domingo, 28 de noviembre de 2010

Cada vez más españoles migran a la Argentina para escapar de la crisis económica en su país

La mayoría son jóvenes de entre 25 y 35 años con alta calificación laboral, pero sin trabajo en la península. Es el tercer grupo no latinoamericano de inmigrantes, detrás de los norteamericanos y los chinos

La crisis económica que azota España desde 2008 redujo en forma alarmante las opciones de empleo. Por ello, unos 110 mil españoles, en los últimos dos años, migraron en búsqueda de mejores oportunidades, en la mayoría de los casos a países desarrollados.

Sin embargo, una importante porción, 33.453, de acuerdo con la consultora laboral Adecco, eligió la Argentina. El dato surge del departamento de migraciones español, de acuerdo con una nota publicada hoy por el diario Clarín.

En el grupo se encuentran también argentinos con doble nacionalidad que vuelven al país ante las mejores perspectivas que ofrece hoy la Argentina frente a España. También estudiantes, que eligen el país para seguir su capacitación. La comunidad española que reside en la Argentina es un importante factor que tienen en cuenta los que deciden irse de la península.



Uno de los ejemplos es Xavi Casas, un arquitecto español casado con una santafesina colega. “En nuestro rubro de golpe se dejó de construir”, explicó el profesional, quien señaló que llegó a la ciudad de Rafaela, Santa Fe, a desarrollar su trabajo y tanto a él como a su esposa les va "muy bien".

http://www.infobae.com/general/549308-101275-0-Cada-vez-mas-espanoles-migran-la-Argentina-escapar-la-crisis-economica-su-pais

HDRGPS: 

Dedicado a todos los xenofobos que en su etnocentrismo y racismo infundamentado tratan tan mal a mis compatriotas latinoamericanos cuando viajan a mi amada españa en busqueda de una vida mejor.

Yo amo a España pero realmente me da una gran verguenza el tan alto grado de racismo que hay en las inmigraciones, en especial con los latinos, africanos y rumanos.

NO al RACISMO, LA XENOFOBIA Y EL ETNOCENTRISMO !!!

 

sábado, 27 de noviembre de 2010

POLONIA PAGANA

Un escritor, un país

Stasiuk (Varsovia, 1960) atraviesa fronteras buscando un dulce caos que desarme el orden de la modernidad europea, persiguiendo al mismo tiempo viejos sueños que se niegan a disolverse en la racionalidad del homo economicus. Si llama a sus conciudadanos “los simplones de Europa” es sólo por la ternura que le despiertan los locos con sus locuras.


por Andrzej Stasiuk
Autor de Mon Allemagne, traducción al francés de Charles Zaremba, ediciones Christian Bourgois, París, 2010.
Traducción: Mariana Saúl


Se la ve de lejos. Se erige en medio de los campos, grandiosa, resplandeciente. Podría ser un espejismo. Un cura de pueblo la soñó hace quince años y la gente lo ayudó a hacer su sueño realidad. Lichen.
El edificio religioso más grande de Polonia, el octavo de Europa, el decimosegundo del mundo. Cada vez que estoy cerca, no puedo evitar dar una vuelta por ahí. Es verdaderamente bello, en su estilo salvaje. La fachada tiene 160 metros de ancho. La gigantesca cúpula dorada se eleva a 70 metros de altura. Es nuestro Taj Mahal eslavo. Una iglesia soñada que brilla. Y que se burla de la arquitectura moderna. Pilares, pilastras, cornisas, columnatas, estatuas, imágenes; barroco babilónico, rococó egipcio. Su interior es tan enorme que allí la multitud se pierde. Y todo está cubierto de dorado. Por supuesto, no es más que aluminio galvanizado. Pero aun así uno nada en el brillo, en el resplandor; se sumerge y se enreda en él. Ángeles, águilas y alegorías. Candelabros, artesonados y vitrales. La austeridad del modernismo y las convenciones del posmodernismo han desaparecido. Es rico, solemne y grave. Una Sagrada Familia del Este soñada por un cura de pueblo y materializada gracias a las donaciones de los fieles. En general se trata de gente común. Vienen por algunas horas o a pasar la noche. Contemplan su obra. Sacan fotos.
Se tiran en el pasto del parque. Comen algo, sacan un cigarrillo. Viven, durante un momento, a la sombra de su obra. Se pasean por el laberinto de los pasillos sembrados de esculturas consagradas a la historia nacional, a la martirología nacional. Abundan monumentos de piedra en homenaje a las víctimas de los rusos y los alemanes. Las deportaciones a Siberia, el Levantamiento de Varsovia, los campos de concentración. Hay estatuas de polacos meritorios. Sobre todo curas, obispos y Juan Pablo II, por supuesto.
Porque Lichen, el mayor emprendimiento religioso de Polonia desde la independencia, es de hecho el templo de la nación. Y, si Dios se interesa por nuestra historia, entonces la presencia divina tiene importancia para nosotros. Aquí, Dios es polaco.
Me gusta venir a Lichen porque tengo la impresión de retrotraerme a tiempos muy remotos. Lichen narra la historia de nuestro tribalismo. Recuerda nuestra historia precristiana. Allí celebramos el culto a los ancestros bajo la forma del culto a nuestra propia historia. Recientemente vi allí una especie de exposición de pintura en el inmenso espacio de la planta baja. Grandes telas que, con un estilo monumental y naíf, representaban la historia de Polonia desde sus orígenes hasta nuestros días. Figuras de santos que, sólo nosotros conocemos, convivían con las alegorías de logros industriales, representaciones de los sufrimientos de la nación y grandes batallas, en particular la victoria de Grunwald sobre los teutónicos. Como era domingo, la galería estaba llena de visitantes. La mayoría de ellos estaba viendo una exposición por primera y última vez en su vida. La iglesia propiamente dicha se halla en una planta superior. Es todo un símbolo: la historia de la nación sirve de fundamento para la mayor obra religiosa de los últimos años. En los cuadros nada indicaba que el cristianismo fuera una propuesta universal. No había ni rastros de la Buena Nueva.

Elección meramente política

Hace algunos años, Maria Janion, una de nuestras ensayistas más eminentes, postuló en un libro llamado Insólitos eslavos (1) que los polacos fueron “mal bautizados”. La idea es interesante, pero sobre todo fueron bautizados a la fuerza. La cultura pagana fue aniquilada. Los misioneros y los curas se encargaron de que no quedaran ni huellas de ella. Ya en aquella época se conocía el principio fundamental del poder: quien controla el pasado también controla el presente y el futuro. La religión eslava se reduce a algunas hipótesis fundadas en fragmentos de segunda o tercera mano, o en los relatos de aquellos que la erradicaron a fuerza de hierro y fuego. Nuestro cristianismo fue establecido sobre la violencia y la destrucción del mundo antiguo. En el origen, tuvimos que asistir a la vergüenza y la muerte de nuestros viejos dioses.
La elección del cristianismo fue puramente política. Teníamos que adoptarlo si queríamos entrar en la órbita de la civilización occidental. Hoy esto parece evidente. Incluso se dice que de no ser así habríamos corrido el riesgo de ser aniquilados como los prusianos, antiguos habitantes de Prusia de quienes lo único que queda es el nombre. Si no hubiéramos recibido el bautismo, habríamos sido masacrados por los representantes del cristianismo romano, misioneros, colonizadores y conquistadores germánicos. Obligados a elegir la latinidad de Occidente, nos alejamos de Oriente, uno de los elementos más importantes de nuestra identidad. Entre Roma y Bizancio, tomamos una decisión. En el plano material, esa elección era sin duda más ventajosa. Pero eso no quita que vayamos a pagarlo con una crisis de identidad permanente. No por nada los rusos nos califican de “traidores a los eslavos”, aun cuando no estén pensando en los “eslavos” cuando lo dicen, sino en ellos mismos como únicos representantes legítimos de ese grupo. No se equivocan del todo: nosotros padecemos un desdoblamiento específico de la personalidad. En la Europa contemporánea laica se nos considera una nación muy religiosa, incluso ultracatólica. Sin embargo, nunca fuimos la fuente de un fermento religioso particular. Nuestros santos siempre fueron locales y nunca tuvimos herejes ni heresiarcas dignos de ese nombre. Es cierto que tuvimos un Papa que se convirtió en uno de nuestros tótems nacionales; estamos orgullosos de él… pero no aportó prácticamente nada a nuestro pensamiento religioso. En lugar de incitarnos a profundizar nuestra reflexión sobre el mundo y sobre nosotros mismos, afirmó nuestra convicción de que éramos excepcionales. Su figura enseguida aglutinó a los héroes tribales cuyo único fin era hacernos sentir bien con nuestra identidad de polacos. Cuanto más superficial era nuestro catolicismo, más alto y fuerte lo proclamábamos. La pérdida de nuestra identidad nos hizo abrazar con fervor la que se nos imponía, para apaciguar nuestro desgarro interior. 

Entre la intrusión y la traición

Nos arrancaron nuestra herencia precristiana. Nos desviamos de Bizancio, tanto por voluntad propia como por necesidad histórica. En algún sentido, traicionamos a Oriente. Es raro, sobre todo si pensamos que en otra época limitábamos con Turquía y el kanato de Crimea. Al elegir a Occidente, nos convertimos en sus más fervientes adeptos, mientras éste apenas advertía nuestra existencia. Hoy, cuando Occidente nos favorece con integrarnos, nosotros rechazamos con tanto más vigor nuestra “orientalidad”, la “barbarie”, el “Asia”. Pero cuando llega la noche y nos emborrachamos alrededor del fuego, vaya uno a saber por qué, nos ponemos a cantar en ruso o en ucraniano. En todo caso, eso es lo que pensamos que hacemos. No cantamos en alemán. Ni en francés. En inglés… a veces, pero sin una pizca de sentimiento.
Porque el alma polaca no tiene paz. Yerra entre el Este y el Oeste. Entre la intrusión y la traición. Sabe que fue bautizada, pero nunca creyó realmente en su inmortalidad. Quizá por eso el pasado nos preocupa tanto y sólo pensamos en el futuro a regañadientes o con miedo. O no pensamos en absoluto. En Pascuas vamos masivamente a misa, pero nuestra verdadera fiesta es el 2 de noviembre, el Día de los Muertos. La Iglesia Católica lo instauró en lugar de nuestro antiguo culto a los ancestros. Solíamos juntarnos lejos de nuestras viviendas, en la oscuridad, a medianoche, para invocar a los fantasmas de los antepasados; como sacrificio les dábamos de beber y de comer. El culto era tan fuerte que en lugar de intentar suprimirlo, la Iglesia decidió incorporarlo. No creíamos en la resurrección; creíamos que nuestro pasado no había muerto del todo y que reaparecería una vez por año, una noche de noviembre, en forma de espíritus y espectros. Ahora vamos a recogernos a las tumbas de nuestros seres queridos. Hay algo arcaico y fascinante en ese peregrinaje. Es una fiesta que no implica alegría ni promesas. Ha escapado a la comercialización. Y sin embargo, la gente sale de a miles a la ruta para encender una vela sobre una tumba. En las ciudades se ponen a disposición autobuses especiales para ir a los cementerios. El país entero huele a cera y crisantemos. A la noche, los cementerios iluminados ofrecen un espectáculo arcaico y fascinante. Millones de luces brillan en las tinieblas, en las colinas de los suburbios. Un humo negro sube al cielo nocturno. Las lápidas de piedra se limpian, se lavan y se llenan de flores. Todos se deslizan suavemente en silencio entre las tumbas. En la noche que cae, parecen sombras. Caminan sobre los huesos de sus seres cercanos. Sienten su presencia. Durante un breve instante, sacan a los esqueletos de su soledad. Los tocan con el pensamiento y la oración. Es la religión más antigua.

Una excepción en Europa

Ocurre que esta ceremonia personal y discreta accede al estatus de religión de Estado. Ese fue el caso en abril, tras la catástrofe de Smolensk en la que el presidente, unas decenas de políticos, ministros, generales y obispos perecieron en el avión presidencial. La tragedia aérea enseguida fue interpretada como una señal del destino, una prueba mística que la nación entera tenía que atravesar. Duelo oficial, duelo total. Probablemente el mayor, el más intenso, el más mediatizado de la historia de Europa. De golpe, esas personas que en el fondo nos resultaban ajenas, esos funcionarios intercambiables, esos políticos sin popularidad, esos nombres que apenas conocíamos por la televisión, pasaron al rango de héroes míticos, dioses del panteón nacional. Macizas hordas de ciudadanos se juntaron en lugares simbólicos como el palacio presidencial. Se encendían velas, se dejaban ramos de flores. Los sollozos ensordecían y enmudecían a los medios. El mundo podría haber explotado, China podría haberle declarado la guerra a Estados Unidos o al revés, que la radio y la televisión polacas no habrían dicho una palabra. Polonia había descendido a los infiernos para acompañar a sus muertos. Por unos días, el poder de la muerte transformó una sociedad atomizada en una comunidad única, sacudida por el mismo sollozo, agobiada por el mismo dolor. Ya habíamos llegado a un paroxismo con la muerte de Juan Pablo II. Pero no fue tan intenso, porque el Papa se moría de muerte natural y, aunque fuera polaco, también era el sumo sacerdote de la Buena Nueva. Su muerte debía anunciar una esperanza y por eso nuestro duelo no era tan total como hubiéramos querido. En cambio, la catástrofe de Smolensk nos permitió apelar a lo más antiguo que tenemos. Nos vimos víctimas de la fatalidad, como tantas veces a lo largo de nuestro pasado complicado, heroico y martirizado. La muerte se había tragado a los mejores de nosotros. Lo único que podíamos hacer era cerrar filas, afirmar los vínculos y reunirnos en torno a los huesos y las tumbas de nuestros ancestros simbólicos. No tenemos más que nuestro pasado. Es nuestro único bien; por sí solo, constituye nuestra identidad. Para sobrevivir tenemos que volver siempre y encender los fuegos sagrados sobre su tumba…
Para un país europeo moderno, esta es una imagen bastante anacrónica. El cristianismo está en regresión. Y no hemos de admitir que constituye, o ha constituido, un hecho identitario de una importancia tan excepcional. ¿Sobre qué construyen entonces su identidad las naciones modernas o “posmodernas”? ¿El fútbol? No es imposible. A fin de cuentas, los alemanes sólo pueden agitar su bandera todo lo que quieran en el campeonato europeo. ¿La técnica? Sin duda. Nokia es cada vez más sinónimo de Finlandia. ¿Pedazos de una historia o su leyenda, cuidadosamente seleccionados y acondicionados? Seguramente. Para mucha gente, Francia es ante todo la patria de Astérix.
¿Quiénes son, entonces, los polacos, con su fútbol calamitoso, su tecnología poco avanzada y una historia que sólo ellos conocen? Pienso que son una excepción en Europa. No abrazaron del todo el cristianismo, no renunciaron al culto de los ancestros y, sin embargo, sobrevivieron. En cuanto a mí, estoy seguro de que no sobreviviría si fuera miembro de cualquier otra nación.

1 Niesamowita Słowiańszczyzna, Wydawnictwo Literackie, Cracovia, 2006. Inédito en español.

A.S

Info Diplo II

INDONESIA: MUSULMANES CONTRA ISLAMISTAS

Una democracia que se busca a sí misma 

A principios de octubre pasado, la policía indonesia mató a cinco presuntos miembros de una red terrorista en la isla de Sumatra. Aún cuando la amenaza islamista parece retroceder, Indonesia sigue siendo más conocida por sus atentados que por su elección presidencial mediante el sufragio universal.


por Wendy Kristianasen, enviada especial
Periodista, Londres.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola


“Los musulmanes deben obedecer las leyes del Islam”. Estas pocas palabras habrían podido hacer del joven Estado indonesio una república islámica. Sin embargo este artículo, inscripto en el preámbulo de la Constitución, fue eliminado in extremis el 18 de agosto de 1945, convirtiendo así a Indonesia en el Estado de la Pancasila, es decir, de los “cinco principios”: la creencia en un Dios único, el humanismo, la unidad nacional, la democracia y la justicia social. Un compromiso histórico entre secularismo e Islam.
“Indonesia es el asiento de un Islam moderado, sonriente”, asegura Syafii Anwar, director del Centro Internacional para el Islam y el Pluralismo de Yakarta (ICIP). “Es cierto –agrega– que a partir del 11 de septiembre de 2001 observamos una radicalización y un ascenso del conservadurismo. Incluso después de los atentados de Bali, en 2002 [que provocaron al menos doscientos muertos], fuimos señalados con el dedo por la comunidad internacional. Por eso mi trabajo es explicar que Islam y democracia son compatibles.”
La transición democrática del país se operó verdaderamente en 1998, al término de dos largos períodos autocráticos. El primero, bajo la férula del fundador y presidente Sukarno (1945-1967), tuvo que concertar con tres fuerzas: el nacionalismo, el Islam y el comunismo. El segundo, bajo la dictadura del General Suharto (1967-1998), fue lanzado al poder en nombre de la lucha contra la amenaza comunista. El país sigue marcado por los traumatismos causados por el régimen de Suharto, que provocó por lo menos quinientos mil muertos (1).

La religión como factor de identificación

Indonesia es hoy, según su número de habitantes, la tercera democracia del mundo. “Un hecho que los observadores occidentales tienden a callar”, se lamenta Anies Baswedan, rector de la Universidad Paramadina de Yakarta. “Les gusta definirnos como el país musulmán más grande. Nosotros decimos: ‘Somos una democracia’ y punto. Tenemos una prensa libre, una vida política rica, una sociedad civil muy dinámica. Hay corrupción, es verdad. Siempre la hubo. Nuestra economía resiste a la crisis mundial mejor que muchos de nuestros vecinos, y el país es más próspero hoy que hace diez años. [Indonesia resultó especialmente afectada por la crisis asiática de los años 1990].” Por supuesto, reconoce: “tenemos nuestros islamistas y nuestros integristas, pero han sido absorbidos en parte por el proceso político y democrático”.
El país cuenta con más de 240 millones de habitantes, de los cuales 200 millones son musulmanes, en su mayoría sunnitas (2). Dos tercios de la población viven en la isla de Java, en el corazón de Indonesia. Dos corrientes de pensamiento –el tradicionalista y el modernista– agrupan a la mayoría de los creyentes y encarnan dos organizaciones de masas que nacieron en Java mucho antes de la partida de los holandeses y de la independencia del país.
La corriente llamada “tradicionalista”, que contemporiza con las culturas y creencias anteriores, nació en 1926 y está representada por la Nahdlatul Ulama (NU). Reúne a cuarenta millones de creyentes, la mayoría habitantes de las zonas rurales. “En la NU no todos coinciden”, explica el escritor Endy Bayuni, ex director del Yakarta Post. “El movimiento tiene varios dirigentes, tan carismáticos como independientes, que se contradicen a menudo, incluso cuando el presidente ya se expresó sobre un tema.”
La segunda organización, calificada de “modernista”, cuenta con treinta millones de miembros. La Muhammadiyah, fundada en 1912, involucra sobre todo a las clases urbanas educadas. Allí se encuentran fundadores de escuelas, hospitales o universidades. “Nosotros nos basamos prioritariamente en el Corán, al igual que los salafistas, aunque nuestras conclusiones sean diferentes”, explica su secretario General, Abdul Muti. “Somos puritanos, pero tolerantes; nuestra referencia es Muhammad Abduh, no los Hermanos Musulmanes ni Maududi (3). Creemos profundamente en el intercambio entre las diferentes confesiones. En eso estamos más cerca de la NU que de los salafistas. Indonesia no es un Estado islámico: es un Estado secular. Y nosotros no estamos en Medio Oriente.”
Para Arifah Rahmawati, investigadora en la Universidad Gadjah Mada Yogyakarta, “la organización es como una familia”. Progresista tanto en su modo de vida como en sus ideas, Rahmawati vivió mucho tiempo sola en una casa de la que es propietaria, no cubre sus cabellos y bebe vino, y confiesa a riesgo “de irritar a su entorno”: “Aunque no comparto su filosofía puritana, siento sin embargo un profundo sentimiento de pertenencia a la familia Muhammadiyah”.
Su colega, el sociólogo Eric Hiariet, agrega: “Después de la etnia, la religión es el factor de identificación más fuerte. En Java, cuando uno conoce a alguien, le pregunta si es santri, es decir muy apegado al dogma, o abangan: no practicante. Si la persona se define como santri, la segunda pregunta será: ¿NU o Muhammadiyah?”
En el centro de la isla, la antigua ciudad de los sultanes de Yogyakarta es, junto con Solo (Surakarta), la cuna de los abangan, que reivindican los valores seculares y sincréticos propios de la cultura javanesa. En abril de 2010, el sultán Hamengkubuwono X festejó su aniversario número sesenta y cuatro, número mágico –por ser múltiplo de ocho–, que justificó celebraciones excepcionales.
En tanto gobernador de la región, el sultán ejerce poderes reales, pero también goza de un aura espiritual. Es “el eje del mundo”, en razón de su unión mística con el espíritu de la serpiente de los mares del sur. Las tradiciones de la región convergen en su palacio que es, a imagen suya, una mezcla de influencias hinduistas, búdicas, cristianas y musulmanas. Una asombrosa fusión de religiones y de culturas, aunque él mismo sea musulmán. Fue aquí, en Yogyakarta, donde se originó la Muhammadiyah como reacción a esos valores sincréticos. Ahmad Dahlan, su fundador, nació en el barrio musulmán detrás de este palacio.
A sesenta kilómetros de allí, en Solo, en el palacio del sultán, se vuelve a encontrar esta mezcla de culturas y de ritos. Hombres y mujeres, muchos de ellos jóvenes, se inician en rituales javaneses, como el arte de la recitación o la imposible práctica de la “caminata sentada” (mlampah dolok). Todos visten el jarik de batik tradicional anudado como una falda larga, combinado, para las mujeres, con un body de encaje y con tocados elaborados. Cuando la tarde comienza a caer, el llamado a la oración se eleva desde el Kawman, el barrio musulmán vecino, y se mezcla con la música del gamelan. Ese día, cuando cae la noche, doscientas personas se reúnen en los alrededores del palacio para asistir a una representación de teatro de sombras al aire libre. Solamente cuatro mujeres llevan puesto el pañuelo islámico.
El director de Relaciones Públicas de la Universidad Muhammadiyah en Solo, Toha Rubin, admira, al igual que la mayoría de los javaneses, los valores perpetuados por las antiguas cortes de Java: “Es una cuestión de tradiciones, del ejercicio condescendiente del poder y de la sabiduría heredada de los reinos antiguos. La Muhammadiyah debería abrirse más a esta herencia”.
En cuanto a la NU, nació en el este de la isla, en Jombang. Abdurrahman Wahid, apodado afectuosamente “Gus Dur”, líder histórico del movimiento y presidente de Indonesia de 1999 a 2000, está enterrado allí. Su modesta tumba atrae siempre a miles de indonesios que meditan en las inmediaciones de la escuela coránica (pesantren) fundada por su abuelo. La NU fue pionera del movimiento de educación coránica para todos y “Gus Dur” es calificado a menudo como “décimo santo”, en referencia a los nueve santos sufíes que trabajaron para la expansión del Islam en Java. “Gus Dur se sentía cerca de las creencias indígenas”, subraya Ahmad Suaedy, director del Wahid Institute de Yakarta, muy ligado a la NU. “Quería un Islam sustentado en sus numerosos orígenes. Nuestros imanes no son ayatolás. Ocupan empleos, hacen sus compras; la gente los consulta por cuestiones de cosechas, de dinero, para toda clase de problemas cotidianos. Todo esto es parte de una red religiosa y cultural informal.”
Tanto la NU como la Muhammadiyah han jugado desde el principio un papel importante en el desarrollo del país. Ahora decidieron concentrarse en las cuestiones sociales y religiosas y reducir su rol político (4). Las dos tienen numerosas ramificaciones (organismos estudiantiles, asociaciones), entre las cuales alguna como la Red del Islam Liberal (Jaringan Islam liberal, JIL) propicia ideas más progresistas. Tendencia que no deja de inquietar a los más viejos, contrariados por ver ideas “permisivas” profesadas en nombre del Islam. En una fatwa de 2005, el Majlis Ulama Indonesia (MUI), el consejo del culto indonesio, los condenó.
El clivaje se acentuó con el giro islámico iniciado por Indonesia en los años 1990, ante el afán de los musulmanes liberales de participar en el debate público en torno a las reformas nacionales de inspiración religiosa. La islamización había comenzado en los años 1980, bajo el régimen de Suharto. La tendencia se aceleró gracias al financiamiento proveniente de Medio Oriente, que permitió la construcción de muchas mezquitas. Los años 1990 conocieron la emergencia de una clase media musulmana en gran parte educada en los pesantren. Esta mutación se volvió flagrante con la aparición del pañuelo (jilbab), con el cual muchas mujeres se cubren ahora la cabeza, aunque no hay ni niqabs, ni burqas, ni vestidos negros, y son muy raros los vestidos blancos, signos de una extrema piedad. La mayoría de las organizaciones musulmanas preconizan el uso del pañuelo y rechazan el velo integral. Así, Abdul Muti estima que “ver la cara de las mujeres es importante para la comunicación en sociedad”. En los grandes centros urbanos, muchas de ellas continúan yendo con la cabeza descubierta, sobre todo en los barrios populares.

Las escuelas coránicas

Hiariej recuerda, sin embargo: “Cuando yo era estudiante, a principios de los años noventa, sólo una de cada sesenta jóvenes usaba la jilbab. Ahora es un producto de moda. En el campus, los jóvenes quieren hacer lo que hace todo el mundo, están abiertos a las nuevas tendencias, lo cual los conduce a veces a unirse a movimientos radicales”. Hizbut Tahrir Indonesia (HTI), fundado en 1998, es uno de estos grupos prosélitos. Esta red, que está muy organizada, trata de convencer a los jóvenes sobre la urgencia de volver al califato. Su portavoz, Ismail Yusanto, afirma condenar la violencia: “Indonesia no es una tierra de yihad”. Pero agrega enseguida: “En Irak, en Afganistán o en Palestina es diferente: la violencia no es allí terrorismo”, discurso que no deja de tener consecuencias sobre algunos jóvenes.
La mayoría de las escuelas coránicas, acusadas por los medios de fomentar el integrismo, pertenecen a la NU o a la Muhammadiyah. Los padres pagan para que sus hijos asistan –desde la escuela primaria y durante toda su escolaridad– a un doble curso académico y religioso. Quienes se diploman en la escuela secundaria pueden ir después a universidades musulmanas.
También existen algunas escuelas radicales –no muchas–. Entre ellas está Al-Mukmin de Ngruki, en la región de Solo. Allí estudió el despiadado imán Abu Bakar Bachir, jefe del Jamaat-e-Islami (partido adepto), quien ahora está en prisión, y sus compañeros yihadistas. El director del establecimiento, Ustadz Wahyuddin, expresándose en su nombre, no oculta sus objetivos: “Todo musulmán aspira a un Estado islámico. Nosotros queremos luchar por la sharia, no podemos esperar con los brazos cruzados. Este pesantren es la manera de propagar los nuevos valores de la ley coránica. Si uno o dos de nuestros estudiantes se volvieron radicales es porque fueron a Afganistán o a Pakistán y entraron en política”.

Complejo proceso democrático

Bachir, acusado de haber financiado un campo terrorista en Aceh, fue arrestado el 9 de agosto pasado por tercera vez desde los atentados de Bali. Inmediatamente después, las autoridades descubrieron otra red, dirigida por Dulmatin, uno de los terroristas más buscados de la región y principal sospechoso de los atentados de Bali. La policía lo mató, así como a siete de sus compañeros. También había derribado en 2009 a Noordin Top, un malasio considerado el cerebro de los atentados perpetrados en Yakarta en 2003, 2004 y 2009 y en Bali en 2005.
El gobierno, fortalecido por los éxitos obtenidos, no está lejos de concluir que las actividades terroristas están disminuyendo. El analista Sydney Jones, de la International Crisis Group, apunta que “divisiones sucesivas han debilitado a los grupos militantes compuestos por elementos locales, ideólogos y terroristas organizados en red entre Indonesia, Malasia y Filipinas. En Indonesia, el recurso a la violencia amenaza con hacer perder a Bachir la simpatía que su movimiento contra la democracia, el Jama’h Ansharut Tauhid (JAT), inspiraba a una parte de la población” (5).
Aunque la amenaza yihadista no parece totalmente descartada, la disminución de su intensidad es vivida como un alivio por la mayoría de las organizaciones musulmanas. Pero, a semejanza de muchos miembros de la Muhammadiyah, Abdul Muti se confiesa preocupado: “Algunos de los culpables provenían de los nuestros, y los radicales pueden infiltrarse de todas formas, ya que nosotros somos abiertos y por lo tanto vulnerables”.
En efecto, los grupos extremistas –en particular el Frente de defensa del Islam (FPI) y el Laskar Yihad– siguen perpetrando violencia contra las minorías religiosas. Desde principios de año, se contaron veintiocho ataques en el oeste de Java y en la región de Yakarta. La fecha del último fue el 12 de septiembre, cuando algunos cristianos fueron tomados como blancos en Bekasi. La secta de los Ahmadi, que algunos se niegan a considerar como musulmanes, fue objeto de una fatwa pronunciada por el consejo del culto musulmán el 9 de junio de 2008.
Paradojalmente el proceso de democratización llevado a cabo después de la caída del régimen de Suharto en 1998 abrió las puertas a fuertes reivindicaciones relacionadas con el rol del Islam en los asuntos públicos. En ese momento emergieron dos nuevas entidades políticas: el Partido de la Luna Creciente y de la Estrella (PBB) y el Partido de la Justicia y la Prosperidad (PKS). Habiendo fracasado múltiples tentativas para introducir la ley coránica a nivel nacional, los partidos integristas se precipitaron a través de la brecha abierta en 2000 con la promulgación de leyes de descentralización. A partir de entonces, pusieron sus esfuerzos en las colectividades territoriales con el fin de aplicar la sharia a nivel municipal o cantonal. Lograron que en cincuenta de las quinientas localidades del país se adoptara un código jurídico coránico (perda charia) apoyándose en la reglamentación local (6).
Aceh, que después de treinta años de lucha separatista adquirió un estatuto particular de autonomía gracias a un compromiso firmado el 15 de agosto de 2005, lo instauró y dispone de su propio tribunal islámico. Aunque poco representativo del conjunto del país –es improbable que otras provincias accedan a tal autonomía–, este caso provocó vivos debates. Para Suaedy, “la instauración de la sharia en Aceh es artificial: equivale a transferir leyes del mundo árabe medieval al siglo XXI, sin consentir el esfuerzo de la reflexión (ijtihaad) necesaria”. Las mismas reservas tiene Abdul Muti, de la Muhammadiyah: “Pasaron cinco años, no hay ningún progreso significativo en Aceh. Los problemas de la región eran sobre todo económicos. Además, la gente va a Sumatra para ver películas, entonces ¿por qué prohibirlas en Aceh? La sharia exige una uniformidad religiosa que está en contradicción con el espíritu mismo del Islam”.
Sin embargo, el vicepresidente de la NU, el profesor Masykuri Abdillah, asegura lo contrario, destacando el hecho de que “la sharia fue instaurada porque un proceso democrático lo decidió así”. Y revela que dentro de su organización, “existe un debate sobre la lapidación y la flagelación, pues no estamos seguros de que estas prácticas se inscriban en la Pancasila”. De hecho, no pueden hacerlo y la mayoría de los indonesios piensan que incluso son contrarias a la Pancasila.

Fracaso de los partidos religiosos

Para muchos indonesios, la sharia sigue siendo un concepto vago. Les parece difícil discutir una cuestión de justicia supuestamente dictada por Dios. Y los moderados no desean dejar a los tribunales de mediación el cuidado de pronunciar sanciones criminales.
En Tangerang, a veinte kilómetros de Yakarta, la aplicación de la sharia impone a las mujeres no salir solas a la tarde bajo pena de ser acusadas de prostitución. En Padang, en el oeste de Sumatra, todas las niñas escolarizadas en la escuela pública, musulmanas o no, deben llevar el pañuelo. Curiosamente, el director del Departamento de Historia y de Ciencias Humanas de la Andalus State University confía en que fuera de la escuela, en la calle, su hija no lo use jamás.
La región de Makasaar, al sur del Sulawesi, conocida por su interpretación rigorista del Islam, pasó también, desde hace una década, por varias tentativas de ratificación de la sharia. Según el doctor H. M. Siradjudden, secretario General de la Comisión para la Aplicación de la Ley Islámica (KPPSI), fundada en 2000 por el jefe de la rama local de la Muhammadiyah, “el fin no era crear un Estado islámico, sino establecer una sociedad islámica”. El caso de Aceh dio a los habitantes de Sulawesi “la esperanza de obtener los mismos derechos”. En el momento de las elecciones locales de 2002, el 91,11% de los electores se pronunció a favor de la sharia. El mismo año, el poder del departamento (Kabupaten) de Bulukumba prohibía el alcohol. En 2003, imponía a todas las mujeres, musulmanas o no, llevar el velo para acceder a los servicios públicos y comenzaba a retener la zakat (limosna destinada a los pobres). En 2006, la provincia hacía obligatorio el aprendizaje del árabe escrito. Sin embargo, el nuevo poder de Bulukumba atenuó la reforma, transformando las obligaciones en opciones, lo cual alegró al profesor Abu Hamid, rector de la Universidad de Makassar y miembro de la KPPSI. Este punto de vista refleja la tendencia dominante en el conjunto del país: parar la introducción de la sharia a nivel local y tratar de atenuarla allí donde exista. El número de localidades que aplican la perda sharia parece haber alcanzado el pico en 2003. Había disminuido considerablemente en 2007 y marca el paso desde las elecciones legislativas de abril de 2009 (7).
Este escrutinio, seguido el 8 de julio por la elección por medio del sufragio universal del presidente de la República (8) –la segunda desde la independencia–, pasó desapercibido para la prensa occidental. Sin embargo, es interesante observar que los resultados de los partidos religiosos en general han bajado, pasando del 40%, en 2004 y 1999, al 25%. Los tres principales partidos seculares obtuvieron la gran mayoría de los sufragios. Únicamente el PKS, concebido según el modelo del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) en el poder en Turquía, conoció una escalada del 7,88% de los votos, pero quitándoles los votos a los otros partidos religiosos. Durante su Congreso, en junio, este partido abandonó su posicionamiento islamista en favor de una imagen de pluralismo y de apertura, prometiendo abrirse pronto a los no-musulmanes. La militante feminista Kamala Chandrakirana se dice optimista: “Después de una década de turbulencias –terrorismo, tsunami, crisis económica, gripe aviar–, quizás estamos por fin al final del túnel. ¡Tenemos un país tan dinámico, una sociedad civil tan grande! Es posible que los defensores de la Pancasila se vuelvan capaces de proponer una alternativa a la islamización que logre motivar la imaginación de los jóvenes.”

1 Adam Scharz, A Nation in Waiting: Indonesia’s Search for Stability, Talisman, Singapur, 2008; Benedict Anderson, “Exit Suharto: Obituary for a mediocre tyrant”, New Left Review, Londres, Vol. 50, marzo-abril de 2008.
2 Según el censo de 2000, el 88,2% de la población se definía como musulmana; el 5,9% protestante; el 3,1% católica; el 1,8% hinduista; el 0,8% budista, y el 0,2% se clasificaba en la categoría “otros”, que incluye las religiones tradicionales, los otros grupos cristianos y los judíos.
3 Muhammad Abduh: pensador y jurista egipcio que, a fines del siglo XIX, inició una reforma de las enseñanzas y de las instituciones islámicas. Abul Ala Maududi: partidario de una aplicación estricta de la ley religiosa; fundador en 1941, en India, del Jamaat-i-Islami.
4 Véase Robin Bush, Nahdlatul Ulama and the Struggle for Power within Islam and Politics in Indonesia, Institute of Southeast Asian Studies, Singapur, 2009.
5 International Crisis Group, “Indonesia: Jihadi Surprise en Aceh”, Asia Report, N° 189, Crisis Group, 20-4-10, e “Indonesia: The Dark Side of Jama’ah Ansharut”, Asia Briefing, N° 107, Crisis Group, 6-7-10 (www.crisisgroup.org).
6 Robin Bush, “Regional Sharia Regulations in Indonesia: Anomaly or Sympton?”, en Greg Fealy y Sally White, Expressing Islam: Religious Life and Politics in Indonesia, Institute of Southheast Asian Studies, Singapur, 2008 (http://asiafoundation.org).
7 Robin Bush, op. cit.
8 Susilo Bambang Yudhoyono (Partido Demócrata) fue elegido desde la primera vuelta del escrutinio con más del 60% de los votos.

W.K.
Info Diplo I

lunes, 22 de noviembre de 2010

El Mundo de la PostModernidad

Primera década del Siglo XXI, del tercer milenio de la era Cristiana... Vivimos en tiempos de la posmodernidad, tiempos de ''grandes'' avances científicos, tecnológicos, tiempos donde todo es efímero, donde todo tiene que ser ahora, ya, inmediatamente, donde se debe vivir el día a día como si fuera el ultimo. La humanidad de estos tiempos contemporáneos, vive de modo vertiginoso, abrumada por los conflictos diarios, vamos, venimos, solo tenemos tiempo para nosotros y como mucho para el círculo que nos rodea, no mas, pareciera que los días se acortan, que se nos va la vida y ¿que hemos hecho? ¿Que hemos dejado a nuestra posteridad? ¿Que hemos hecho por nuestro prójimo? Vivimos en tiempos donde el hedonismo, el egoísmo y el individualismo imperan mas que nunca, donde la búsqueda de satisfacer nuestro ego y solo lo que nos interesa a nosotros, nos ha hecho olvidar que vivimos en una sociedad donde hay mas necesidad que nunca, porque muchos creen que llenando sus vidas de bienes, de cosas materiales, que solo son pasajeras, que solo sirven un tiempo podrán reemplazar el vacío enorme que nos deja vivir así, apresurados, buscando solo el deleite del momento. Hoy día todo es relativo, todo se acepta, pareciera que todo esta bien, vivimos como quien diría en una gran confusión. ¿Será que el hombre ha crecido en todo este tiempo? ¿Acaso el hombre a evolucionado? o simplemente será que la humanidad esta perdiendo su eje, su fundamento... el hombre ¿una ves mas repite siempre la misma historia como viviendo en un gran circulo vicioso?
Pero en este mundo moderno, no todo esta perdido, porque como siempre se dice, la Fe, la Esperanza y el Amor son las ultimas cosas que se pierden, y que nunca se pierdan, porque seguramente el día que eso suceda seria el fin de la humanidad misma.
Con esta esperanza, hay vidas, que luchan por salir de ese eterno vicio que nos ofrecen estos tiempos, vidas que luchan por ir contra la corriente, que no venden sus principios, sus valores, vidas, personas que defienden lo debido, aunque todo se les ponga en contra, hombres y mujeres que desde el anonimato, están en la búsqueda de ese camino que los ilumine, que los haga ser distintos al montón, seres que miran mas allá de su propia necesidad, que tienen la capacidad de ver la carencia de los demás, guerreros valientes que pelean la buena batalla no para su vanagloria si no para alcanzar aquello por lo cual muchos quizás luchan y no alcanzan.
Personas que desde distintos lugares del mundo, son protagonistas y verdaderos héroes de la lucha contra la tiranía del Egoísmo.

martes, 9 de noviembre de 2010

GIRO RADICAL DE UNA EX VICESECRETARIA ESTADOUNIDENSE

Gestión empresaria vs. calidad educativa 

Tras quince años de resultados magros en el ámbito educativo estadounidense, Diane Ravitch –ex vicesecretaria de Educación– testimonia cómo cambió de perspectiva en materia educacional y denuncia el modelo de gestión empresaria que, en detrimento de la calidad de la enseñanza, provoca graves problemas en el sector.

por Diane Ravitch
Investigadora en Ciencias de la Educación de New York University. Publicó en particular The death and life of the great american school system: how testing and choice are undermining education, Basic Books, Nueva York, 2010. Este artículo fue publicado inicialmente en The Nation (Nueva York) el 14 de junio de 2010, bajo el título “Why I changed my mind”.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola



Cuando asumí como vicesecretaria de Educación de la administración de George H.W. Bush en 1991 no tenía ninguna idea firme sobre el tema de la “libre elección” en materia de educación ni sobre la cuestión de la responsabilidad de los docentes. Y cuando dos años más tarde dejé el gobierno, defendía el principio de la remuneración al mérito: estimaba que los docentes cuyos alumnos obtenían mejores notas debían ser mejor pagados que los otros. Sostenía también que las pruebas de evaluación debían ser generalizadas y que eran útiles para determinar con precisión qué escuelas necesitaban una ayuda suplementaria. Por eso aplaudí con entusiasmo cuando, en 2001, el Congreso votó la Ley No Child Left Behind (NCLB, ningún niño dejado atrás) y nuevamente cuando, en 2002, el presidente George W. Bush firmó su entrada en vigor.
Hoy, observando los efectos concretos de estas políticas, cambié de opinión: ahora considero que la calidad de la enseñanza que reciben los niños es más importante que los problemas de gestión, de organización o de evaluación de los establecimientos.
La ley NCLB exige que cada estado evalúe la capacidad de lectura y de cálculo de todos los alumnos, desde el equivalente de 3º grado hasta el equivalente de 2º año. Los resultados son presentados según distintos criterios: el origen étnico, el nivel de dominio del inglés, la presencia de una eventual discapacidad y los ingresos parentales. Los miembros de cada uno de estos grupos deben aprobar el 100% de las pruebas antes de 2014. Si en una escuela un grupo no demuestra progresos constantes hacia ese objetivo, el establecimiento se ve sometido a sanciones cuya severidad va en aumento. El primer año, la escuela recibe una advertencia. Después, a todos los alumnos –incluso a los que tienen buenas notas– se les ofrece la posibilidad de cambiar de establecimiento. El tercer año, los alumnos más pobres gozan de cursos suplementarios gratuitos. Si la escuela no logra alcanzar sus objetivos en un período de cinco años, se expone a una privatización, a ser convertida en charter school, a una reestructuración completa o, simplemente, al cierre. En ese caso, los empleados pueden ser despedidos. Así, actualmente se ha identificado cerca de un tercio de las escuelas públicas del país (más de 30.000) que no cumplen con los “progresos anuales satisfactorios”.
Punto crucial: la ley NCLB dejó que los estados definieran sus propios modos de evaluación, lo que condujo a algunos de ellos a bajar su nivel de exigencia para que los alumnos alcanzaran sus objetivos más fácilmente. En consecuencia, la mejoría del nivel escolar proclamado localmente no siempre se refleja en las pruebas federales.
El Congreso obliga a las escuelas a someter aleatoriamente a algunos de sus alumnos a una evaluación nacional, el National Assessment of Educational Progress (NAEP), para poder contrastar sus resultados con los suministrados por los estados. Así, en Texas, donde se habla de un verdadero milagro pedagógico, las notas en lectura están estancadas desde hace diez años. Del mismo modo, Tennessee calculaba en un 90% la cantidad de alumnos que habían alcanzado los objetivos del año 2007, mientras que la estimación del NAEP –26%– resultó menos halagüeña.
Miles de millones de dólares fueron gastados para poner a punto –y después llevar a cabo– las baterías de pruebas necesarias para estos diferentes sistemas de evaluación. En muchas escuelas, la enseñanza común se interrumpe varios meses antes de la fecha de los exámenes para dar lugar a la preparación intensiva que se les dedica a estos últimos. Muchos especialistas han determinado que este trabajo no beneficia a los niños, quienes aprenden a dominar las pruebas más que las materias correspondientes.
A pesar del tiempo y el dinero invertido, los puntajes en la NAEP apenas aumentaron; a veces, simplemente se estancaron. En matemáticas los progresos fueron incluso más importantes antes de la adopción de la ley NCLB que después. En lectura, el nivel parece haber mejorado para el equivalente de 4º grado. Sin embargo, para el equivalente de 2º año, el puntaje de 2009 es el mismo que el de 1998.
Sin embargo, el problema principal no procede de los propios resultados o de la manera en que los estados y las ciudades manipulan las pruebas. La verdadera “víctima” de este encarnizamiento es la calidad de la enseñanza. La lectura y el cálculo se volvieron prioritarios. Los docentes, conscientes de que estas dos materias deciden el futuro de su escuela y por lo tanto de su empleo, descuidan las otras. La historia, la literatura, la geografía, las ciencias, el arte, las lenguas extranjeras y la educación cívica son relegadas al rango de materias secundarias.

Las charter schools

Desde hace aproximadamente quince años, la “libre elección”, idea que se materializó especialmente en las “charter schools” y que surgió a fines de los años 1980, se ha arraigado en la imaginación de fundaciones poderosas y de opulentos representantes del sector patronal. Estos establecimientos forman desde entonces un vasto movimiento que reúne a un millón y medio de alumnos y más de 5.000 escuelas. Financiadas con el dinero público, pero administradas como instituciones privadas, las charter schools pueden sustraerse a la mayoría de las reglamentaciones vigentes en el sistema público. Así, más del 95% de ellas se niega a contratar docentes sindicados. Cuando la administración del estado de Nueva York quiso auditar a las charter schools que había autorizado, estas últimas fueron a la justicia para impedirlo: el estado debía tenerles confianza y dejarles cumplir a ellas mismas esta auditoría.
El nivel de estas escuelas es muy desigual. Algunas son excelentes; otras, catastróficas. La mayoría se sitúa entre ambos extremos. La única evaluación a escala nacional fue realizada por Margaret Raymond, economista en la Universidad de Stanford (1). A pesar de estar financiada por la Walton Family Foundation y de ser acérrima partidaria de las charter schools, Raymond revela que únicamente el 17% de estos establecimientos exhibe un nivel superior al de una escuela pública comparable. El 83% restante obtiene resultados similares o inferiores. En los exámenes del NAEP, en lectura y en matemáticas, los niños que frecuentan las charter schools obtienen el mismo “puntaje” que los otros, se trate de negros, hispánicos, pobres o alumnos que viven en las grandes ciudades. No obstante, el modelo se presenta como un “remedio mágico” para todos los problemas del sistema educativo estadounidense. Para la derecha, por supuesto, pero también para gran cantidad de demócratas. Estos últimos formaron un grupo de presión: los Democrats for Education Reform (Los demócratas para la reforma de la educación).
Algunas charter schools están dirigidas por intereses privados, otras por asociaciones sin fines de lucro. Su modelo de funcionamiento descansa sobre un fuerte índice de renovación del personal, pues los docentes deben trabajar intensamente (a veces 60 ó 70 horas por semana) y dejar su teléfono celular prendido para que los alumnos puedan encontrarlos en cualquier momento. La ausencia de sindicatos facilita tales condiciones de trabajo.
Cuando los medios de comunicación se interesan por el tema, frecuentemente se focalizan en establecimientos excepcionales. Intencionalmente o no, dan entonces la imagen de verdaderos “paraísos” poblados de docentes jóvenes y dinámicos y de alumnos en uniforme, de modales impecables y todos capaces de entrar en la universidad. Pero estos informes descuidan algunos factores determinantes. Para empezar, los establecimientos de buen nivel seleccionan a sus alumnos entre las familias más motivadas escolarmente. Además, aceptan menos alumnos de lengua materna extranjera, discapacitados o sin domicilio fijo, lo que les da una ventaja respecto a las escuelas públicas. Por último, tienen el derecho de mandar de vuelta a la escuela pública a aquellos elementos que “desentonen”.

Sin cambios con Obama

Cuando el movimiento a favor de las charter schools levantó vuelo, descansaba en la seguridad de que esos establecimientos serían fundados y animados por docentes valientes y desinteresados que saldrían al encuentro de los alumnos con mayores dificultades. Libres para innovar, podrían aprender a ayudar mejor a esos alumnos y favorecerían a toda la comunidad por los conocimientos adquiridos cuando se reintegraran al sistema público. Pero en la actualidad, estos establecimientos rivalizan abiertamente con las escuelas públicas. En Harlem, los establecimientos públicos deben lanzar campañas de comunicación a los padres. El presupuesto de 500 dólares (o menos) que consagran a los folletos promocionales dan una pobre impresión al lado de los 325.000 dólares ofrecidos por el poderoso grupo que trata de echarlos del sector.
En enero de 2009, cuando la administración de Barack Obama llegó al poder, yo estaba persuadida de que anularía la ley NCLB y volvería a partir de bases sanas. Se produjo lo contrario: abrazó las ideas y las opciones más peligrosas de la era George W. Bush. Bautizado Race to the Top (Carrera hacia la meta), su programa tentó con subvenciones de 4.300 millones de dólares a los estados que estaban asfixiados con la crisis económica. Para obtener este beneficio, estos últimos debían suprimir todo límite legal a la implantación de las charter schools. Así la expansión de las charter schools viene a realizar el viejo sueño de los businessmen de la educación y de los partidarios del mercado libre que aspiran a desmantelar el sistema público.
Ahora bien, es absurdo evaluar a los docentes según los resultados de los alumnos, pues esos resultados dependen, por supuesto, de lo que sucede en clase, pero también de factores externos tales como los recursos, la motivación de los alumnos o el apoyo que aporten los padres. Sin embargo, sólo se considera “responsables” a los docentes. En cuanto a “transformar” a las escuelas con dificultades, se trata de un eufemismo destinado a encubrir el mismo tipo de medidas que las impuestas por la ley NCLB. Si los resultados no mejoran rápidamente, los establecimientos son transferidos al estado respectivo, cerrados, privatizados o transformados en charter schools. Cuando las autoridades del estado de Rhode Island anunciaron su intención de despedir a todo el personal docente del único liceo de la ciudad de Central Falls, su decisión fue aplaudida por el Secretario de Educación, Arne Duncan, y por el propio presidente demócrata. El personal fue recontratado recientemente, con la condición de aceptar jornadas más largas y de dar más ayuda personalizada a los alumnos.
El acento puesto por la administración Obama en la evaluación empujó a los estados a modificar su legislación con la esperanza de obtener los fondos federales que tanto necesitan. Florida acaba de votar una ley que prohíbe el reclutamiento de docentes principiantes, somete la mitad de su salario a los resultados de sus alumnos, suprime los presupuestos dedicados a la formación continua y financia la evaluación de los alumnos con el 5% del presupuesto escolar de cada circunscripción. Padres y docentes unieron sus fuerzas y lograron convencer al gobernador, Charlie Crist, de que no firmara la ley, lo cual probablemente puso fin a su carrera en el Partido Republicano. Pero lo cierto es que se toman medidas parecidas en todo el país.

1 “Multiple choice: Charter School performance in 16 states”, Center for Research on Education Outcomes (Credo), Stanford University, California, junio de 2009.

Informe Dipló –   18-10-10 Le Monde Diplomatique

CUENTOS Y LEYENDAS DE IRLANDA

Un escritor, un país

Hugo Hamilton, de padre irlandés nacionalista y madre berlinesa antinazi, creció en los barrios pobres de Dublín. De “sangre impura” –para retomar el título de su novela autobiográfica– y emparentado con los inadaptados de la modernidad y los exiliados internos, este escritor prolonga una de las grandes tradiciones de la literatura irlandesa.


por Hugo Hamilton
Escritor. Autor de The Speckled People: A Memoir of a Half-Irish Childhood y Disguise, Harper Collins, Nueva York, 2003 y 2008, respectivamente.
Traducción: Mariana Saúl



Los irlandeses dominamos la imaginación con un brío particular. Ese talento único para la teatralidad es una de las características que nos hicieron famosos en todo el mundo. Para nosotros, en Irlanda, la historia que cada uno cuenta sobre sí mismo tiene a menudo más importancia que el recuerdo preciso de los acontecimientos. Las conversaciones, las exageraciones, el detallado comentario de nuestras vidas y nuestro país valen tanto como la realidad objetiva.Yo cedí a esa afición nacional por el estereotipo ¡que siempre traté de evitar! Pero el papel importante que desempeñó la imaginación en el desarrollo de la sociedad irlandesa quizá sea revelador, aun hoy, de nuestras fuerzas y debilidades.
En la actualidad los irlandeses atraviesan una profunda fase de introspección. El eslogan del momento es “Renovar la República”. Tras dos cortas décadas que se resumen en un alocado tour de compras durante el cual nuestra imaginación se transformó en fantasía de consumo, los principios de nuestros padres fundadores han vuelto al centro del debate mediático: ¿qué salió mal? ¿cuáles son los valores que verdaderamente nos importan?, y ¿qué esperamos realmente del futuro?
El carácter nacional irlandés está fundado en las aspiraciones. Nuestra historia se ha forjado en los sueños nacionalistas de libertad. Los sueños de innumerables emigrados que se vieron obligados a vivir en el extranjero deseando retornar a su tierra natal. Los sueños de prosperidad después de un largo pasado de miserias, hambrunas y ausencia de perspectivas, del cual el país finalmente salió gracias al boom de los años noventa.
Con una inversión enorme en educación y la adhesión al club Europa, esa prosperidad terminó llegando a las orillas de Irlanda y todos nuestros sueños se hicieron realidad. Los emigrados comenzaron a volver. La legendaria hospitalidad irlandesa permitió abrir las puertas de par en par a un flujo sin precedentes de inmigrantes, llegados sobre todo de las ex repúblicas del este europeo.
En la embriaguez inicial del auge económico, el país pudo incluso superar sus luchas religiosas para lanzar en Irlanda del Norte un proceso de paz que aún hoy constituye uno de los grandes triunfos de nuestra época; incluso cuando ahora mismo todo el resto parece haberse pulverizado otra vez.

El brusco despertar

Pero parecería que, de golpe, todos nuestros sueños se han visto brutalmente destruidos. Las causas del perjuicio ocasionado a Irlanda por las crisis actuales serán sin duda objeto de análisis por parte de los economistas, un análisis que les llevará seguramente varias décadas más. Quizá fue la sorpresa de ver concretarse nuestros sueños la que nos confundió y no nos dejó ver la posibilidad de un fracaso. Teníamos plata en los bolsillos, como suele decirse. Necesitábamos borrar el pasado con una furia de gastos.
Por otra parte, resulta sintomático que precisamente durante esa edad dorada Irlanda haya producido dos best-sellers internacionales sobre la pobreza: Las cenizas de Angela, de Frank McCourt, e It’s a Long Way from Penny Apples, de Bill Cullen, dos relatos que nos retrotraen al tiempo en que los niños caminaban descalzos. Cuando la economía anda bien, una nación puede permitirse enfrentar sus más oscuros secretos, como hemos hecho con todos los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia o en el sistema educativo.
Ahora lo que vende son las historias de desmesuras, tanto en el sector inmobiliario como en el bancario. Buscar responsables para nuestras desgracias es parte de la cultura irlandesa, lo cual quizá tenga sus raíces históricas en la idea de que somos el pueblo que ha tenido que padecer la opresión colonial, la Iglesia Católica (1), la corrupción política y el mal tiempo.
En nuestra psiquis está inscripta esta postura de víctima noble que aún hoy nos impulsa a elegir chivos expiatorios mientras nos burlamos de nuestros desengaños (en este sentido, somos los especialistas mundiales). Tenemos fama de buenos perdedores. Al eliminar con una mano espectacular a nuestro equipo nacional de la copa mundial de fútbol, la estrella francesa Thierry Henry (2) probablemente haya ofrecido, en más de un sentido, un noble servicio a Irlanda, devolviéndole el precioso estatuto de los perdedores honestos, los desarmados, los castigados, los vencidos llenos de dignidad.
No obstante, la República de Irlanda cambió. Nos gusta creer que hemos salido de la etapa adolescente de la autocompasión. Al vivir en un país famoso por la juventud de su población, donde los hijos de los inmigrantes se suman hoy a los de los sucesivos baby-boomers, hemos adquirido una conciencia nueva sobre las realidades del terreno. Aun cuando el sistema económico mundial nos sigue atando a nuestro cochecito, hemos empezado a abrir los ojos acerca de nuestras propias responsabilidades. O al menos nos acunamos con esta idea.
Entre las voces que hoy se elevan con mayor vehemencia y autoridad están las de los especialistas en economía. Claramente, es más cómodo calcular lo que no funcionó que inventar una estrategia para reparar los daños. Cuando un gran periodista financiero adhirió a un partido político, el pasaje a la realidad fue tan desastroso que le alcanzaron apenas seis meses para renunciar. Entonces, más que el compromiso concreto con el mundo real, quizá sea nuestro talento de narradores lo que a veces tratamos de recuperar.
Ahora que tenemos los bolsillos vacíos, nos dormimos contándonos a nosotros mismos historias de gastos locos e irresponsables. Nos recordamos unos a otros la época en que ni siquiera nos molestábamos en comparar precios en el supermercado. Ahora que algunos predicen un posible regreso a las ollas populares, la verdadera obsesión es saber adónde se fue el dinero. Y si queremos leer historias de riqueza indecente más que de miseria indecente, a lo mejor es por simple nostalgia.
La imagen que se desprende de los años de prosperidad es la de las listas de espera en los grandes comercios de Dublín para comprar artículos de lujo. Productos sobre los cuales la gente se abalanzaba bajo el efecto de una euforia económica y que hoy más de uno quisiera devolver, si pudiera. ¿Para qué tener una fantástica cascada artificial en el jardín cuando cuesta pagar las cuotas del crédito? Sobre todo teniendo en cuenta que de todos modos ¡llueve!

El espejismo de la opulencia

Durante un corto período llegamos a un punto en que el valor de las cosas parecía estar en relación directa con el precio de la etiqueta. Como escribe la autora irlandesa Anne Enright para describir la embriaguez de la edad dorada, todo estaba destinado a tirarse y ser reemplazado, incluidos los cónyuges.
Las crónicas de los excesos más fastuosos circulan en torno a la industria de la construcción; una industria sobre la cual el país descansó de manera desproporcionada para crecer. Mientras las construcciones amenazaban cada centímetro cuadrado de espacio verde, el espejismo de la opulencia empezó a impregnar por primera vez la gran imaginación irlandesa con un puro materialismo marxista a la antigua.
Hay una historia de una transacción inmobiliaria, en Dublín, que reporta a su inversor un beneficio de un millón de euros por mes. La imagen de un techo de vidrio, en lo de un magnate de la capital, que se baja hasta cubrir la piscina y transformarse en pista de baile. Y también hay otros relatos, como el del famoso jugador de snooker invitado a bautizar una nueva mesa de billar o las estrellas internacionales que se traían en avión para presentarse en recepciones privadas.
Todos los domingos puede leerse y releerse el informe de los ágapes de la profesión. La descripción de la cena de una de las personalidades más prósperas de la industria irlandesa de la construcción en un gran restaurant parisino, acompañado de algunos amigos. Su mujer señala súbitamente la cartera haute couture de una de las invitadas, deja la mesa y se precipita hacia la boutique de al lado, donde, por la cifra de 2.000 euros, se compra la misma cartera Valentino y vuelve a tiempo para el postre.
¿Por qué en Irlanda nos sorprende tanto este tipo de anécdotas? ¿Acaso no corresponden a los clichés de la riqueza transmitidos desde hace años por las películas estadounidenses? ¿Qué nos hace creer que los irlandeses se comportarían diferente de los poseedores de las demás grandes fortunas del planeta?
La rapidez con la cual copian los códigos del éxito, el ardor con que se entierra el sentimiento de inferioridad que engendra el recuerdo de las hambrunas pasadas o se transforma nuestra imaginación en bienes materiales. La rapidez, también, con la cual volvimos a caer en tierra tras ese breve episodio en el aire.
La visión de esos terrenos loteados, vacíos e inacabados. La idea de todo el dinero dilapidado en maquillaje y accesorios, de las ocasiones perdidas. La entrega al alcohol y la droga. La perspectiva de ver de nuevo cómo los emigrantes abandonan Irlanda por los hipotéticos empleos en Canadá o en Australia.
Pero, mucho más que todo eso, el hecho de que esos relatos de lujosos caprichos no encajan con la historia que trazamos en torno a nuestra identidad. Son incompatibles con el mito de la “irlandidad” que desarrollamos a lo largo de los siglos y al cual nos seguimos aferrando.
Lo que a menudo oímos decir, hoy en día, es que la generación joven, que creció en una época relativamente próspera y estable y que no conoció las épocas de vacas flacas, no tiene la aptitud para imaginar una salida. Está tan condicionada por el recuerdo de la despreocupación y la prodigalidad que es incapaz de acusar el golpe de la frugalidad.

Una salida a la crisis

La isla de Achill, que se encuentra a lo largo de las costas occidentales del país, obliga a recordar la humildad que siempre formó parte del modo de vida irlandés. Todos los años se celebra allí un modesto festival literario en rememoración del escritor alemán Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura, que en los años cincuenta iba con frecuencia a la isla e incluso tuvo allí una pequeña casa. El hombre es famoso por sus advertencias contra el poder corrosivo del materialismo de la posguerra.
Este año fuimos invitados a recorrer el espectacular litoral del lugar muchas veces durante el fin de semana del festival. Sentíamos el movimiento de la roca bajo los pies, la brisa que soplaba desde el Atlántico. Nos llevaron al pequeño puerto de Purteen donde antiguamente se pescaba el tiburón peregrino, cuyas aletas se ponían a secar sobre los muros de piedra para luego exportarse a China.
Había un costado a la vez laborioso y audaz en esos tiempos antiguos. La gente estaba colmada de esperanza, música y cuentos. Era una época en que los irlandeses se alimentaban de su imaginación. Existía incluso un código natural de ayuda mutua y solidaridad, una especie de socialismo moderado: cuando volvían al puerto, los pescadores depositaban la captura del día en el embarcadero, se daban vuelta y tiraban a la suerte para que la pesca fuera repartida entre todos de manera igualitaria.
Esta visita era un recordatorio de las raíces de nuestra nación. Y posiblemente es un buen momento para volver a evaluar esos instintos heredados de la historia.
En Irlanda tenemos una expresión que dice: “da un golpe de látigo”, lo cual significa “inténtalo” o “aprovecha la ocasión”. Se la usa, por ejemplo, para alentar a un equipo deportivo (cuando ya no hay nada que perder, más vale tratar de dar lo mejor de sí, porque parece improbable que pueda revertirse la situación). Correr el riesgo es uno de los aspectos del optimismo irlandés.
Lo importante es saber en qué vamos a invertir nuestras energías para lanzarnos al futuro. Hace poco se celebró en Dublín un coloquio al cual fueron invitados la mayoría de los empresarios irlandeses que triunfaron en el exterior para que compartieran sus ideas sobre la manera de reactivar el país. Una de las principales conclusiones de ese fin de semana fue el fuerte reconocimiento del inmenso potencial creativo de Irlanda. “Jugamos en el patio de los grandes”, suele decirse: en arte, en literatura, en exportación de ideas.
Neil Jordan, el cineasta ganador del Oscar, señaló con mucho tino que si bien nos traicionaron nuestros políticos, nuestros banqueros y nuestra Iglesia, nuestros artistas nunca lo hicieron. Como resultado, existe un renovado interés por la creatividad irlandesa, considerada ahora la solución principal a nuestras dificultades. Así fue como el gobierno nombró embajador cultural oficial de Irlanda a Gabriel Byrne, el famoso actor; toda una novedad para el país.
Entonces quizá pueda salvarnos, finalmente, nuestro talento de narradores. Hoy en día hay nuevos relatos que alimentan a Irlanda: el de los inmigrantes, que nos traen sus influencias culturales, así como los irlandeses alguna vez llevaron su música al mundo. Irlanda vive un período de cambios profundos. Aun cuando la adaptación al golpe de la decadencia no se supera sin llanto, quizá la que se abre sea una época excitante, rica en nuevas perspectivas, un momento de renovación de la imaginación irlandesa.

1 Durante mucho tiempo la Iglesia Católica tuvo un peso considerable sobre la vida y el imaginario de los irlandeses, como muestra con particular eficacia su literatura. Hubo que esperar hasta 1973 para que se retirara la referencia explícita a la religión católica de la Constitución; la prohibición legal del divorcio fue derogada recién en 1996, y el aborto sólo está permitido si la vida de la madre corre peligro.
2 Durante el partido Francia-Irlanda, en noviembre de 2009, Thierry Henry tocó la pelota con la mano, acción que permitió la clasificación del equipo francés para la Copa del Mundo 2010. 

Informe Dipló –   18-10-10  Le Monde Diplomatique