitucional que le permitiera presentarse a un nuevo mandato presidencial, ya que no le estaba permitido.
Después de celebrar a fines del año pasado las elecciones presidenciales que llevaron a la presidencia el 27 de enero a Porfirio Lobo, hasta hoy las nuevas autoridades no han logrado cerrar las heridas políticas ni convencer a buena parte de la comunidad internacional para reintegrar a Honduras a las instituciones de las que quedó apartada.
Y más acentuado es el rechazo que persiste por parte de los países de la región americana, como el del mandatario venezolano Hugo Chávez, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
"Los hondureños resolvieron su litigio interno de una manera legítima y democrática. Las elecciones que dieron como ganador a Porfirio Lobo contaron con todas las garantías y la supervisión de diversos organismos internacionales. Esos comicios tuvieron las más alta participación de una elección de Honduras, por lo que está avalado el gobierno actual", comentó a lanacion.com el analista internacional colombiano Alfredo Rangel.
Respecto de la posición que tomaron varios países y la OEA respecto a la destitución de Zelaya y el nuevo mandato de Lobo, Rangel afirmó que hubo un apresuramiento de parte de algunos gobiernos sobre lo que ocurría en Honduras. "Varios países como la Argentina, Venezuela, Brasil y EE.UU, así como la Organización de Estados Americanos (OEA) quedaron presos de sus primeras declaraciones y comprometidos a futuro por la posición que adoptaron contra Micheletti y el Congreso hondureño", explicó Rangel, que es director de la Fundación Seguridad y Democracia de Colombia
"Todavía es parte de la discusión en Honduras acerca del método empleado para reestablecer el orden constitucional, pero a mi entender hubo un ejercicio impecable de la democracia después de los nuevos comicios presidenciales", insistió Rangel
Crisis institucional. La inestabilidad institucional en Honduras es tal, que el presidente Lobo denunció a principios de este mes un supuesto interés en derrocarlo, incluso desde su propia formación, el Partido Nacional.
"Honduras trata de salir del agujero, no de cavarlo más hondo", escribió Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Inter-Americano, con asiento en Washington, aunque admite que mientras Lobo da lentos pasos hacia la normalización, en la calle se perciben "niveles insospechados de intolerancia y crispación".
Instituciones inestables, conflicto de poderes internos, políticos señalados como traidores, junto al descalabro económico agravado por la disminución de ayudas y el cierre de los créditos internacionales, la crisis económica internacional, y las denuncias por las constantes violaciones a los derechos humanos que instituyó el gobierno de facto de Roberto Micheletti, se suman a inseguridad, la violencia, la corrupción y la penetración del narcotráfico que hoy vive la frágil Honduras.

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