lunes, 31 de octubre de 2011

Islam y democracia


El nuevo régimen de Túnez puede ofrecer un ejemplo de mayores consecuencias que el de Turquía



El humorista del diario tunecino nos presenta a dos personajes que conversan. Uno de ellos expresa su miedo ante la llegada al poder de los islamistas, y cuenta al otro que se ha abastecido, por si acaso, de agua y de leche. “Te equivocas”, le contesta su interlocutor. “Harías mejor en almacenar vino y cerveza”. Una de las imágenes habituales del islamismo le identifica con la prohibición de las bebidas alcohólicas, y de hecho, siendo Túnez país musulmán, el Gobierno ponía las cosas difíciles a los bebedores de las clases populares, reservando la venta a tenduchos semiescondidos de propiedad estatal y solo en las principales localidades. Para los consumidores de alto nivel adquisitivo y turistas. El segundo indicador de intransigencia correspondería a la islamización del vestido femenino.
De momento, las únicas señales emitidas por Rachid Ghannushi, líder de Ennahda, el Partido del Renacimiento, vencedor en las elecciones, conciernen a lo segundo y en nada anuncian la aplicación de la vulgata islamista. El modelo sería el AKP turco de Erdogan. Solo puede preocupar su crítica al hecho de que en Túnez coexistan el francés y el árabe, que a su juicio debiera ser la lengua propia del país. Por lo demás, una vez suprimidas las restricciones del régimen de Ben Ali sobre el hiyab, Ghannushi ha anunciado un futuro de coexistencia, al regresar tras un largo exilio: “Las mujeres y los hombres son libres de elegir su estilo de vida; soy contrario tanto a imponer el velo, como a prohibirlo en nombre de la modernidad”. Su preocupación se vuelve hacia los problemas concretos que afectan a la mujer tunecina: el salario inferior al de los hombres, la ausencia de guarderías y algo de lo cual los espectadores españoles pueden percibir la importancia en el filme egipcio El Cairo 678: el acoso sexual. Como en el curso de la campaña electoral, la moderación ha presidido todas y cada una de las declaraciones del veterano político, aun cuando tendría razones para quejarse por un sistema electoral que castigó a Ennahda como partido ganador, impidiendo su clara mayoría absoluta en la Asamblea Constituyente.
Bajo la bandera del islam, la democracia parece haber llegado a Túnez, no sin seguir un recorrido sinuoso, ya que el factor religioso no contó en la insurrección contra Ben Ali y los grupos progresistas han tenido pésimos resultados. Incluso entró en escena un factor inesperado, con el millonario residente en Londres que obtuvo casi el 10% de los votos haciendo campaña solo desde su televisión. Pero el sustrato islámico estaba lo suficientemente arraigado en la sociedad tunecina como para imponerse, más aún si su portavoz político desarrollaba una campaña abierta a la tolerancia y al pluralismo de cara al futuro.
Es cuestionable llamar “islamista” a un Gobierno que no implante la ‘sharía’
En el caso de que tales previsiones optimistas se confirmen, se abre una nueva era en las relaciones entre la religión musulmana y la democracia, que ya había tenido antecedentes teóricos en autores tunecinos como Mohamed Charfi. Recordemos su libro Islam y libertad. Frente a la restauración del orden tradicional bajo el cumplimiento estricto de la sharía que parece inevitable en Libia, el nuevo régimen tunecino puede ofrecer un ejemplo de mayores consecuencias que el de Turquía, ya que en este caso existía el antecedente de Kemal Ataturk, con todo su legado de defensa del laicismo y, además, por encima de las creencias comunes, no se trata de un país árabe como Túnez. Lo que si conviene es tener en cuenta que si el islamismo turco, de posiciones radicales a mediados de los años noventa, parece haberse ajustado al patrón de la democracia, el tunecino puede seguir el mismo camino, guiado aquí por el conocimiento del grado de evolución de la sociedad que tendrá Ennahda a su cargo.
Como consecuencia, resulta cuestionable llamar “islamista” a un Gobierno que renuncie a implantar la sharía, adopte una Constitución democrática y promueva el pluralismo político. Es útil llamar a las cosas por su nombre. El islamismo tiene una seña de identidad clara que es la adopción de la sharía, del conjunto de normas basadas en el Corán y en las sentencias del profeta, con el objeto de mantener o forjar un orden social regido en su totalidad por el principio de “ordenar el bien y prohibir el mal” cuyo contenido marcan los textos sagrados. Fue el programa tradicional de los Hermanos Musulmanes de Egipto, de los cuales procede Ennahda, y lo es hoy de los principales movimientos islamistas en el mundo. No lo es, según sus palabras, de Ennahda. Partido islámico o simplemente musulmán sería una calificación más ajustada.
Es la ocasión también para distinguir entre islam e islamismo, en el sentido de la tradición doctrinal, tantas veces olvidada, del islam progresivo. Desde que en 1925 Ali Abderraziq, teólogo de la Universidad de Al-Azhar, afirmara la posibilidad (y la necesidad) para los musulmanes de elaborar una doctrina moderna del Estado, al poner en cuestión el califato como institución divina, una corriente minoritaria de pensamiento, pero de argumentación sólida, ha sentado los fundamentos de una convergencia entre islam y democracia. En su base está la idea de que la enseñanza del profeta no determina forma alguna de Gobierno en particular. La construcción teológica contenida en la primera parte del Corán, las aleyas de La Meca, es de naturaleza fundamentalmente religiosa, contempla la yihad como esfuerzo hacia Dios y no contiene un mensaje político vinculante; incluso en la fase medinense del profeta armado, en el llamado “versículo de los emires”, la autoridad es vista desde el ángulo de la obediencia debida a quien la ejerce legítimamente. Insistiendo en el mismo punto, el profesor marroquí Mohamed al-Jabri, en La razón política en el islam, recordaba que la doctrina islámica no era asociable con ninguna forma política concreta y que, en todo caso, aquí en directo enfrentamiento con los islamistas, la referencia a la consulta (shura) del profeta con sus compañeros sería un antecedente de las formas democráticas de organización del poder. Aun desde juicios históricos discutibles, más allá va aún Fátima Mernissi, al asociar la democracia y el concepto islámico de razón con las mujeres creyentes, asumiendo el papel de vanguardia de esa lucha para poner fin a un orden social fundado sobre “la ocultación de lo femenino”.
Como ocurriera con la formación del cristianismo democrático en el siglo XIX, al buscar refugio en los Evangelios frente a la Iglesia oficial, el islam democrático se remonta a “la inspiración de los orígenes”, perdida luego con las elaboraciones de los “piadosos antepasados”, referencia esencial del islamismo, con el propósito de combatir la idea de que la doctrina islámica es una ortodoxia irreformable. Citemos Islam y modernidad, del también tunecino Abdelmajid Charfi. El dato de la crítica de Ghannushi al salafismo y al radical Sayyid Qutb, fundador del yihadismo moderno, mostraría su alineamiento con dicho enfoque.
En fin, la lectura democrática del islam no solo responde en los últimos tiempos a una evolución en el terreno de las ideas, sino también a la constatación del carácter opresivo del islamismo realmente existente. Es así como el pensamiento musulmán progresista surgió con fuerza en Irán al percibir destacados participantes en la “revolución de los ayatolás” el precio de la ausencia de democracia. Frente al islam de la identidad, Abdelkarim Soroush propugnará un islam de la razón, cuya acción crítica debe permitir la distinción entre los aspectos nucleares y los accesorios de la religión. Lo esencial es sembrar “la cultura de la democracia”, explicó el ayatolá Montazeri, sucesor designado de Jomeini que este apartó a última hora. La fallida revolución verde resulta de estos antecedentes. Esperemos que la experiencia de la vida en democracia y una prolongada oposición a la dictadura desde el exilio hayan movido las posiciones políticas de Ennahda en la misma dirección.
Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

Bulgaria apuesta por la continuidad y elige al candidato oficial a la presidencia


La victoria de Rosen Plevneliev supone un espaldarazo en la lucha del Gobierno contra el crimen organizado y la corrupción

Un 20% de los búlgaros está dispuesto a vender su voto por entre 15 y 25 euros



La compra de votos, la corrupción, las protestas y el desempleo que han marcado la campaña electoral para las presidenciales del domingo en Bulgaria ponen de manifiesto las carencias de la joven democracia europea. La victoria de Rosen Plevneliev, candidato del partido gubernamental Ciudadanos para el Desarrollo Europeo (GERG), es una señal de que la mayoría de los ciudadanos prefiere la continuidad. Plevneliev, de 47 años, ha resultado elegido este domingo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales búlgaras, según los primeros sondeos a pie de urna. El candidato oficialista ha obtenido un 52,5% de los votos, adelantando a su rival, el socialista Ivaïlo Kalfin, que ha recibido el 47,4%.
Pero eso no quiere decir que los búlgaros se conformen con lo que tienen: el país más pobre de la UE y el segundo más corrupto. La formación del primer ministro, el exkarateka Boiko Borisov, llegó hace dos años al poder con un programa electoral centrado en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Además, estas elecciones presidenciales han estado marcadas por el ascenso de los socialistas de Ivailo Kalfin y los buenos resultados de la independiente Meglena Kuneva, excomisaria europea, mientras la extrema derecha (el partido nacionalista Attack) no ha conseguido hacerse con un hueco, pese a todos los temores que había al respecto.

Sin embargo, no están muy convencidos de que las cosas puedan cambiar de verdad. Transparencia Internacional calcula que un 80% de los búlgaros está convencido de que las elecciones se manipulan. “Hemos seguido las campañas los últimos diez años y hemos visto que los intentos para manipular los resultados a través de la compra de votos, las presiones de las empresas y otras tácticas ilícitas son demasiado comunes”, explicaba recientemente Diana Kovatcheva, directora de la organización en Bulgaria. Según sus datos, hasta un 20% de los votantes está dispuesto a poner su papeleta a la venta. Durante la última campaña, hubo decenas de denuncias de compraventa de votos y tras la primera vuelta se detuvo por ello a ocho personas.
Durante la campaña, ha habido decenas de denuncias de venta votos y tras la primera vuelta se detuvo a ocho personas
¿Por qué venden su voto? Principalmente porque necesitan el dinero o temen perder su trabajo si no lo hacen. El salario medio apenas alcanza 350 euros mensuales (por un voto se ofrecen entre 15 y 25, según los medios locales) y la tasa de paro supera el 10%. A pesar de los duros ajustes fiscales puestos en marcha por el Gobierno, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo ha revistado a la baja la previsión de crecimiento del país del 3,7% al 2,3% para este año por su mayor exposición a la crisis de la deuda europea (uno 58% de la inversión directa en Bulgaria proviene de la zona euro, sobre todo de Grecia; y los bancos búlgaros están participados por entidades griegas).
Pero sobre todo, más allá de las cifras, los ciudadanos están convencidos de que, hagan lo que hagan, el país seguirá hundido en la corrupción. Bulgaria tiene los ciudadanos más tristes del mundo, después de Haití, según un estudio de Richard Easterlin, profesor de economía de la Universidad del Sur de California.
El salario medio apenas alcanza 350 euros mensuales y la tasa de paro supera el 10%
Con la amenaza creciendo de la crisis financiera, la desaceleración económica y el enésimo bloqueo por parte de la UE de la entrada de Bulgaria y Rumanía en Schengen por la corrupción rampante y el crimen, los búlgaros tienen motivos para no estar muy contentos. Los disturbios surgidos a raíz de la muerte de un joven en un atropello en septiembre son una muestra. Cientos de ciudadanos encolerizados se plantaron frente a la casa de un líder local gitano, Kiril Rashkov, socio del presunto homicida, que se dio a la fuga. Rashkov es un hombre muy rico sin fuentes de ingresos legales conocidas.
Perfiles como el suyo abundan en el país. El actual primer ministro ha prometido frenar la corrupción y el crimen organizado. Pero los resultados han sido modestos. El momento más importante se produjo a principios el año pasado con la detención de Alexei Petrov, un conocido empresario y antiguo espía, acusado de ser uno de los capos de la mafia búlgara, cosa que él niega. Fue encarcelado y, aunque tiene varios juicios pendientes (por chantaje continuado y amenazas de muerte a un socio), ahora está libre. De hecho, fue uno de los candidatos a la presidencia que se quedaron descolgados en la primera vuelta. Ha habido más arrestos, pero los expertos consideran que aún queda mucho por hacer.

Palestina avanza en el ingreso en la ONU


La Unesco admite al territorio palestino como miembro de pleno derecho a un mes de la votación en el Consejo de Seguridad y a pesar de las presiones de EE UU



La Autoridad Palestina logró ayer una histórica victoria diplomática, con su adhesión como miembro de pleno derecho en el seno de la Unesco, la agencia de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Pese a las presiones estadounidenses de última hora, la 36ª Conferencia General del organismo, reunida en París, validó con 107 votos a favor, incluido el de España, 14 en contra y 52 abstenciones la petición palestina.
Se trata de un éxito simbólico de cara al ingreso de un Estado Palestino en la ONU, un asunto que tendrá que votar el Consejo de Seguridad en un mes. Washington, que considera la adhesión contraproducente para la paz, anunció ayer la retirada de 60 millones de dólares (unos 43 millones de euros) a la Unesco que tenía previsto transferir en noviembre. “Estados Unidos no ha tenido otra opción”, aseguró la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland.
“Todos sentimos el momento histórico, el alcance simbólico y la importancia de esta decisión para el pueblo palestino y para la Unesco”, afirmó la directora general del organismo, Irina Bukova, antes de dar la bienvenida a la organización palestina. La integración se hará oficial cuando la Autoridad Palestina firme en Londres la Constitución de la institución. “Este es el fruto de la aspiración de un pueblo por sumarse plenamente a la familia de Naciones Unidas del mundo”, añadió Bokova.
La adhesión palestina a la Unesco marca una nueva victoria simbólica en su recorrido por su reconocimiento como Estado de pleno derecho en la ONU. El pasado 23 de septiembre, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, pidió oficialmente la adhesión plena en la organización internacional con sede en Nueva York. El Consejo de Seguridad, en el que Estados Unidos ya anunció que opondría su veto, tiene previsto examinar la solicitud el próximo 11 de noviembre.
El resultado de la votación de ayer, que fue acogido por el pleno con los aplausos de la mayoría de los asistentes, refleja de nuevo la falta de consenso europeo. Mientras que España se sumó a la abrumadora mayoría de los países latinoamericanos, africanos y árabes y votó a favor, Italia y el Reino Unido se abstuvieron y Alemania se alineó con Estados Unidos, Israel y Canadá y votó en contra.
La sorpresa vino de Francia, que pese a haber manifestado reticencias en aprobar el nuevo estatuto de la Autoridad Palestina en la Unesco antes de que se examinara el cambio de estatuto en la ONU, finalmente dio su visto bueno.
Hasta el último momento se temió que la votación fuera anulada o que gran parte de los países que tenían planeado votar a favor dieran marcha atrás, debido a las gestiones de última hora de Estados Unidos en contra del ingreso. Sin embargo, el resultado ha puesto de manifiesto la importancia y la influencia creciente de los BRIC —Brasil, Rusia, India y China—, que apoyaron la demanda de adhesión a la Unesco y defienden también el ingreso del Estado palestino como miembro de pleno derecho en la ONU.
A diferencia de la ONU, donde la adhesión requiere el aval del Consejo de Seguridad en el que existe el derecho de veto, la admisión en la Unesco necesita, además de la recomendación del Consejo Ejecutivo —obtenida por la Autoridad Palestina ya a principios de octubre— la validación por parte de los dos tercios de los votantes que asisten a la Conferencia General, compuesta por todos los Estados miembros. En su 36ª reunión, que se celebra estos días en París hasta el próximo 10 de noviembre, la Conferencia General aprobó ayer la petición en una votación abierta a la que asistieron 173 países.
Se trata de un “momento histórico que le devuelve a Palestina ciertos derechos”, dijo nada más conocerse la decisión el ministro de Asuntos Exteriores palestino, Riyad al-Malki, que se desplazó hasta París para defender la adhesión en la Unesco. “Es el inicio de un camino duro que nos permitirá liberarnos de la ocupación”, añadió.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, calificó la votación de ese organismo de la ONU como “prematura y perjudicial para el objetivo compartido por la comunidad internacional de conseguir una paz justa, equilibrada y duradera en Oriente Próximo”.
El embajador de EE UU en la Unesco, David Killion, valoró la decisión de “contraproducente” y advirtió que “complicará la capacidad de EE UU de apoyar los programas de la Unesco”. La embajadora en la ONU, Susan Rice, recordó que “[la votación de la Unesco] no es un sustituto de las negociaciones directas y sí un grave daño para la Unesco”.
La Unesco deberá renunciar así a un 22% de su presupuesto,unos 60 millones de dólares, la cantidad aportada por Estados Unidos al organismo. Dos leyes de principios de los años noventa prohíben en efecto a EE UU financiar agencias de la ONU que reconozcan plenamente a Palestina mientras no exista un acuerdo de paz con Israel. El embajador Killion reiteró ayer que el ingreso “complicaba” las relaciones de su país con la institución internacional aunque reiteró el apoyo de su país a la labor de la Unesco.
Israel también anunció ayer que cesará su aportación a la Unesco, lo cual, sumado a la Estados Unidos, supondría para la agencia una pérdida de cerca de un cuarto de su presupuesto. Además, el embajador israelí ante el organismo, Nimrod Barkan, advirtió que los países que votaron a favor del ingreso perderán influencia sobre el Estado hebreo, en particular en lo que se refiere al proceso de paz.

¿Cómo salir de la crisis?

LA DESMUNDIALIZACIÓN EN CUESTIÓN


Por Jean-Marie Harribey
Profesor de la Universidad de Burdeos-IV, coordinador del libro de Attac Le Développement a-t-il un avenir? Pour une société solidaire et économe, Mille et une nuits, París, 2004, y autor de La Démence sénile du capital, fragments d’économie critique, Le

Deuda, recesión, estancamiento... Frente a este panorama global son pocos quienes aún defienden la mundialización. Sin embargo la desmundialización también comienza a despertar algunas objeciones…


l debilitamiento de las sociedades bajo los embates de las finanzas alcanzó un punto límite: las estructuras de la economía tiemblan y el velo ideológico que cubría sus representaciones se desgarra. Los chantres de la mundialización debieron pues acallar sus ditirambos en favor de la eficiencia de los mercados, y tomó forma un debate en torno a su antítesis: la desmundialización. La originalidad de esta idea reside en que no opone los fervientes de la ortodoxia a los “anti”, sino que atraviesa las filas de los economistas y políticos que se habían sublevado contra la dictadura de los mercados financieros, en particular en el momento del combate contra el proyecto de Tratado Constitucional Europeo.
Desde hace varios meses, editoriales, artículos y libros pusieron sobre el tapete los temas del proteccionismo, la salida del euro y la desmundialización (1). Los argumentos esgrimidos con mayor frecuencia remiten a la naturaleza de la crisis que vive el capitalismo, el marco de regulación necesaria y la cuestión de la soberanía democrática.

Un modelo de desarrollo colapsado

Desde comienzos de los años 80, las estructuras del capital se construyeron de manera tal que producían la máxima rentabilidad de las inversiones financieras –la “creación de valor para el accionista”–, mientras se orquestaba sistemáticamente la desvalorización de la fuerza de trabajo. Ésta permite aquélla, a medida que la libertad de circulación de la que gozaban los capitales posibilitó la competencia de los sistemas sociales y fiscales. Eso es lo que expresa el eufemismo “mundialización”: la reorganización del capitalismo a escala mundial para remediar la crisis de la tasa de ganancia que hacía estragos en la bisagra de los años 60-70, el triunfo de las clases dominantes cuyos activos financieros priman sobre los salarios y la obligación para las estructuras de regulación de someterse en adelante a las exigencias de los mercados.
Dos décadas bastaron para derribar este andamiaje: desde mediados de la década de 2000, la tasa de ganancia dejó de crecer en Estados Unidos y el crédito acordado a los pobres para paliar la insuficiencia de los salarios ya no bastó para absorber la superproducción industrial. El efecto se propagó a la velocidad de la circulación de los capitales.
La crisis no es una suma de dificultades nacionales (griega, irlandesa, portuguesa, española, etc.) que se desencadenaron sólo como consecuencia de problemas específicos internos de cada uno de los países, y sobre los cuales cabría preguntarse por qué se manifestaron simultáneamente. Esta crisis es ante todo la de un capitalismo que llegó a la “madurez” mundial, y cuya lógica de creación de valor para el accionista fue llevada a su paroxismo, puesto que todo estaba destinado a convertirse en mercancía, desde la producción de bienes y servicios básicos hasta la salud, la educación, la cultura, los recursos naturales y el conjunto de personas.
La mundialización no se reduce pues al libre intercambio de mercancías, es decir, a su circulación. Las finanzas por las finanzas mismas fueron alcanzadas por la ley del valor, es decir, por una doble exigencia hoy indisociable: revalorizar el trabajo que no es presurizable hasta el infinito, por un lado; hacerlo sobre una base material que se degrada o se enrarece (2). En la crisis financiera subyacen pues la superproducción capitalista y el callejón sin salida de un modelo de desarrollo.
Uno de los principales argumentos de los partidarios de izquierda de la desmundialización consiste en imputar a la mundialización la destrucción de empleos y la desindustrialización de los países ricos. “Hasta mediados de los años 90 –señala Jacques Sapir–, el aumento de la productividad en los países emergentes no era capaz de modificar las relaciones de fuerza con respecto a los países dominantes. En cambio, desde mediados de los años 90, se observa un aumento de la productividad muy importante en países como China o en Europa del Este. Desde entonces, sectores enteros de actividades abandonan los países industrializados” (3). No hay mejor manera de decir que la degradación de la relación de fuerzas entre la clase dominante y los asalariados en los países industrializados es anterior, por lo menos quince años, al surgimiento de China.
Tomando sólo el ejemplo francés, durante la década del 80 se produjeron el deterioro de la porción salarial en el valor agregado (aproximadamente cinco puntos de valor agregado bruto de las sociedades no financieras con respecto a 1973 y alrededor del doble con respecto a 1982) (4) y el aumento del desempleo. Los niveles alcanzados (muy bajos para la porción salarial y muy altos para el desempleo) no se modificarán realmente más adelante, salvo durante el corto período de 1997 a 2001. Resulta exacto decir pues que la competencia de las fuerzas de trabajo que se acentuó durante los últimos años fortaleció la posición adquirida por los sectores más pudientes; pero es inexacto atribuir a los países emergentes la principal responsabilidad del deterioro salarial en los países capitalistas avanzados.
Finalmente, la violencia de clase del neoliberalismo se traduce en el seno de los países ricos en una distribución capital/trabajo favorable al primero y en una modificación de la distribución interna de la masa salarial (los altos salarios obtienen aumentos muy fuertes, especialmente porque incorporan elementos de remuneración del capital como las stock options). Este segundo aspecto está al menos relacionado tanto con la posición social que ocupan los altos directivos de las empresas, debido a sus competencias técnicas, como con el dumping social exterior del que son víctimas los asalariados de la escala más baja.
De ahí la prudencia teórica necesaria para evitar que un conflicto de clases se transforme en un conflicto de naciones, prudencia que Lordon teme esté “condenada a la inanidad” ya que, según él, “las estructuras de la mundialización económica colocan (a los trabajadores chinos y los trabajadores franceses) también y objetivamente en una relación de antagonismo mutuo, contra el cual ninguna negación podrá hacer nada” (5). De hecho, la solución proteccionista establecería una preeminencia del antagonismo de naciones sobre el de clases. Ahora bien, la naturaleza sistémica de la crisis capitalista mundial remite a la relación social fundamental del capitalismo y pone en duda la capacidad de las poblaciones para salir de ésta a través de un camino nacional.
Salvo muy raras excepciones (como Ecuador con la cuestión de la deuda, por ejemplo), los Estados se encargan de hacer pagar la crisis a las poblaciones; tal es el objetivo fundamental unificador de las clases dominantes. Ningún gobierno quiere ni puede correr el riesgo de asumir las consecuencias de un incumplimiento de las deudas soberanas que podría propagarse desde el momento en que se soltara el primer eslabón. Todos condenan así sus economías a la recesión. Por otra parte, la mundialización no sólo es comercial y financiera; es también productiva, al punto que los grandes grupos multinacionales se preocupan poco por la evolución económica nacional (6). La cuestión de los espacios pertinentes de regulación y de lucha contra la crisis es pues crucial.

Soberanía, regulación y cooperación

¿Debe fustigarse la “quimera” (7) de las instituciones internacionales fuertes? Sí, si se trata de rechazar el cliché de la “gobernanza mundial” o de condenar las tergiversaciones y los fracasos de los G8, G20 y otros conciliábulos de los gobernantes dominantes. Pero hay un problema a resolver: el de la construcción de una regulación mundial. El período que citan como ejemplo los partidarios de izquierda de la desmundialización es además el de la posguerra marcado por la regulación de tipo keynesiano inaugurada en Bretton Woods.
Dos hechos decisivos muestran la urgencia de una regulación, sin esperar que el capitalismo sea abolido o simplemente restringido. El primero recae sobre la agricultura, que hoy se caracteriza por la desregulación del intercambio agrícola en todos los niveles, que tiene como consecuencia la captación en los países del Sur de las mejores tierras para los cultivos de exportación en detrimento de los cultivos para consumo interno, la caída de la demanda efectiva y la extrema volatilidad de los precios básicos mundiales. ¿Cómo es posible imaginar que cada país pueda encontrar una relativa autonomía y ver así instaurarse una soberanía alimentaria si los mercados agrícolas no son rigurosamente encuadrados a escala mundial para liberar los productos agrícolas y, más aun, todas las materias primas, de la influencia de la especulación y los riesgos del mercado? (8).
El segundo hecho atañe a la lucha contra el recalentamiento climático que concierne a todo el mundo. Ahora bien, hasta el momento, los fracasos de las negociaciones después de Kyoto, en Copenhague en 2009 y Cancún en 2010, se debieron esencialmente a los conflictos de intereses entre los Estados más poderosos, prisioneros de su obediencia a las exigencias de los lobbies y grupos multinacionales. El surgimiento de una conciencia ciudadana para la salvaguarda de los bienes comunes, dotada de una visión global, puede influir en estas negociaciones, por ejemplo, a través del llamado de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático, por iniciativa del gobierno boliviano en abril de 2010.
Además, tanto la agricultura como el clima revelan la imperiosa necesidad de cambiar radicalmente el modelo de desarrollo subyacente a la mundialización capitalista. Este aspecto es a veces ignorado por los partidarios de la desmundialización que tienen como principal referencia el modelo fordista nacional, desde luego mejor regulado que el modelo neoliberal, pero que generó un productivismo devastador. Nos enfrentamos pues a la definición del lugar donde puede ejercerse la soberanía democrática.
¿Cómo plantean el problema los partidarios de la desmundialización? “Independientemente de lo que se piense, la solución de la reconstitución nacional de soberanía impone su evidencia porque tiene sobre todas las demás el gran mérito práctico de estar allí, inmediatamente disponible, evidentemente a través de las transformaciones estructurales que la tornan económicamente viable: proteccionismo selectivo, control de los capitales, supervisión política de los bancos; todas cosas perfectamente realizables, siempre que se lo desee”, escribe Frédéric Lordon (9). Estos tres niveles de transformaciones estructurales son totalmente pertinentes. Lo que genera problemas es “la evidencia”, lo “inmediatamente disponible”, lo que “ya está ahí”, mientras que el proceso de mundialización tuvo como principal consecuencia vaciar la democracia de su sustancia para confiar las llaves de la casa común a los mercados financieros.
Por lo tanto, la extrema dificultad que los pueblos deben superar es reconstruir totalmente su soberanía y no simplemente reactivarla. La tarea debe realizarse tanto a nivel nacional como, en lo que respecta a los europeos, a nivel regional, dado que el enfrentamiento con las fuerzas del capital ya no se produce únicamente a nivel nacional, ni siquiera quizás principalmente. La contradicción a superar se debe a que si bien la democracia aún se expresa, sobre todo a escala nacional, las regulaciones y transformaciones que deben realizarse, especialmente ecológicas, se sitúan más allá de las naciones; de ahí la importancia de la creación progresiva de un espacio democrático europeo. Al no ser la crisis una suma de crisis nacionales, no habrá una salida nacional de la crisis.

Una transformación radical

Queda entonces la cuestión de saber por dónde comenzar el trabajo de deconstrucción del capitalismo neoliberal. A corto plazo, y de manera urgente, declarar ilegítimas la mayoría de las deudas públicas y anunciar que no serán honradas, decidiendo a escala europea los países prioritarios, teniendo en cuenta sus dificultades. Basar estas decisiones en una auditoría general de las deudas públicas. Proceder a la socialización de todo el sector bancario europeo. Y restaurar una fuerte progresividad de la fiscalidad. No existe al respecto ninguna imposibilidad práctica; sólo falta la voluntad política de “la eutanasia de la renta” (Keynes) mediante su eliminación (10).
A mediano y largo plazo, el proceso que debe iniciarse es el de la transformación radical del modelo de desarrollo en un sentido no capitalista. La destrucción de las actuales estructuras de las finanzas es el primer paso que la prohibición de las transacciones de mutuo acuerdo y de los productos derivados y la tributación de las restantes transacciones financieras podrían llevar a cabo. Pero, además, es indispensable la estricta delimitación del espacio mercantil gobernado por la búsqueda del beneficio para que puedan desarrollarse actividades no mercantiles u orientadas a la satisfacción de las necesidades de las poblaciones preservando el equilibrio ecológico.
¿Qué nombre darle a todo eso? Las protecciones que son necesarias (del derecho laboral, la seguridad social, la naturaleza...) no constituyen necesariamente un sistema proteccionista. La idea de selectividad de los sectores que deben “desmundializarse” o, por el contrario, universalizarse, es sin dudas más difícil de implementar, pero ofrece las ventajas de señalar los verdaderos objetivos que deben alcanzarse, esbozar una bifurcación socio-ecológica de las sociedades y construir paso a paso una cooperación internacional digna de ese nombre. Éste es el mensaje del altermundialismo, que no abandona en absoluto la crítica a la mundialización, sin por ello creer pertinente su aparente opuesto.


1. Para una visión general de las controversias, véanse Harrrribey, J.M., “Démondialisation ou altermondialisme?”, http://alternatives-economiques.fr/blogs/harribey/2011/06/07 y “La démondialisation heureuse? Éléments de débat et de réponse à Frédéric Lordon et à quelques autres collègues”,
http://alternatives-economiques.fr/blogs/harribey/2011/06/16/. Además, Frédéric Lordon, www.fredericlordon.fr/triptyque.html, Bernard Cassen y Jacques Sapir, www.medelu.org.
2. J. M. Harribey, “Crise globale, développement soutenable et conceptions de la valeur, de la richesse et de la monnaie”, Forum de la Régulation, París, 1/2-12-09, http://harribey.u-bordeaux4.fr/travaux/monnaie/crise-valeur-monnaie.pdf.
3 J. Sapir, “La mondialisation est-elle coupable?”, Debate entre Daniel Cohen y Jacques Sapir, Alternatives économiques, N° 303, junio de 2011.
4. Informe J. P. Cotis, “Partage de la valeur ajoutée, partage des profits et écarts de rémunérations en France”, Institut national de la statistique et des études économiques (INSEE), París, 2009.
5. F. Lordon, “La desmundialización no es una mala palabra”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2011.
6. M. Husson, “Une crise sans fond”, 28-7-11, http://hussonet.free.fr/sansfond.pdf.
7. F. Lordon, op. cit.
8. Aurélie Trouvé y Jean-Christophe Kroll, “La política agrícola común agoniza”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2009.
9. F. Lordon, “Qui a peur de la démondialisation?”, 13-6-11, http://blog.mondediplo.net/2011-06-13-Qui-a-peur-de-la-demondialisation.
10. François Chesnais, Les dettes illégitimes, Quand les banques font main basse sur les politiques publiques, Raisons d’agir, París, 2011.

Traducción: Gustavo Recalde

jueves, 27 de octubre de 2011

Cristina y sus hijos le rindieron homenaje a Néstor Kirchner


La presidenta encabezó hoy la ceremonia del traslado de los restos del ex presidente al nuevo edificio.


Los restos del ex presidente Néstor Kirchner fueron trasladados esta mañana al mausoleo construido en su honor en el cementerio de Río Gallegos, en una ceremonia íntima de la que participaron la jefa de Estado, familiares y funcionarios, a un año de su fallecimiento.


Militantes de la agrupación juvenil La Cámpora y de la organización social Tupac Amarú, con su líder jujeña Milagros Sala a la cabeza, y trabajadores de UPCN Santa Cruz acompañaron el acto solemne puertas afueras del cementerio de la capital santacruceña con cánticos en recuerdo del ex mandatario.



Acto íntimo. La ceremonia de traslado de los restos del ex presidente desde el panteón familiar al mausoleo financiado por el empresario kirchnerista Lázaro Báez se prolongó dos horas y la Presidenta estuvo acompañada por sus hijos, Máximo y Florencia, y su madre, Ofelia Wilhelm.
Desde las 14, el mausoleo estará habilitado para el público, aunque un comunicado de la secretaría general de la Presidencia advirtió que no se podrá ingresar con cámaras o filmadoras.
Pudieron acceder al homenaje "íntimo y privado" el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; los secretarios de Legal y Técnica, Carlos Zannini, de Comunicación Social, Juan Manuel Abal Medina, de Inteligencia, Héctor Icazuriaga, y de la Presidencia, Oscar Parrilli; los ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, y de Planificación, Julio De Vido; y los integrantes de La Cámpora, Andrés Larroque y Juan Cabandié, entre otros.
También el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, que definió como "emotiva" a la ceremonia, y afirmó que "realmente se merecía" Kirchner el homenaje realizado.
Emotivo acto. "Estamos muy emocionados de poder estar hoy acá, acompañando a la familia y a todos los amigos de Néstor. Fue el mejor dirigente que tuvo el país, junto con Perón. Fue realmente un patriota", sentenció Ishii, al salir del cementerio de Río Gallegos.
Los periodistas estuvieron alejados del lugar de la ceremonia por un vallado, y además dos camionetas Traffic obstaculizaron la visión del mausoleo, de once metros de altura, que cuenta con un pabellón nacional.
Cristina Fernández había llegado anoche a la capital santacruceña, junto a sus hijos, donde permanecerá hasta el domingo, antes de regresar a la Capital Federal. No se indicó si asistirá esta tarde al descubrimiento de un monumento a Kirchner en el centro de Río Gallegos.
Milagros Sala. Antes de la ceremonia, la líder de la agrupación social Tupac Amaru, Milagros Sala, dijo que "Néstor Kirchner está presente en la militancia".
"Humildemente estamos acá. Somos respetuosos de la familia, venimos solamente a acompañar", declaró Sala.
La dirigente social relató una de las anécdotas de sus encuentros con el fallecimiento ex mandatario: "Cuando nos invitaron a Olivos para hablar del país, me di vuelta y ví que había un cuadro de Tupac Amaru. ¿Y eso?, pregunté. Me respondió que los pueblos originarios también estaban en su gobierno".
A muchos kilómetros de la ceremonia de inauguración del mausoleo, militantes y admiradores de Néstor Kirchner dejaron flores, banderas, fotos y mensajes en las rejas perimetrales de la Casa Rosada, en la Capital Federal.

El mundo debate, el país duerme


Por Federico Kukso
Periodista científico.

Tras la catástrofe de la central atómica de Fukushima, en Japón, en casi todo el mundo se renovó la aversión hacia la energía nuclear y el debate sobre su uso, que permanecían un tanto adormecidos. Pero en Argentina ningún candidato político menciona este tema.

Gustavo Cimadoro (www.muycima.tk)
ay ciudades que tardan miles de años en levantarse y tan sólo segundos en desaparecer. O lo que es casi lo mismo: en convertirse en pueblos fantasma, zonas radiactivas completamente excluidas de cualquier mapa o guía turística. La ciudad ucraniana de Chernobyl se unió a este club el 26 de abril de 1986. Y no está sola: nadie se olvida de la isla estadounidense Three Mile Island (y del incidente nuclear de 1979). Y el 11 de marzo pasado se sumó un nuevo integrante, un nuevo pueblo condenado: Fukushima, hasta entonces una localidad de 300 mil habitantes ubicada 200 kilómetros al noreste de Tokio, conocida por su increíble producción de seda y que, desde su fundación en 1907, cargaba con un nombre que no hacía más que tentar a la historia (créase o no: “Fukushima” en japonés significa “isla de la buena fortuna”).
Error humano uno y un susto provocado por errores de diseño y ayudado también por la posibilidad de la aniquilación total propiciada por la naturaleza el otro (un terremoto de 9 grados en la escala Richter dejó sin electricidad a esta región de Japón y el posterior tsunami dañó los generadores diesel que son los que brindan energía eléctrica en caso de emergencia), tanto el desastre de Chernobyl como el de Fukushima despertaron las mismas pesadillas y sueños de destrucción: el miedo a la tecnología fuera de control. El peligro que conllevan los mismos artefactos que el ser humano había desarrollado se volvió por un instante más tangible. “Nos hemos convertido en las herramientas de nuestras herramientas”, ya decía en 1854 el escritor y filósofo estadounidense Henry David Thoreau.
Las explosiones transmitidas en vivo por internet, los informes de liberación de radiación, las nubes que como hongos blancos escapaban de los edificios que albergan los reactores nucleares y las imágenes de hombres ataviados con mascarillas y trajes metalizados como si fueran invasores del espacio exterior no hicieron más que revivir aquel sentimiento desaforado de desesperación que emerge luego de un atentado, de un magnicidio o de un accidente fuera de control. Tres situaciones extremas con la misma constante: la incomprensión (¿Qué hace que un ser humano decida inmolarse en un subte londinense? ¿Qué pasó por las cabezas de aquellos individuos que un día se despertaron, secuestraron dos aviones y los estamparon contra dos torres colmadas de gente? ¿Cómo la gran potencia tecnológica del mundo, el país que inventó la palabra “tsunami”, decide construir una central nuclear en la costa y ubicar el sistema de respaldo eléctrico en el lugar más inundable de la planta?). Japón es un país estrangulado energéticamente. No tiene petróleo ni gas ni carbón ni las características geográficas para construir grandes represas. Y no tuvo más opción que elegir la energía nuclear que al año le aporta casi el 30% de su elemento vital, la electricidad.
La ironía no pudo haber sido mayor: el único país del mundo que sufrió en carne propia las consecuencias de la bomba atómica se enfrentaba a un desastre nuclear incitado por la naturaleza (y la negligencia humana, por supuesto).
Las réplicas de Fukushima
El caso Fukushima tuvo, como los terremotos, sus réplicas. Generó un shock tan grande a nivel internacional no por las víctimas que produjo o por las pérdidas económicas que les infligió a los bolsillos de los ejecutivos de la compañía eléctrica Tepco (Tokyo Electric Power). El efecto fue tan fuerte porque el incidente golpeó ahí donde duele: en el orgullo de una nación (“La causa del desastre fue el exceso de confianza en el poder de los sistemas y las decisiones humanas”, se lee en un editorial publicado en la revista científica Nature). El accidente nuclear fue una estocada para la imagen de Japón como país tecnológico. “Si pasó en Japón, ¿cómo no va a pasar en cualquier otro país del mundo?”, comenzó a preguntarse el televidente del otro lado de la pantalla.
Hasta marzo de este año, los ingenieros japoneses estaban totalmente convencidos. “Acá no puede suceder ­­–decían–. Esto no es la Unión Soviética ni Ucrania. Nuestras centrales son seguras”. Sin embargo, Fukushima cambió todo.
En una era marcada por la globalización, el incidente japonés fue verdaderamente global. Y volvió a activar las alergias mundiales ante la palabra “nuclear”, en una época en la que ya se apreciaban los primeros síntomas del renacimiento de este tipo de energía. Como una mancha de aceite, el “efecto Fukushima” se extendió por el planeta e hizo que los ojos del mundo se dirigieran con preocupación hacia las 432 plantas nucleares que operan en 30 países en todo el globo y los 66 reactores en construcción.
Donde más golpeó esta ola anti-nuclear fue en Alemania. Ya se advirtió el 12 de marzo cuando la revista alemana Der Spiegel con exageración tituló: “Fukushima: El fin de la era nuclear”. A días del incidente japonés, la canciller Angela Merkel revirtió su posición pro-nuclear y suspendió los planes del gobierno de alargar la vida de sus 17 plantas nucleares hasta que se complete una exhaustiva investigación de seguridad. Y ordenó el cierre de las siete plantas que iniciaron sus operaciones antes de 1980. ¿Conveniencia política ante la presión mediática o verdadera preocupación?
“La primera consecuencia positiva de Fukushima fue el reforzamiento de las condiciones de seguridad de todos los reactores del mundo –cuenta Jorge H. Barrera, director de la Maestría en Gestión de la Energía de la Universidad de Lanús–. Ahora van a tener más controles.”
Sin embargo, la ola de preocupación nuclear no estalló con tanta fuerza en Argentina. Quizás porque esta opción energética es de aquellos temas que se sabe que están pendientes, de los que se debe hablar o reflexionar, algo que al final nunca sucede. En el país, la energía nuclear es un tema invisible. Al fin y al cabo, son muy pocas las personas que saben (o les interesa saber) de dónde viene o cómo se produce la electricidad que ilumina nuestros hogares, que hace funcionar nuestras computadoras y mantiene encendidos nuestros celulares. Salvo, claro, cuando abruptamente se corta el suministro eléctrico y esta ausencia nos arroja a un estado de total abstinencia. De repente, aquel elemento mágico que baña nuestra existencia y hace que nuestras vidas discurran confortablemente desaparece y nos sentimos indefensos, desamparados como un hombre prehistórico en una caverna sin fuego.
Hablar de energía nuclear es un asunto tan espinoso en Argentina porque implicaría hablar también del gran monstruo negro que se avecina: una crisis energética a nivel nacional. Se sabe: en el mediano plazo, en los próximos 15 años, se encarecerán los precios de todas las energías fósiles como el petróleo o el gas natural.
¿Opción o necesidad?
En un escenario en el que las energías renovables (eólica y solar, por ejemplo) aún están atravesando su adolescencia –sus precios bajan pero por ahora no son energéticamente eficientes como para abastecer a megaciudades–, la energía nuclear más que como una opción es vista como una necesidad.
“Cuando vemos este panorama advertimos que la energía nuclear es absolutamente imprescindible a nivel mundial –explica Barrera–. Y en el caso de Argentina, decirle no a la energía nuclear significaría aumentar el consumo de carbón, petróleo y gas natural, cosa que no podemos hacer.”
Los defensores de la energía nuclear, además, subrayan su eficiencia. “Hay que pensar que con un kilo de uranio se puede generar una energía equivalente a la obtenida a partir de 100 barriles de petróleo, 20 mil m3 de gas o 35 toneladas de carbón –indica Rodolfo Kempf, investigador en Combustibles Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)–. Además, implica mucha más tecnología asociada, lo que supone un desarrollo más intensivo en conocimientos. El uranio debe ser declarado estratégico, debe prohibirse su exportación y sólo debe extraerse para ser utilizado como combustible nuclear.”
Obviamente, no hay una sino muchas visiones y opiniones sobre el tema. Y la crisis de Fukushima las multiplicó. Organizaciones ambientalistas como Greenpeace redoblaron sus protestas y volvieron a exigir –por enésima vez– la erradicación de la energía nuclear. Por ejemplo, Greenpeace International propone que para el año 2020 la energía nuclear utilizada en el planeta baje del 13% del total energético actual al 7%, para llegar al 3% en 2030 y estar en 0% en 2050.
Greenpeace, por supuesto, no es la única organización que ve en la energía nuclear un peligro real e históricamente comprobado. “Las centrales nucleoeléctricas no son una solución energética, son sólo un eslabón de una cadena de negocios que tuvo su nacimiento a la par de la industria militar –señala el ingeniero Pablo Bertinat, director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la UTN Rosario y coordinador del área de energía de la ONG rosarina Taller Ecologista (http://www.tallerecologista.org.ar)–. No se ha resuelto el problema de los residuos más allá de los discursos y estos últimos 60 años de energía nuclear en Argentina van a dejar desechos que habrá que cuidar durante miles de años con sus costos asociados. El sector nuclear sólo está vivo por el instinto y la voracidad de la industria nuclear de sobrevivir. En lugar de pensar en algún tipo de reconversión lo único que intentan hacer es vender centrales y tecnología para sobrevivir.”
En Argentina, la energía nuclear representa el 6% de la energía eléctrica del sistema nacional. Actualmente, funcionan dos centrales nucleares: Atucha I, en la provincia de Buenos Aires, y Embalse, en Córdoba. Y se espera que a principios de 2012 entre en producción Atucha II, que va a incorporar 700 MW al parque térmico. Hasta se piensa en la construcción de una cuarta y quinta planta (Atucha III, un proyecto de más de 3 mil millones de dólares que sería realizado y financiado junto con Canadá, Rusia y Francia y que podría tener dos usinas de 1.000 MW). Además, en estos momentos la CNEA está desarrollando un reactor íntegramente diseñado en el país: el CAREM, un reactor de baja potencia cuyo primer prototipo sería de 25 MW, pero los siguientes podrían alcanzar los 300 MW. Sería capaz de proveer, por ejemplo, suministro eléctrico a ciudades aisladas.
Madurez atómica
“Argentina es un país maduro en el tema nuclear –indica Máximo Rudelli, autor de Dioses y demonios en el átomo: de los rayos X a la bomba atómica–. No sólo tiene más de 35 años de experiencia en la operación segura de centrales nucleares sino que además transcurrió todas las etapas como comprador de nuevas centrales: desde la compra llave en mano hasta la participación en la ingeniería y la responsabilidad total sobre la construcción y la puesta en marcha, poniéndose a la altura de los países más avanzados. Sería tonto dejar de utilizar una forma de generar electricidad tan cómoda y sin impacto ambiental.”
Más allá de las controversias, el incidente de Fukushima cambia las reglas de juego y, más importante, muestra que es necesario promover la discusión y evitar las posturas extremas. “No debemos ubicarnos en un bando. No se trata de estar a favor o en contra de la energía nuclear. Hay que mirar la situación energética a nivel mundial. El tiempo de la energía fósil barata, que fue la base del crecimiento de los países hoy desarrollados, quedó atrás –concluye Barrera–. En Argentina, desde hace cinco años el gobierno ha dispuesto recuperar la energía nuclear. La necesitamos. Además, muchos de los avances de este tipo de energía se desparraman por el resto del sistema científico. Por ejemplo, en la medicina. Si queremos seguir viviendo con nuestro actual estilo de vida no podemos darle la espalda a la energía nuclear.”

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur


http://www.eldiplo.org/index.php/archivo/147-los-silencios-de-la-campana/el-mundo-debate-el-pais-duerme/

La decadencia de la industria militar rusa


ATRASO TECNOLÓGICO Y EQUIPOS OBSOLETOS



Por Vicken Cheterian
Periodista y autor de From Perestroika to Rainbow Revolutions, Reform and Revolution after Socialism, Hurst, Londres, 2011, de próxima publicación.

El sistema de defensa ruso actual, durante mucho tiempo descuidado, está lejos de ser lo que era en la Rusia soviética, cuando la armada se encontraba en el corazón del sistema industrial.


a victoria obtenida en la guerra-relámpago contra Georgia, en agosto de 2008, no impidió que Moscú iniciara al mes siguiente una reorganización completa de sus fuerzas armadas. “Los dirigentes rusos demostraron una gran sabiduría. Es poco frecuente que un gobierno introduzca reformas luego de haber ganado una guerra. Pero en este caso, a pesar de diez años fastuosos en los que los diferentes comandos militares habían contado con muy importantes recursos, la crisis de 2008 demostró que las fuerzas armadas rusas estaban envejecidas y eran incapaces de manejar armas modernas. Esa comprobación fue la que llevó al ministro de defensa Anatoly Serdyukov a anunciar la reforma más profunda jamás realizada en 150 años [tras la guerra de Crimea en 1853-1856]”, estimó el experto militar Alexandre Golts.
Ya en la década de 1990, las dos guerras de Chechenia habían revelado la fragilidad del ejército. El conflicto con Georgia –a pesar de un resultado evidente a sólo 48 horas del comienzo de las hostilidades, y de un alto el fuego concluido en las condiciones impuestas por Moscú, al cabo de cinco días de combate– aceleró la toma de conciencia, tanto en el seno de los estados mayores como de las élites políticas. El episodio demostró hasta qué punto el comando y el control del ejército, al igual que sus sistemas de reconocimiento y de comunicaciones, eran obsoletos. Aunque Georgia no contaba con aviones de caza, Rusia reconoció haber perdido cuatro aviones (tres cazas de combate Sukhoi 25 y un bombardero de largo alcance Tupolev Tu-22, utilizado en misiones de reconocimiento) derribados por disparos tierra-aire georgianos (1). En Tbilissi, por su parte, se sigue afirmando que se derribaron veintiún aparatos. La superioridad numérica y material de Rusia es indiscutible; sin embargo, el ejército de Georgia, que dispone de tanques T-72 reacondicionados en la República Checa, de drones de fabricación israelí y de sistemas de comunicación modernos, demostró su superioridad tecnológica.
La aplicación de una nueva reforma y los esfuerzos presupuestarios implementados para modernizar los equipamientos son la prueba del shock experimentado por Moscú durante el episodio georgiano (2). En diciembre de 2010 el presidente Dmitri Medvedev autorizó gastos por 22 trillones de rublos (540.000 millones de euros), es decir el equivalente al 2,8% del producto interno bruto (PIB) para cada año hasta el 2020, según lo prevé el plan de modernización de las fuerzas armadas adoptado ese mismo año. Semejante nivel de inversión estatal no tiene precedentes desde el fin de la guerra fría (3).

Tras la caída de la URSS

En los últimos quince años el ejército ruso no adquirió nuevos materiales: la fuerza aérea, por ejemplo, no recibió ningún aparato hasta 2003; luego de ese año sólo fue dotada de algunos aviones extra. El propio Medvedev lo reconoce: sólo el 15% de arsenal militar en servicio puede ser calificado de “obra maestra de la tecnología” (4). Las medidas recientes apuntan a permitir que las fuerzas armadas reduzcan su atraso, renovando de aquí al 2015 el 30% de su equipamiento con material que responda a los criterios actuales de modernización.
Sin embargo, no es seguro que el gobierno sea capaz de alcanzar esos objetivos. Durante la era soviética, la defensa ocupaba el centro de la economía. A pesar de que resulta difícil establecer una estimación, se puede decir que el esfuerzo militar absorbía por entonces, según el período, entre un 20% y un 40% del PBI (5). Luego del desmembramiento de la URSS, los clientes extranjeros fueron quienes decidieron sobre la prosperidad o la ruina de una actividad o de otra, dado que el sector sólo sobrevivía gracias a las exportaciones. La Rusia post-soviética no logró desarrollar ni producir nuevos armamentos.
Todos los equipamientos actuales fueron concebidos y fabricados bajo el régimen comunista, con dos excepciones. El caza de combate de quinta generación Sukhoi T 50, que debía competir con el F-22 Raptor de Lockheed Martin, actualmente en servicio en las fuerzas armadas estadounidenses, no tiene actualmente ningún rival en los aires. Probado a comienzos de 2010, su prototipo ya resulta de interés para las fuerzas armadas de India y Vietnam, aún cuando los expertos consideran que, por sus características en vuelo y su motor, es más bien un aparato de cuarta generación avanzada que de quinta generación. Otro prodigio de la alta tecnología de punta rusa, el misil intercontinental Bulava, tuvo dificultades técnicas. “Todas las pruebas de lanzamiento terminaron en fracaso debido a uno u otro de sus componentes”, observó Gots. En su opinión, ello se debería a una “ruptura en la cadena de producción industrial que impide a la industria de defensa rusa producir en serie”. Efectivamente, desde la caída de la URSS, miles de científicos abandonaron el país y no hubo nuevos contratados. Pero hay algo aún más importante: el conjunto del complejo militar-industrial, sobre el que no se hizo ningún esfuerzo de modernización, se fue desintegrando progresivamente… En el seno de la industria de defensa, eso generó dificultades para garantizar la renovación generacional: la edad promedio de los técnicos de ese sector es de 58 años.
En semejante contexto parece poco probable que Rusia vuelva a alcanzar el nivel de producción que tuvo en otro tiempo. En marzo de 2006, luego de una visita de Vladimir Putin a Argelia, ambos países firmaron un contrato por 8.000 millones de dólares según el cual Moscú se comprometía a suministrar al ejército argelino diversos materiales, entre ellos 35 cazas MIG-29. En 2008, Argel devolvió 15 de esos aparatos recibidos en los dos años precedentes, considerando que eran “de calidad inferior”. Los MIG rusos presentaban dos problemas: su sistema electrónico no correspondía con la descripción que figuraba en el contrato y, además, ciertas piezas provenían probablemente de viejos stocks de la era soviética. Moscú no se opuso a repatriar esos aviones, a los que destinó inmediatamente a sus propias fuerzas armadas.
La interminable saga del portaaviones Gorshkov representa una nueva humillación. Ese navío, puesto en servicio en la era soviética con el nombre de “Bakú”, y posteriormente rebautizado en homenaje al almirante Sergei Gorshkov (1910-1988), héroe de la Unión Soviética, había sido retirado por falta de medios y luego puesto en venta en 1996. En 2004, India se manifestó interesada en comprarlo por 950 millones de dólares y lo rebautizó INS Vikramaditya, nombre de un rey legendario. En esa ocasión estaban previstos varios cambios en el contrato de venta. Debían suprimirse los misiles de crucero para aumentar la capacidad de la flota aérea más importante. Luego de numerosos contratiempos y de múltiples enmiendas al contrato, la operación costaría tres veces el precio inicialmente convenido y la entrega, que debía realizarse en 2008, fue aplazada hasta 2012. En India, primer comprador de armas rusas, el caso del Gorshkov tuvo muchas repercusiones. Las autoridades fueron duramente criticadas, lo cual podría incitarlas a dirigirse a nuevos proveedores de equipos modernos (6).
Por ahora, las exportaciones están en constante aumento: de 2.500 millones de euros en 2001 a 5.400 millones en 2009 y 6.800 millones de euros en 2010. Pero Rusia podría perder la posición dominante que reivindica en el mercado mundial de armamentos. China, que fue el primer cliente ruso desde 1990, ya desarrolla sus propios aviones de combate de cuarta generación, los J-10, y produce tanques de guerra Tipo 99. Sin embargo, sigue figurando entre los principales importadores de armas rusas, detrás de India y Argelia (7). A comienzos de 2011, a pocos días de la visita del secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, Pekín dio a conocer su prototipo de avión de caza de quinta generación. Por ahora las necesidades de sus fuerzas armadas absorben toda la producción nacional, pero los expertos temen que China llegue a imponerse como un temible competidor para las exportaciones rusas.
El acuerdo firmado en enero de 2011 entre Francia y la marina rusa para la compra de dos navíos de guerra Mistral, de fabricación francesa, resulta emblemático de otra tendencia. El caso generó numerosas controversias en Rusia, donde muchas voces se hicieron oír para reclamar que el contrato, de 1.900 millones de dólares, sea otorgado a alguno de los numerosos astilleros desafectados del país. Los Mistral pueden embarcar hasta 700 soldados, 70 vehículos de transporte de tropas y 16 helicópteros. Son también un arma de ataque terrestre potencial, en un caso similar al del conflicto con Georgia. Esa eventualidad no es la primera vez que se presenta, pues en 2009 el ejército ruso ya había firmado un contrato con la firma israelí Israel Aerospace Industries (IAI) para la importación de 12 drones. En 2010 había firmado otro contrato que autorizaba la fabricación de drones de tecnología israelí en territorio ruso (8).
Para Ruslan Pukhov, director del Centro de análisis estratégico y tecnológico de Moscú (CAST), no debe sorprender que Rusia importe material militar: “La Unión Soviética fue una excepción”, afirma, recordando la autosuficiencia de un complejo militar industrial capaz por entonces de satisfacer todas las necesidades del Ejército Rojo. Y añade: “Incluso Estados Unidos, que goza de un presupuesto de defensa equivalente a la mitad de los gastos mundiales en ese rubro, compra armas en el exterior. Proveyéndose en otras latitudes, el gobierno ruso mantiene la presión sobre la industria de defensa nacional para incitarla a ser aún más competitiva, tanto en calidad como en los precios y en los plazos de entrega”.
En el futuro, y sobre todo si las conversaciones en curso sobre una remilitarización masiva llegan a buen término, el ministerio de Defensa recurrirá cada vez más frecuentemente a proveedores extranjeros, aunque Serdyukov no excluye la compra de tecnologías de defensa de origen nacional. Por su parte, y a pesar de que el esquema sea un poco diferente, el ejército estadounidense adquiere cada vez más armas rusas, desde Kalashnikov hasta helicópteros de transporte. El Pentágono prefiere las tecnologías básicas, poco onerosas y de fácil mantenimiento, para dotar a sus nuevos aliados, anteriormente equipados con armas soviéticas. Es el caso de los 59 helicópteros de transporte de tropas Mi-17 que desea comprar por un monto global de 800 millones de dólares para destinar a Afganistán, Irak y Pakistán (9).

El fin de las veleidades imperiales

En la industria civil pueden verse los mismos signos de estancamiento. Desde hace varios años Moscú trata de reactivar el sistema de navegación satelital Glonass, construido también en la era soviética. Destinado a competir con el estadounidense Global Positioning System (GPS) y el europeo Galileo, el proyecto ruso fue abandonado en la década de 1990 bajo la presidencia de Boris Eltsine. En 2002 las autoridades decidieron ponerlo nuevamente en marcha, y anunciaron la puesta en órbita de 24 nuevos satélites con el fin de perfeccionar el sistema antes de 2011. En 2010, durante un lanzamiento, un accidente causó la destrucción de tres satélites, generando pérdidas por 348 millones de euros. Hoy en día, la eficacia del sistema Glonass es inferior a la de sus competidores, tanto en lo que hace a su precisión como a la cobertura territorial, lo que pone en tela de juicio la integralidad del programa (10). La aviación civil, por su parte, compra preferentemente cargueros de fabricación Airbus o Boeing, mientras sigue siendo muy incierto el futuro comercial del Superjet 100, el avión de transporte de pasajeros desarrollado por Sukhoi.
Las reformas militares aparecen como una constante en la vida política rusa desde hace veinte años (11). En la década del 90, la palabra “reforma” –considerada sobre todo un eufemismo– se usaba a menudo para evitar mencionar el tremendo derrumbe de las fuerzas armadas. La llegada de Putin coincidió con el comienzo de una nueva guerra en Chechenia. Por entonces, el ejército había recibido presupuesto suplementario y, más allá de las violencias perpetradas y de las innumerables pérdidas de vidas humanas –civiles y militares–, había logrado recuperar algo de su prestigio. El presidente Putin utilizó entonces ese aura simbólica para proyectar la imagen de una Rusia que recobraba su poderío. Por entonces, Putin había puesto nuevamente de moda la tradición de los desfiles militares en la Plaza Roja para conmemorar la victoria del 9 de mayo de 1945. Incluso en el desfile de 2007 restauró la demostración aérea de los bombarderos Tupolev.
Sin embargo, según lo asegura Fyodor Lukyanov, jefe de redacción de la prestigiosa revista Russia in Global Affairs, “Rusia ya no tiene veleidades imperiales”. Y añadió: “Putin tiende a presentar la Segunda Guerra Mundial como la guerra de Rusia, ocultando la participación de los demás países. La victoria en la ‘gran guerra patriótica’, como se la llama aquí, fue un factor de unificación para todos los ciudadanos soviéticos. Putin trabaja parar devolverle a Rusia su rango de gran potencia, y no para reconstruir el Imperio”.
El programa de reformas lanzado en 2008 y las colosales inversiones en tecnologías militares de vanguardia deberían dar sus frutos luego de 2020. ¿Cuál será entonces el aspecto de la defensa rusa? Según el periodista Andrei Soldatov, “esta política no le debe nada a la guerra ruso-georgiana. Es muy anterior”. De todas formas, en el ejército es percibida como una sanción y prevalece un sentimiento de malestar. En los últimos dos años varias unidades de fuerza especiales (Spetsnaz) que habían participado en aquel conflicto y contribuido a la victoria fueron desmanteladas; el servicio militar obligatorio fue abolido y cien mil oficiales fueron destituidos. Todo eso acabó generando movimientos de protesta entre las filas de ese cuerpo, habitualmente más bien pasivo y apolítico. El objetivo oficial es reducir los efectivos de 1.200.000 soldados a 1.000.000. Pero en realidad, los efectivos ya son inferiores a esa cifra, dado que rondan los 750.000 hombres.
Al firmarse el contrato Mistral con Francia, sólo Georgia y los tres países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) manifestaron su desaprobación. A pesar de que esas naves patrullarán en el Báltico y en el Mar Negro, ni Polonia ni Turquía emitieron la más mínima crítica, y con razón: en el estado actual de las cosas, Rusia no es capaz de amenazar militarmente a esas dos potencias medianas; sólo sigue figurando entre las grandes potencias por su anticuado arsenal nuclear. Detrás de los discursos enérgicos y de la retórica de fachada, el Kremlin parece obligado a ceder cada vez más ante las exigencias de Washington. Así, a pesar de la oposición rusa a la instalación de bases estadounidenses en Asia central, el apoyo logístico a las tropas de Estados Unidos en Afganistán transita por la red ferroviaria rusa. De la misma forma, en septiembre de 2010, ante la presión de Estados e Israel, Moscú debió anular un contrato de venta de misiles antiaéreos S-300 a Irán.
¿Cómo pudo producirse semejante desintegración? Alexandre Perendijiev, oficial del Ejército Rojo y de la armada rusa antes de convertirse en profesor universitario, atribuye la situación actual a una corrupción endémica: “Nuestros gobernantes consideran que el dinero basta para resolver los problemas. Sin embargo, fue precisamente para poner un poco de orden y tratar de eliminar ese fenómeno que Serdyukov, ex jefe de la inspección de finanzas, fue designado ministro de Defensa. Pero el sistema sólo podrá cambiar si se ejerce un real control público”. A pesar de las declaraciones voluntaristas del presidente Medvedev, no es seguro que llegue a aplicarse una reforma tan profunda. Desde la Perestroika (12), y durante las diferentes fases de conversión que siguieron, el complejo militar industrial fue víctima de una falta de planificación y de visión política respecto del papel que tendrá en la nueva economía.

Un plan de modernización insuficiente

Mientras los círculos del poder debaten una vez más sobre la “modernización” del país, todo el mundo se esfuerza cuidadosamente por evitar la palabra “reforma”, lo cual muestra hasta qué punto ese término remite al traumatismo vivido durante el derrumbe del bloque del Este y a los esfuerzos de Mijail Gorbachov por hacer evolucionar el sistema soviético. Por lo tanto, las reformas no figuran en el orden del día, lo que no le impide a Medvedev y a sus colaboradores reconocer que el país es quizás demasiado dependiente de las exportaciones de petróleo y de gas, y que sus estructuras económicas se volvieron obsoletas… Los minerales constituyen hoy en día el 70% de las exportaciones, contra el 5% de los productos industriales (13). Si el plan de modernización de Medvedev se limita a luchar contra la corrupción de la burocracia y a inyectar en la economía una cierta dosis de desarrollo técnico y tecnológico, en poco tiempo se mostrará insuficiente y hasta superficial para muchos observadores.
¿Es posible establecer una conexión entre el debate actual sobre la modernización y las sumas astronómicas prometidas al sector de la defensa? No parece para nada evidente: Medvedev propone invertir 2.000 millones de dólares en la creación de un Silicon Valley a la rusa en Skolkovo, en la región de Moscú (14), mientras que Oxana Gaman-Golutvina, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Moscú, estableció una lista de 32 polos científicos del país que están financieramente abandonados.
Las políticas propuestas parecen hacer total abstracción de las realidades vividas en las infraestructuras científicas heredadas de la era soviética, y también parecen querer ignorar lo que aún subsiste del antiguo sistema en la industria de defensa. Así, resulta sorprendente que las nuevas propuestas no incluyan ninguna conexión entre el desarrollo de las altas tecnologías y la industria militar. Desde Gorbachov hasta Eltsine, y de Putin a Medvedev, hay una constante: cada uno de ellos, a su manera, subestimó el potencial de la industria de defensa. Lukyanov resume la situación de esta manera: “La conversión operada durante la Perestroika consistió en fabricar cacerolas en fábricas creadas para fabricar aviones supersónicos. Durante las reformas Gaidar [por Iegor Gaidar, primer ministro desde junio hasta diciembre de 1992] en la década del 90, no sabían qué hacer con el complejo militar-industrial. Entonces, se lo aisló del resto de la economía, dejándolo depender de las exportaciones. Ya no formaba parte del sistema económico nacional”.
Un análisis minucioso del complejo militar-industrial ruso desmiente varias leyendas que aún circulan sobre ese país. En primer lugar, la más difundida desde 2008 y el conflicto ruso-georgiano: la de una vuelta a la guerra fría. Suponiendo que Moscú tuviera la capacidad de hacerlo, no tiene ningún interés en amenazar al comando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y menos aún a la propia alianza. Otra falsa idea: la de un Putin opuesto a la oligarquía heredada de la presidencia Eltsine para crear un régimen manejado por la ex KGB y el Estado Mayor de las fuerzas armadas. Esta idea se ve reforzada por el mantenimiento en detención del oligarca Mikhail Khodorkovski, ex presidente de la firma petrolera Iukos, encarcelado desde 2004. Oxana Gaman-Golutvina no piensa lo mismo: ella considera que, efectivamente, “el entorno de Putin proviene del FSB [organismo que reemplazó a la KGB] y del ejército, pero, si bien esa influencia es real, se ejerce en primer lugar sobre el sector de las exportaciones de energía”.
Los dirigentes soviéticos y rusos jamás pensaron en aplicar las altas tecnologías a la industria de defensa para hacer de ellas el elemento central de sus reformas y de sus proyectos de modernización. Bajo el régimen soviético, ese sector, caracterizado por un funcionamiento opaco, que lo tornaba particularmente resistente a cualquier cambio (15), devoraba enormes cantidades del presupuesto nacional. Los reformadores del periodo Gorbachov no imaginaron que algún día pudieran emanar cambios positivos del complejo militar-industrial; por lo tanto, optaron por trabajar contra él, en lugar de apoyarlo. A partir de entonces, reforma tras reforma, nadie supo verdaderamente sacar partido de los sectores más avanzados de la industria nacional de defensa. Por no apreciar su valor, sencillamente se los dejó morir. Medvedev, por su parte, intenta imponer un plan de modernización aunque, temiendo las consecuencias sociales y políticas de esas reformas, por ahora se limita a elogiar el modelo del Silicon Valley estadounidense. Un país dotado de gas, de petróleo y de otros recursos mineros, cuya explotación permite a sus dirigentes contar con enormes ganancias, ¿puede sin embargo ignorar el desarrollo de las tecnologías de vanguardia?

1. Un estudio publicado por expertos rusos habla de seis aviones derribados, la mitad –al menos– por las mismas tropas rusas desde tierra. Ver Rouslan Poukhov, “Les chars d’août”, CAST, Moscú, 2010, www.cast.ru 
2. Nezavisimaya Gazeta, Moscú, 9-10-10.
3. Ria Novosti, 25-11-10:
http://en.rian.ru/mlitary_news/20101125/161496063.html 
4. Bloomberg, 18-3-2011, www.bloomberg.com/news/2011-03-18/medvedev-says-russia-to-triple-military-salaries-next-year-1-.html
5. William E. Odom, The Collapse of the Soviet Military, Yale University Press, New Haven, 1998.
6. “‘Second-hand’ Gorshkov costlier than new warship: CAG”, The Times of India, 24-7-09.
7. “Russia’arms exports to reach records 10 bln dollars in 2010”, Ria Novosti, 28-10-10,http://en.rian.ru/mlitary_news/20101028/161115404.html
8. “Israel signs $400 million deal with Russia”, United Press International, 15-10-10, www.upi.com
9. “On Pentagon wish list: Russian copters”, The Wall Street Journal, Nueva York, 8-7-10.
10. “Russia to launch new batch of Glonass satellites by June”, Ria Novosti, Moscú, 25-1-11.
11. Vicken Cheterian, “Mientras Chechenia consume todos los recursos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2000.
12. Nombre dado al programa de reformas lanzado en 1985 por Mijail Gorbachov.
13. “Medvedev calls for economy reform”, BBC News, Londres, 12-11-09.
14. “Russia’s Skolkovo may cost $2 billion in next 3 years- Vekselberg”, Ria Novosti, 1-6-10.
15. Archie Brown, The Gorbachev Factor, Oxford University Press, 1996, página 159.

Traducción: Carlos Alberto Zito



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