domingo, 29 de abril de 2012

Kenia: atentado contra iglesia deja un muerto y quince heridos


Una granada lanzada contra una iglesia en la capital de Kenia, Nairobi, cobró la vida de una persona y dejó, al menos, quince heridas.
La policía dice que la granada fue lanzada contra un templo de la Iglesia de la Casa del Milagro de Dios, durante una ceremonia, el domingo en la mañana.
En Kenia ha habido una serie de atentados desde que el gobierno enviara tropas a la vecina Somalia, el año pasado, para combatir al grupo islámico Al-Shabaab.

http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2012/04/120429_ultnot_atentado_kenia_cr.shtml

Decenas de heridos en enfrentamientos en Egipto


Decenas de seguidores de Hazem Abu Ismail, candidato islamista descalificado en su intento de participar en las elecciones presidenciales en Egipto, resultaron heridos en enfrentamientos con personas no identificadas en el centro de la ciudad de El Cairo.
Los hechos tuvieron lugar cuando cientos de sus seguidores realizaban una sentada frente al ministerio de defensa para protestar por la descalificación de Ismail hace tres semanas.
Según reportaron algunos manifestantes, el ataque lo habrían perpetrado agentes de seguridad vestidos de paisano, aunque otros reportes señalan que fueron residentes locales irritados por las protestas.
Los seguidores de Ismail reclamaron a las autoridades que se les proteja ante posibles ataques futuros.
Hazem Abu Ismail no es el único candidato a la presidencia descalificado para presentarse a las próximas elecciones generales en Egipto.

http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2012/04/120429_ultnot_internacional_heridos_egipto_aa.shtml

Paradoja electoral en Estados Unidos


EL CASO DE MISISIPI

Por Olivier Cyran*

La victoria de Rick Santorum en las primarias republicanas de Misisipi, en marzo pasado, confirma que en Estados Unidos la población raramente vota por quien defiende sus intereses. En efecto, los conservadores obtienen los mejores resultados en las regiones más pobres.


ovidas por el viento caliente del Sur, la bandera de la Unión y la confederada flamean lado a lado sobre el edificio de la Guardia Nacional de Misisipi. En esta institución patriótica “a la que todo el mundo aprecia, a diferencia de la policía de Jackson”, trabaja Lindsey Lemmons, un ama de casa blanca que se define como “más bien tradicionalista” y que, según declara, sale a correr por la mañana “con una pistola en el bolsillo”. No es precisamente el típico perfil de una contestataria anticapitalista. Sin embargo, la señora Lemmons es una de las caras de Occupy Jackson, la versión local de Occupy Wall Street (OWS). El pasado otoño boreal acampó, junto con unos veinte compañeros, durante dos meses –con intermitencias– en Smith Park, un parque de la capital del estado de Misisipi. Por lo demás, fue haciendo jogging en el barrio que descubrió la ocupación y decidió sumarse. “A diferencia de algunos de mis amigos del movimiento, no soy una izquierdista –dice–. Pero, al igual que ellos, estoy en contra de la codicia de los bancos y las multinacionales, contra su impunidad y su influencia sobre la vida política de este país”. Pero, ¿simboliza realmente este punto de vista la mentalidad del “99%” que el movimiento de los acampantes anti-Wall Street afirma representar? En Misisipi, el estado más pobre de Estados Unidos, pero también uno de los más conservadores, esto no resulta evidente.

Por la tarde, para volver a su casa después del trabajo o de las reuniones de militancia, Lemmons enfila derecho entre estaciones de servicio, iglesias evangelistas y centros comerciales, por interminables rutas que parecen concebidas para huir del centro de la ciudad más que para ir hacia allí. En su espejo retrovisor se desvanece el downtown de Jackson, con su Capitolio y su barrio comercial, más lejos sus calles destartaladas y sus casas ruinosas, donde un habitante de cada cuatro vive bajo el umbral de la pobreza y donde es más fácil conseguir metanfetamina fabricada en un hornillo que encontrar un café abierto. En la parte norte de Farish Street, apropiada hace cincuenta años por las marchas antisegregacionistas, hay solo un edificio en funcionamiento: el F. Jones Corner, un club de blues donde, hasta el alba, el sonido áspero del delta le pasa factura a la desolación.

Un campo de golf señala la entrada de Brandon, el suburbio residencial donde vive Lemmons. “Jackson se vació de su población blanca en los años que siguieron al fin de la segregación racial. Muchos se instalaron acá”, explica. Los ediles locales pueden agradecerle al movimiento de derechos civiles que, en 1964, decretó el fin de la supremacía blanca: ésta se desplazó a su casa, bajo una forma más templada y más próspera. Según el último censo, la población de Brandon, blanca en un 87%, goza de un ingreso promedio por habitante casi dos veces más alto que el de Jackson, que es negra en un 81%. Pero, para algunos, la población todavía es demasiado mixta. “Tengo vecinos que se quejan porque hay cada vez más negros en el barrio, casi el 30% –explica Lemmons–. Temen que eso haga bajar el valor de las propiedades”.

No se sabe cómo se las arreglan los vecinos para contar a los negros que viven en los alrededores: el barrio periférico de Evergreen Estates está compuesto por casas desperdigadas por el bosque. Pero el viejo caldo segregacionista es al menos tan tenaz como los temores del pequeño inversor sobre su bien inmueble. Según un sondeo reciente, el 46% de los electores republicanos de Misisipi consideran que los matrimonios interraciales deberían estar prohibidos (1). “Hay buenas razones por las que Dios nos creó de colores diferentes, y hay que honrar Su voluntad evitando casarse con alguien de un color distinto del que Él eligió para nosotros”, argumenta una residente de Misisipi en un correo electrónico enviado al instituto que realizó la encuesta (2). Como lo muestra la victoria del ultraconservador Rick Santorum en las primarias republicanas de Misisipi celebradas el 13 de marzo, la Biblia y el fusil siguen siendo una combinación ganadora. Una vecina de Lemmons lo confirma a su modo: republicana y cristiana hasta la médula, se declara, sin embargo, a favor del aborto, porque “elimina sobre todo a los pobres y los negros”.



Un amigo especial

Un siglo y medio después, evidentemente la derrota de los esclavistas durante la guerra de Secesión aún no ha sido del todo digerida: casi la mitad de los electores republicanos lamentan la victoria de la Unión. En este sentido, Misisipi se diferencia de sus antiguos aliados confederados, como Carolina del Norte y Georgia, donde la llegada más masiva de migrantes del Norte durante las últimas décadas tuvo como resultado diluir la nostalgia por la época gloriosa (3).

Para el visitante distraído, el modo en el que la historia de la esclavitud es presentada en los lugares conmemorativos resulta a veces desconcertante. En Vicksburg, pequeña ciudad anclada en el curso superior del río Misisipi, donde la Secesión conoció una de sus más ásperas derrotas, el museo del Antiguo Tribunal de Justicia dedica una sala a la memoria de Jefferson Davis, el efímero presidente de los Estados confederados. Allí se exhibe, escrita en letras grandes, la siguiente declaración atribuida a un esclavo del patriarca: “Cada hombre de color del que era propietario lo adoraba”. Abajo, un cartel señala con pedagogía que “había una relación muy especial entre Jefferson Davis y sus esclavos. No sólo era su amo, sino también su amigo”. ¿La esclavitud, una marca de gentileza? Viene a la mente esa frase de Black Boy, la novela autobiográfica en la cual Richard Wright cuenta su infancia miserable en el Misisipi de los años 20 y su espanto permanente ante el hombre blanco: “Sabía que todos los blancos del Sur se consideraban amigos de los negros” (4).

A propósito de este tema, comienza una discusión con Bill Sanders, un granjero blanco que quebró antes de reinventarse como reparador de máquinas agrícolas. Durante sus horas de poca actividad, a Sanders le gusta dar un paseo por el museo de Vicksburg para iluminar a los turistas ignorantes. “Se dicen muchas tonterías sobre los esclavistas, como que eran brutales, racistas y todo eso, pero en realidad los negros eran mucho mejor tratados en esa época que hoy. Créame que la vivienda y la comida a cambio de trabajo valen más que el crack comprado con subsidios”. Sanders dice ganar 2.300 dólares por mes, “una miseria cuando tenés chicos que sueñan con estudiar, pagás 500 dólares de alquiler y 500 dólares más por un seguro de salud”. ¿Wall Street? “Ladrones, todos amigos de Obama”. Sin embargo, no ocupará los parques municipales “con comunistas que quieren desarmar nuestras tropas”. Sanders no quiere mucho a los republicanos “y sus ensaladas”, pero Santorum le gusta bastante: “Es un tipo digno que cree en lo que dice”.

El guía voluntario del museo de Vicksburg es la imagen misma del estado de Misisipi: pobre, pero partidario de los ricos. El ingreso anual promedio por habitante es el más bajo de todo el país (35.000 dólares, contra 65.000 en New Hampshire), pero los electores, desde hace cuarenta años, no dejan de plebiscitar al candidato republicano en cada elección presidencial. El “estado de las magnolias” es una causa perdida para los demócratas de Washington, a tal punto que el equipo del presidente Barack Obama lo excluyó de su planificación de campaña.

Relaciones de fuerza

Pero no siempre fue así. Durante gran parte de su historia, a la mayoría blanca de Misisipi (que hoy representa al 60% de la población, versus un 37% de negros) sólo le importaban los demócratas, identificados con el “modelo sudista”, por oposición al antiesclavismo de los yanquis republicanos. Recién a partir de la presidencia de Franklin D. Roosevelt –que ganó en Misisipi con el 95,98% de los votos–, en 1933, y de la alianza sellada en los estados del Norte entre electores negros y partidarios de “New Deal”, el Partido Demócrata empezó una larga revolución cultural, concretada treinta años después cuando su dirigencia nacional apoyó el movimiento de derechos civiles. Desautorizados, los demócratas del Sur –“dixiecrats”, se los llamaba– intentaron durante algunos años preservar su coto segregacionista frente a los “traidores” del Norte, pero después debieron resignarse, muy a su pesar, a cambiar de planes y unirse a su enemigo hereditario. En adelante, el Partido Republicano sería el encargado de garantizar el “Southern way of life”. En Misisipi, las elecciones presidenciales de 1972 consagraron esta inversión de la relación de fuerzas con un maremoto histórico del 78% de los votos a favor del candidato republicano Richard Nixon.

Ernest Camel, un joven militante negro de Occupy Jackson, resume con hartazgo el panorama político local: “Aquí la cosa es simple: los blancos votan a los republicanos, los negros votan a los demócratas. Por tradición, para imitar al vecino, por las publicidades en la tele o las prédicas en la iglesia. Como los blancos son dos veces más numerosos que los negros, el Partido Republicano es el que gana, excepto en ciertas elecciones locales, como en Jackson. De todos modos, en Estados Unidos, la gente, blancos o negros, rara vez vota por los que defienden sus intereses”. Camel se ocupa de la diagramación del periódico interno editado por la universidad estatal de Jackson, frecuentada casi exclusivamente por estudiantes negros; un empleo que “apenas le permite pagar sus facturas”. Dice no padecer mucho el racismo, o en todo caso menos que su padre cuando era obrero en Kentucky.

Camel tiene preocupaciones más urgentes. Su padre, que sufrió un accidente de trabajo, no recibe indemnizaciones ni subsidios, y debe contar con la solidaridad familiar. La suerte tampoco le sonríe a su abuela, Margaret, de 72 años de edad. Ella trabajó toda su vida criando a sus ocho hijos, y se las arregló para, entre sus dos trabajitos, recibir la formación de enfermera en una universidad bautista “a tarifa reducida –explica–, pero supeditada a la obligación de tomar también cursos de religión. No tenía dinero con que pagarme un solo libro”. En 2005, huyendo del huracán Katrina que acababa de saquear su casa de Nueva Orleáns, se instaló en la casa de unos familiares en Jackson. Además de su magro equipaje, trajo consigo la silla de ruedas puesta a su disposición por Medicare, el programa federal destinado a las personas de edad. Pero, pocas semanas después, algún burócrata decretó, por razones misteriosas, que Margaret ya no tenía derecho a su silla. ¿Esto se debe a que no tiene un seguro privado, a veces obligatorio para los que dependen de la generosidad pública? ¿O es que todavía tiene demasiadas cosas, con su casa destruida y sus piernas vacilantes? Sea lo que fuere, una mañana, un equipo enviado por Medicare tocó la puerta de su refugio en Misisipi y se la llevó. “Me dijeron: ‘La silla cuesta 6.000 dólares’. Pero yo no tengo esa suma. Así que se la llevaron”.

Desde entonces ha tenido que volver a aprender a caminar dando pequeños pasos, rechinando los dientes, con ambas manos pegadas a sus caderas cansadas. Su casa de Nueva Orleáns no ha sido reconstruida, pero el Estado acaba de asignarle otra, flamante. La inspeccionamos: las paredes ya tienen rastros de moho, el detector de incendios se balancea en el techo, pendiendo de un hilo, los tomacorrientes eléctricos han sido colocados en cualquier lugar, la calefacción no funciona bien. Nueva, pero inhabitable. “Bienvenidos a Estados Unidos”, suspira Camel.

Quentin Whitwell muestra una cara más distendida. Hijo y nieto de abogados, abogado él mismo, de aspecto esbelto y elegante, evoca irresistiblemente una publicidad de un salón de manicura. Es también una de las esperanzas más prometedoras del Partido Republicano. Whitwell es el único conservador –y uno de los dos únicos blancos– que ocupa un escaño en el ayuntamiento de Jackson, dominado por los demócratas. Fundó una agencia de lobbying, Talon Group, que defiende los intereses de varias grandes compañías de Misisipi y Luisiana; misión para la cual su calidad de diputado local no debe ser nada inconveniente. ¿Qué remedio preconiza contra la pobreza que se ensaña con sus administrados? “Hace falta menos Estado y más responsabilidad. Atraer a las empresas, crear empleos, procurar que la gente se desprenda de su mentalidad de subsidiados”. Deberían seguir su ejemplo: “Yo nací con una gran bendición de la vida, es cierto, pero mi éxito no me lo dio nadie, lo construí yo”. Como demostración, Whitwell extiende a su visitante un ejemplar dedicado de la novela que acaba de escribir y publicar: una obra inscrita “en la tradición literaria de William Faulkner, Tennessee Williams y Richard Wright”, anuncia modestamente el reverso de la portada. Por lo demás, es inevitable pensar en Wright cuando el escritor vocacional subraya cada vez que puede que tiene “mucha simpatía por los afroamericanos”.

El mantra de Whitwell –atraer las empresas, crear empleos– ya encontró su traducción concreta. Estos últimos años, decenas de multinacionales, como Toyota o Rolls Royce, se lanzaron a Misisipi. En su página web, la agencia estatal de desarrollo alaba el “clima muy favorable” reservado a los inversores, así como la presencia de una “mano de obra calificada, numerosa y no sindicada”.

Clima ideal para inversiones

Esta alfombra roja sedujo al grupo Nissan. A fines de 2000, bajo el impulso de su nuevo presidente, Carlos Ghosn, el constructor japonés aliado a Renault eligió Misisipi para implantar su tercera sede de producción en Estados Unidos. “Una bendición de Dios”, tituló el diario local a propósito de los cuatro mil empleos creados (5). Para Nissan, la misericordia divina se manifestó en un sobre con 363 millones de dólares (275 millones de euros) que pagó el Estado, una larga serie de derogaciones fiscales y la disposición de treinta y dos hectáreas de terreno en Canton, unos treinta kilómetros al norte de Jackson.

Pero la ventaja realmente providencial del Deep South es, por supuesto, su eterno amor por los sindicatos. Por muy inverosímil que parezca, la Unión de Trabajadores del Automóvil (United Auto Workers, UAW) no figura en el anuario de Misisipi. Este sindicato histórico, que contaba con 1,5 millones de miembros en los años setenta, y que hoy todavía reivindica setecientos mil, ¿le habrá dicho adiós a la fábrica Nissan de Canton? De hecho, más bien ocurrió lo contrario. “¿Unirme al sindicato? ¡Usted está chiflado! Me echarían al minuto siguiente”, dispara rápidamente un obrero negro a través de la ventana entreabierta de su auto, antes de arrancar de nuevo, como una tromba.

“Todo el mundo está aterrado –confía otro, mientras llena el tanque en una estación de servicio en la autopista cercana–. Si te plantás o decís algo que no les gusta, te echan en un minuto. El trabajo es muy duro, hay mucha rotación. En mi línea de producción, los chicos rara vez se quedan mucho tiempo. Yo estoy agarrado hace ya dos años”. Su sueldo, dice, es de 12 dólares la hora. Es casi la mitad de lo que ganan sus colegas en las fábricas de Ohio o de Michigan, donde el UAW está presente. “No conozco mucho el UAW. Todo lo que sé es que acá no son muy bienvenidos. Para mí, 12 dólares es mejor que los 8 dólares que ganaba antes, en Wendy’s. La comida rápida… eso es un trabajo podrido. Entonces, mientras dure lo de Nissan yo estoy contento”.

La última aparición pública del UAW en Misisipi se remonta a febrero de 2005: una reunión de dos horas en un hotel de Jackson para alertar a un puñado de representantes, pastores y militantes cooperativos sobre la alergia antisindical de Ghosn. Allí se habló también de Misisipi como destino para multinacionales en busca de mano de obra barata, una especie de “zona franca deslocalizada dentro del propio territorio estadounidense”, según la expresión de un abogado laboral. Pero desde entonces, nada. Nada visible, en todo caso.

Sin embargo, buscando bien, terminamos identificando a un representante de oficio del UAW. Charles Rice asegura ya no tener “actividad sindical real”, razón por la cual no quiere hacer declaraciones sobre la fábrica Nissan. No obstante, accede a ponernos en contacto con un misterioso compañero que sabe más del tema. Pero, una vez más, es un esfuerzo inútil: “Perdón, no hablo con periodistas. Es demasiado peligroso”. Hace un año, bastó con que el UAW amenazara desde su sede de Detroit con hacer campaña contra los constructores que ignoran los derechos sindicales para que enseguida los ámbitos de negocios prepararan el alquitrán y las plumas: “Conocemos las exigencias insensatas del UAW, que manda al desempleo a los obreros a los que pretende representar. Ya es hora de que los habitantes de Misisipi le expliquen que no necesitamos un sindicato del automóvil en nuestro Estado”, lanzó uno de sus voceros (6).

Esclavitud encubierta

Aquí, en las zonas más conservadoras, todavía se ven empleadores que consideran extravagante la sola idea de pagarle a su personal. Es el caso en Vancleave, una pequeña ciudad triste y limpita de cinco mil habitantes ubicada en el extremo sur del estado, cerca de la costa del Golfo de México. Aquí, nueve habitantes de cada diez son blancos y republicanos. Sally Bevill también es blanca y, además, oficia como pastora en la iglesia metodista. Sin embargo, votó a Obama en 2008 y piensa hacer lo mismo este año. “Antes trabajaba en Biloxi, en la costa. Era mejor. Pero un día, en 2005, le abrí mi iglesia a personas sin techo cuyo hogar acababa de ser destruido por el huracán Katrina. La gente estaba escandalizada, mis superiores también. Para castigarme, me destinaron a Vancleave, la parroquia más reaccionaria de la zona, lo cual ya es mucho decir”.

Allí, Bevill se porta aún peor, ofreciendo ayuda y asistencia a los inmigrantes de América Latina explotados en la cría de pollos, el principal recurso agrícola de Misisipi desde la decadencia del algodón. Su simpatía por los latinos choca a sus fieles, pero algunos ven allí también una oportunidad para reclutar personal sin pagar los gastos de agencia. “Un día –cuenta la pastora excéntrica–, un granjero viene a verme para preguntarme si podía darle una pareja de latinos que pudieran servirle de domésticos. Me asegura que está dispuesto a darles alojamiento y hasta a alimentarlos”. Cuando ella le pregunta sobre las horas de trabajo, el granjero se encoge de hombros y le señala que obviamente se trata de un trabajo que demanda “mucha disponibilidad”. Se plantea entonces la cuestión del salario. “Él me mira con asombro: ‘¿Salario? ¿Qué salario? Ya le he dicho que les ofrezco vivienda y comida, ¿usted quiere que encima les pague?’. Esa es la mentalidad de mucha gente por aquí. La esclavitud todavía impregna la cabeza de la gente”.

Teniendo en cuenta este contexto, el “99%” que menciona Occupy Jackson posiblemente tenga que ser reevaluado. Lemmons, la corredora con pistola de Smith Park, lo reconoce: “El problema, aparte del 1%, es el 30 o 40% que piensa que forma parte de ese 1%”. La composición de la red a la cual pertenece indica, sin embargo, que los determinismos más resistentes pueden corroerse muy rápidamente. Ed Yorum, por ejemplo, se inclinó mucho tiempo por los conservadores. Veterano de Vietnam, sufre de una leucemia rara que debe su origen a la exposición al agente naranja. Pero la crisis de 2008 y el rescate público de los bancos fue lo que lo “enfureció”: “En otra época a los especuladores se los colgaba; ¡hoy se les pagan bonificaciones! Yo ya no quiero esta América”.

De los veinte acampantes que resistieron ocho semanas en medio de una ciudad sin peatones, ninguno correspondía directamente al perfil delineado los primeros días por el diario local, The Clarion-Ledger: “Un campamento de entrenamiento marxista”. Allí había proletarios y miembros de la clase media en vías de empobrecimiento, blancos y negros, jóvenes que tienen dos o tres empleos y personas mayores que todavía no pueden dejar de trabajar. Ninguno tenía experiencia militante previa.

Multinacionales vs pueblo

Sin embargo, una veintena de individuos, aun cuando se les sumen los doscientos o trescientos simpatizantes que esporádicamente vienen a mostrar su apoyo, no son el 99% de una población: la de Misisipi es de tres millones de personas. ¿Pueden jactarse al menos de haber producido un efecto político tangible? Esa pregunta se planteó en febrero, cuando el grupo rodeó el ayuntamiento de Jackson. Se trataba de convencer a los legisladores de firmar una resolución de OWS que reclamaba una modificación constitucional con vistas a limitar la influencia de los ámbitos de negocios en la vida política estadounidense. Lo que estaba en cuestión era el juicio de la Corte Suprema Federal de enero de 2010 que, en nombre de una concepción muy amplia de la libertad de expresión, autorizaba a las empresas y los lobbies a contribuir sin restricciones a los fondos de campaña de sus candidatos favoritos (7). Como reacción a esta “legalización completa de la corrupción ilimitada”, el texto propuesto a los legisladores proclamaba: “Llamamos a los dirigentes de todos los estados a enmendar la Constitución de Estados Unidos con el fin de declarar explícitamente que las multinacionales no son el pueblo, que no tienen los mismos derechos que el pueblo y que el dinero no constituye una forma de libertad de expresión”.

Los legisladores están divididos. De los seis consejeros demócratas, uno apoya la iniciativa –simbólica– de Occupy; otros vacilan: no ven claramente cuál sería su interés en darle el gusto a una veintena de “izquierdistas”, pero tampoco quieren darle a sus electores la impresión de que defienden a las multinacionales. Así, “patean” repetidas veces el análisis del texto a la sesión siguiente. Whitwell, el legislador republicano lobbista que en octubre había calificado de “imbecilidad” a la ocupación de Smith Park, se niega a verse asociado a un texto que podría desagradar a sus clientes, y que por otra parte olvida mencionar su genio literario.

Mientras tanto, sostenida por los grupos locales de OWS y –sobre todo– por la impopularidad de Wall Street, la resolución rebelde sigue su camino en Estados Unidos. A fines de febrero, el texto ya había sido firmado por una centena de ayuntamientos, en particular los de Los Ángeles y Nueva York, así como por el Senado de Nuevo México. En internet apareció un mapa que enseguida fue consultado por trescientos mil internautas: allí, las ciudades y los condados que han adoptado la resolución aparecen marcados con una bandera verde. Y el mapa es formal: las banderas victoriosas se concentran en el norte y sobre todo en el nordeste del país, pero brillan por su ausencia en el Sur de una línea que va de California a Carolina del Norte, con la excepción de Florida. La oposición entre yanquis y sudistas parece decididamente invencible. Pero el pasado 6 de marzo, oh sorpresa: el ayuntamiento de Jackson aprobó la resolución por seis votos contra uno. Lindsey, Ernest, Derenda y los demás se alegraron: en el Deep South, una bandera verde, única, ha sido izada. Todavía no flamea sobre la Guardia Nacional, pero es un primer paso.

1. “46 Percent of Mississippi Republicans Want Interracial Marriage Banned”, AOL News, 8-4-11.

2. “The argument against interracial marriage”, www.publicpolicypolling.com, 7-4-11.

3. “Southern voters glad North won Civil War”, www.publicpolicypolling.com, 25-4-11.

4. Richard Wright, Black Boy, traducido al francés por Marcel Duhamel y Andrée R. Picardo, Gallimard, París, 1947 [trad. esp.: Chico negro, Unisón, Sevilla, 2007].

5. The Clarion-Ledger, Jackson, 10-11-00.

6. Mississippi Business Journal, Jackson, 13-2-11.

7. Robert W. McChesney y John Nichols, “En Estados Unidos, prensa, poder y dinero se fusionan”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2011.

* Enviado especial. Periodista.



Traducción: Mariana Saúl
http://www.eldiplo.org/notas-web/paradoja-electoral-en-ee-uu?token=&nID=1

EE.UU. autoriza atacar a terroristas en Yemen sin conocer su identidad


Por Barbara Starr, CNN
Washington (CNN) — La Casa Blanca aprobó un plan del Pentágono y la CIA para realizar ataques en Yemen contra militantes de Al-Qaeda incluso si los funcionarios estadounidenses no conocen las identidades de los individuos que atacarán, según un funcionario de Estados Unidos.
La fuente declinó ser identificada debido a la naturaleza delicada del asunto. El Wall Street Journal fue el primero en reportar el hecho.


"No tenemos que tener un nombre, biografía o informe" para atacar el objetivo, dijo.
Funcionarios de la CIA y personal militar podrán actuar solo con base en datos de inteligencia que muestren “patrones de comportamiento” que puedan significar una amenaza para Estados Unidos. Esto incluye atacar lugares donde se realicen reuniones de personas sospechosas o donde haya cierto tipo de vehículos.
Este tipo de ataques son conocidos como “señalados” porque responden a un patrón específico, o a una señal o actividad sospechosa. El funcionario enfatizó que incluso en estos casos debe haber información de inteligencia que muestre que el objetivo “es una amenaza significativa a la seguridad nacional”.
“No solo estamos ahí disparando a hombres con pistolas”, dijo el funcionario, y agregó que habrá énfasis en tratar de evitar víctimas civiles.
El tema de las víctimas no intencionales se ha vuelto un asunto sensible en Pakistán, donde hay quienes aseguran que los ataques de aviones no tripulados de la CIA llevados a cabo durante años han provocado muchas muertes de civiles.
En Yemen, el hijo adolescente de líder operativo de Al-Qaeda, Anwar al-Awlaki, murió durante un ataque aéreo que estaba dirigido contra un sospechoso de terrorismo.

http://cnnespanol.cnn.com/2012/04/27/ee-uu-autoriza-atacar-a-terroristas-en-yemen-sin-conocer-su-identidad/

Jan Brewer asegura que la ley SB 1070 de Arizona no es racista


La gobernadora de Arizona, Jan Brewer, aseguró que la ley SB 1070 que es analizada por la Corte Suprema de Estados Unidos para decidir si puede ser implementada, no es racista.
En una entrevista con Juan Carlos López de CNN en Español, la gobernante dijo que se sentía muy alentada tras su salida de la Corte Suprema porque quedó confirmado por el presidente del tribunal, John G. Roberts Jr., que la ley no es racial.
“La singularización racial es ilegal y esa no es la intención de nuestro proyecto de ley, la razón por esta propuesta es que creemos en el estado de derecho” indicó Brewer.
El miércoles se presentaron los argumentos a favor y en contra de la SB 1070 que ha trascendido a nivel federal tras las denuncias de inconstitucionalidad, que critican que la legislación criminaliza a los inmigrantes.
El aspecto más polémico es que la norma permite detener a cualquier persona ante la sospecha de que sea un migrante sin documentos legales en Estados Unidos.
Un fallo a favor de la gobernadora Brewer, en época de elecciones presidenciales, podría potenciar la atención política en un asunto con cada vez más peso desde que la ley entró en vigor el 29 de de julio de 2010.
“No podemos permitirnos los costos adicionales por encarcelar a los criminales que cruzan la frontera, el cuidado de la salud, de la educación, eso nos cuesta unos 1.600 millones de dólares anuales en un presupuesto estatal de un poco más de 8.000 millones de dólares”, aseguró la gobernadora.
Brewer dijo que Estados Unidos se construyó sobre el estado de derecho, por lo tanto se tienen que cumplir las leyes.
“Creo que la SB 1070 expresa eso, somos una nación de leyes y creemos en un estado de derecho y todos tenemos que cumplirlo”
Al ser cuestionada si la implementación de esta ley afectaría de cierta forma las relaciones de Arizona con México, que comparten una misma frontera, Brewer sostuvo que es importante mantener buenas relaciones con los vecinos.
“Para los que crecimos en el suroeste, México es nuestro vecino, y todos hemos viajado allá, yo tengo propiedades en México, mis hijos han estudiado en México, mi esposo ha donado muchas horas en la Ciudad de México, amamos a México, no se trata de eso sino del estado de derecho o de cumplir con las leyes”, subrayó.
El alguacil del Condado de Maricopa, en Arizona, Joe Arpaio, quien ha sido señalado de abuso de poder contra los indocumentados ilegales, dijo que lo único que ha hecho es cumplir la ley.
“Yo la he estado aplicando, pero también he hecho que se cumplieran las leyes estatales, por lo tanto, no necesito esta ley pero sí nos ayudaría”.
“Nosotros no hacemos singularización racial”, dijo también en entrevista con Juan Carlos López de CNN en Español.
Arpaio insistió en que no dejará de cumplir con las leyes sobre la inmigración y recalcó que no ha usado la “singularización racial”, como se le ha acusado en algunas ocasiones.
“Hemos investigado el problema de la inmigración ilegal, hemos seguido las leyes estatales y mi departamento, cuando empezó la lucha contra la inmigración ilegal, ha investigado y arrestado en las calles” de manera legal, indicó.

http://cnnespanol.cnn.com/2012/04/28/jan-brewer-asegura-que-la-ley-sb-1070-de-arizona-no-es-racista/

Arabia Saudita cierra su embajada en Egipto ante amenazas de manifestantes


(CNN) — Arabia Saudita retiró a su embajador a El Cairo y ordenó el cierre de su embajada en Egipto, así como sus consulados en las ciudades de Alejandría y Suez, informó la agencia estatal de noticias este sábado.
Los cierres vienen después de las protestas frente a la embajada e "intentos de irrumpir y amenazar a los empleados de seguridad tanto de nacionalidad saudí como egipcia", informó la agencia Saudi Press.
Una multitud de egipcios se reunió frente a la sede diplomática saudí esta semana para pedir la liberación del abogado de derechos humanos egipcio Ahmed el-Gezawi
Fue detenido a principios de este mes por supuestas injurias al rey Abdullah. Las autoridades saudíes dicen que el-Gezawi fue arrestado tratando de introducir píldoras en el país.
Las protestas y la decisión de retirar el personal diplomático de Egipto hacen probable que resurgan tensiones de tiempo atrás entre Egipto y el reino saudí.

http://cnnespanol.cnn.com/2012/04/28/arabia-saudita-cierra-su-embajada-en-egipto-ante-amenazas-de-manifestantes/

Hombres armados atacan campus de universidad en Nigeria


(CNN) – Hombres armados atacaron a varios cristianos que rezaban en el campus de una universidad de Nigeria el domingo. Los testigos dicen que se produjeron múltiples explosiones y hubo tiroteos.
El número de muertos no está claro por el momento.
El profesor A.B. Baffa dijo que estaba en su casa en el campus de la Universidad de Bayero, en la ciudad de Kano, y escuchó disparos y explosiones. Cuando fue a ver qué estaba pasando, vio a personas huyendo y diciendo que hombres armados atacaron los lugares en donde los cristianos rezaban.
Los hombres empezaron su ataque alrededor de las 8:30 a.m. contra una sala de lectura usada normalmente por cristianos para la misa dominical, reportó el periodista Salihu Tanko.
“Los informes dicen que llegaron en un vehículo y que también llegaron en motocicletas y empezaron a disparar esporádicamente y al mismo tiempo lanzaron cuatro o cinco bombas pequeñas”, reportó Tanko.
Baffa dijo que la policía cercó el área.
El ataque ocurrió mientras la universidad no está en operaciones, así que muchos estudiantes no estaban en el campus, dijo Tanko.
La oficina de extranjería británica dijo que recibió informes de una explosión y disparos en la Universidad de Bayero y que el incidente puede seguir presentándose en este momento.

http://cnnespanol.cnn.com/2012/04/29/hombres-armados-atacan-campus-de-universidad-en-nigeria/

viernes, 27 de abril de 2012

Como una maestra jardinera


Por José Natanson

El gobierno ha dado un giro rotundo en materia de política minera y en su vínculo con Repsol/YPF. Sin embargo no resulta fácil explicar qué motivó estos cambios y por qué se producen en este momento…


La importancia de la minería para la economía argentina es relativa pero creciente. Aunque aún explica un porcentaje menor, en torno al 4 por ciento del PBI, se estima que este año generará exportaciones por unos 4.500 millones de dólares, cruciales en un momento en el que –tal como demuestra el cierre a la canilla importadora y nuevas iniciativas como la exótica misión comercial a Angola– está volviendo, temible, la restricción externa.
Concentrada en provincias con entramados productivos muy débiles, como Catamarca o San Juan, la minería resulta esencial para la salud fiscal –lo que a menudo significa salud política– de unos cuantos gobernadores. A nivel nacional, y como sucedió en 1994 con los legisladores de las provincias hidrocarburíferas, que apoyaron la reforma constitucional menemista a cambio de la provincialización de los recursos, los senadores cordilleranos son claves para la gobernabilidad, resultado de un sistema más federal de lo que habitualmente se piensa.
Las empresas que operan en Argentina se benefician de un régimen muy favorable cuyo corazón es la Ley de Minería, que incluye una serie de cláusulas asombrosas entre las que se destaca la estabilidad fiscal garantizada durante… ¡30 años! Las regalías impuestas por las provincias son bajas y las retenciones no superan el 10 por ciento (un porcentaje muy inferior al que pesa sobre las exportaciones agropecuarias, lo cual no deja de resultar llamativo ya que se trata, en este último caso, de actividades productivas basadas en un recurso renovable, y no de extractivismo puro y duro).
Pero el panorama está cambiando. Con Europa sumida en una crisis severa, Estados Unidos estancado y China en un proceso de lenta desaceleración de su extraordinario ritmo de crecimiento, el contexto internacional ya no es el que era, y se impone un giro en la estrategia de un oficialismo que, obligado a ajustarse a este entorno menos favorable, ha comenzado a rediscutir la renta de algunos de los sectores más favorecidos en los últimos años. Unos primeros pasos, todavía tímidos, ya se han dado: el gobierno, atento a un frente fiscal que no es calamitoso pero sí menos holgado que el del pasado, comenzó a recortar subsidios a actividades que gozan de altísimos márgenes de rentabilidad y, dada la creciente dificultad en la balanza comercial, dispuso que una serie de empresas liquiden en Argentina sus ganancias.
Las compañías mineras, casi todas ellas filiales de gigantes transnacionales, han sido objeto de ambas disposiciones. Fue una primera etapa. En la segunda, y en articulación con los gobernadores, que son quienes deben operar sobre recursos que constitucionalmente pertenecen a las provincias, el gobierno nacional parece decidido a modificar el régimen blando bajo el cual opera el sector. No será fácil. Urdido en los 90 e intocado durante la etapa kirchnerista, el entramado legal que protege a las empresas mineras tiende a “blindar” los contratos aumentando los costos de rescisión, que por otra parte deben ser definidos en tribunales internacionales.
¿Por qué tan tarde? Por presión de algunos gobernadores, seguramente, pero también por un dato que a menudo se pasa por alto en el fragor del debate público: contra lo que suele pensarse, un jefe de Estado –cualquier jefe de Estado– no está situado en un panóptico desde el cual controla a la perfección todas y cada una de las complejas áreas de ese mamut arisco que es el Estado. Obligado a tomar decisiones permanentemente y contrarreloj, se mueve siempre un poco a ciegas, en algunos temas más que en otros. Lo ilustro con un ejemplo: es probable que, antes de firmar la Resolución 125, el kirchnerismo careciera de un diagnóstico adecuado de la nueva realidad del campo argentino, el crecimiento de los pools de siembra, su imbricación con ámbitos de negocios urbanos (financieros, mediáticos) y su enorme poder de lobby. Una lectura antigua, salpicada de auténticos tesoros retro como las alusiones a la “oligarquía”, llevó al gobierno a una serie de decisiones equivocadas que pusieron en juego su supervivencia política.
Quizás recién ahora el oficialismo le esté prestando a la minería la atención que realmente merece. Y en este punto habrá que darle algo de crédito: en sus casi nueve años en el poder, el kirchnerismo se ha equivocado muchas veces, por supuesto, y ha cambiado de posición otras tantas, pero incluso los más críticos deberían reconocer que no tiene demasiados inconvenientes en enfrentar a los poderes fácticos, de los militares a Techint y de la Iglesia a Clarín. Si en lo que hace al manejo institucional o la transparencia en la gestión pública uno tiene derecho a dudar de sus intenciones, no ocurre lo mismo con la voluntad de tensar la relación con las corporaciones.

Discutir el petróleo

Si la minería podía ser un misterio, no sucede lo mismo con los hidrocarburos, de los cuales los Kirchner y su equipo, provenientes de una provincia petrolera como Santa Cruz, lo sabían casi todo. Pese a ello, la política energética de la Era K ha sido cortoplacista y, al menos respecto de YPF, bastante errática. A menudo guiada por objetivos nobles, como mantener los precios controlados para impulsar el consumo y la producción, o fomentar la nacionalización parcial para evitar la dispersión de objetivos estratégicos de la empresa, los resultados son elocuentes (por lo malos): disminución de las reservas (que se redujeron un 18 por ciento en los últimos diez años), caída de la producción y pocos avances en la capacidad de refinamiento, todo lo cual ha ido redondeando una balanza energética alarmantemente deficitaria (unos 3 mil millones de dólares en 2011).
Como sucede con la minería, se impone, aquí también, un cambio de política. Los hidrocarburos son recursos no renovables y, por lo tanto, estratégicos. Sería absurdo considerarlos a la par de otros commodities, como si fueran soja o café, y parece lógico que el Estado asuma un control mayor sobre variables clave, tales como inversión, distribución y precios.
La cuestión es cómo. Hasta el momento, la ofensiva oficial contra Repsol-YPF incluyó la quita de una serie de beneficios fiscales y la eliminación de subsidios, el impulso a los gobernadores aliados para que anulen concesiones y, todo así lo indica, se coronará con algún tipo de intervención estatal mediante un mecanismo todavía no definido (mi impresión, al cierre de este editorial, es que el gobierno está analizando la manera de hacerlo).
En este contexto, las apelaciones nacionalistas, como los afiches que equiparan el logo de YPF con la silueta de las Malvinas bajo el eslogan “Son argentinas”, ayudan bastante poco. Esto no implica que el gobierno deba descartar a priori ninguna opción, incluso aquellas que suponen una presencia más fuerte del Estado en el control o incluso la gestión directa de los recursos naturales, pero exige considerar con calma los desafíos financieros (en caso de una reestatización, los recursos necesarios para recapitalizar la empresa), jurisdiccionales (el rol de las provincias, propietarias últimas de los recursos) y diplomáticos (la relación con España), sin mencionar la carga gerencial extra, decisiva para un Estado que en los 90 desmanteló sus capacidades profesionales en materia de energía.
Hay que actuar con astucia para evitar caer en una “estatización boba”. ¿Qué sería una estatización boba? Una simple transferencia del paquete accionario, costosísima para el Estado y que impida orientar el esfuerzo fiscal a la ampliación de las inversiones en exploración que permitan expandir la capacidad de producción, que es lo que realmente hace falta. Esto no supone, insisto, descartar ninguna opción, pero sí invita a considerar las cosas con cuidado.

Antecedentes

La historia reciente de América Latina demuestra que una mayor presencia estatal en la gestión de los recursos naturales es perfectamente posible. Si se mira bien, la apropiación de un porcentaje creciente de la renta derivada de la exportación de materias primas es el corazón económico del giro a la izquierda de la región. Lo que distingue a esta etapa del neoliberalismo precedente no es tanto el manejo macroeconómico, en general bastante responsable, sino la decisión de los gobiernos de incrementar la porción de las ganancias que obtiene el Estado en un contexto de boom de commodities (pese a todos los esfuerzos, y con la única excepción, y muy relativa, de Brasil, la mayoría de los países de la región sigue exportando sobre todo hidrocarburos, minerales y granos).
Las vías elegidas han sido tan diversas como diversos son los países, sus gobiernos y sus folklores. En Venezuela, Hugo Chávez se apoderó del control de PDVSA –compañía pública que funcionaba como un Estado dentro del Estado– tras una disputa que incluyó un frustrado golpe y un paro de casi tres meses. En Bolivia, Evo Morales nacionalizó los hidrocarburos y ahora avanza con dificultades en la participación pública en la explotación de la riqueza minera, en especial del litio. En Ecuador, Rafael Correa impuso nuevos impuestos a la exportación de petróleo. Y en Perú, Ollanta Humala modificó el régimen tributario con la creación de tres nuevos impuestos sobre las utilidades operativas de las empresas mineras.
Hasta el momento, el kirchnerismo había orientado sus esfuerzos recaudatorios al agro. Y es lógico: el petróleo argentino es la soja y lo más parecido a una estatización son las retenciones.
A juzgar por sus últimos movimientos, ahora parece decidido a aumentar la presión fiscal sobre la minería e incrementar por alguna vía su control sobre los hidrocarburos. Y si por un lado las estadísticas (fastuosas ganancias mineras, creciente déficit de la balanza energética, enormes dividendos girados al exterior) avalan la nueva estrategia de presión, por otro lado no queda claro el motivo exacto que llevó a adoptarla, considerando que se trata de tendencias que vienen desde hace años. El motivo del giro en la política minera y del quiebre del vínculo con Repsol/YPF no es un dato menor: si el oficialismo pretende un acompañamiento social y apoyo popular para avanzar sobre ambas actividades, debería antes dar cuenta razonablemente de sus motivos. La explicación pedagógica, una habilidad esquiva al kirchnerismo, no es solo un arte de maestras jardineras.


© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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Audacia o declinación


EL FUTURO POLÍTICO DE FRANCIA


Por Serge Halimi*

Difícilmente un eventual cambio de presidente en Francia pueda abrir el camino de una política distinta. Para ello sería preciso romper con todos los tratados europeos, elaborados para servir a los intereses de la banca y opuestos a los derechos conquistados por los trabajadores tras un siglo de luchas.

Podrán las elecciones francesas conducir a un cambio de presidente sin que ello signifique terminar con los principales objetivos del período abierto en 2007? La alternancia política constituiría un alivio para los franceses porque, más allá de los reveses más ostensibles del presidente saliente –su omnipresencia, su exhibicionismo, su capacidad para decir una cosa y después la contraria, la fascinación que le inspiran los ricos, casi igual a su disposición para transformar en chivos emisarios de todos sus arranques a los desocupados, los inmigrantes, los musulmanes o los funcionarios–, los cinco años transcurridos marcaron el retroceso de la democracia política y de la soberanía popular.
Después del referéndum de mayo de 2005, los candidatos al Palacio del Elíseo de los dos principales partidos representados en el Parlamento ignoraron la oposición de una gran cantidad de franceses a una creación europea cuyos errores conceptuales se revelan en la actualidad. El escrutinio del referéndum se había realizado, sin embargo, a través de un voto inapelable, al cabo de un debate nacional de un nivel superior a la actual campaña electoral. Y la presidencia de Nicolas Sarkozy, que debía marcar la recuperación de prestigio de la voluntad política, termina en una serie de declaraciones desconcertantes. Mientras que el conjunto de los candidatos de izquierda reprochan a los bancos, François Baroin, el ministro de Economía francés, pretende que “enojarse con las finanzas es tan idiota como decir ‘estoy en contra de la lluvia’, ‘estoy en contra del frío’ o ‘estoy en contra de la niebla’”. Por su lado, el primer ministro François Fillon recomienda al candidato socialista François Hollande “someter su programa electoral a Standard & Poor’s” (1).
La subordinación de los círculos dirigentes franceses a la “democracia conforme al mercado” –credo sostenido por una derecha alemana cada vez más arrogante–, erosiona también la soberanía popular. El levantamiento de esta hipoteca es cuestión primordial en las elecciones actuales. Y obliga a plantear sin vueltas los términos del debate europeo. Nadie ignora que los programas de austeridad puestos en marcha con encarnizamiento desde hace dos años no han aportado –ni aportarán– ninguna mejoría a los problemas del endeudamiento que ellos pretenden resolver. Por consiguiente, una estrategia de izquierda que no cuestione este garrote financiero está condenada de antemano. Ahora bien, el entorno político europeo impide imaginar que esto pueda ser conseguido sin dar pelea.
Hoy por hoy, el estancamiento general está contenido por un flujo de dinero que el instituto emisor libra a bajo precio a los bancos privados, que se encargan de volver a prestarlo más caro a los Estados. Pero este respiro no depende más que de la buena voluntad del Banco Central Europeo (BCE), sostenida en una “independencia” que los tratados consagraron imprudentemente. A más largo plazo, la mayoría de los países miembros de la Unión se comprometieron dócilmente, conforme a las exigencias alemanas refrendadas por París, a endurecer sus políticas de rigor y a someter a los eventuales contraventores a un mecanismo de sanción draconiana, el Tratado sobre la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza (TSCG), en curso de ratificación.

Una prioridad absoluta

El castigo infligido a Grecia amenaza ahora a España, conminada a reducir en un tercio su déficit presupuestario aun cuando su tasa de desocupación alcanza ya el 22,8%. No lejos está Portugal, que debe disminuir su gasto público, aunque la tasa de interés de sus préstamos estalle (el 14% en marzo) y el país se hunda en la recesión (-3% de crecimiento en 2011). Imponer una vuelta de tuerca presupuestaria a los Estados amenazados por la desocupación en masa no es una situación inédita; fue la gran receta económica y social de los años 1930 en Francia... Los socialistas decían entonces: “La deflación agrava la crisis, disminuye la producción y disminuye el pago de impuestos” (2).
Sin embargo, la estupidez de las políticas actuales sólo es sorprendente para quien piense todavía que éstas tienen vocación de servir al interés general y no a la oligarquía rentista enganchada a la maquinaria del Estado. Ésta es precisamente la verdadera cara de la economía (3). Llamar a este enemigo por su nombre permitiría movilizarse mejor contra él.
En caso de alternancia política en Francia, el cuestionamiento del TSCG (o de otras políticas de austeridad del mismo tenor) debe constituir la prioridad absoluta del nuevo presidente, sea cual fuere. El éxito o el fracaso de la empresa determinará el resto: educación, servicios públicos, justicia fiscal, empleo. A Hollande le gustaría disociar el mecanismo de solidaridad europeo, que él defiende, de la terapia de shock liberal, al cual se opone. El candidato socialista se comprometió a “renegociar” el TSCG, con la esperanza de sumarle “un costado de crecimiento y de empleo” a los proyectos industriales a escala continental.
“Ninguna política de izquierda es posible en el marco de estos tratados”, estima, en cambio, Jean-Luc Mélenchon. Lógicamente, el candidato del Frente de Izquierda se opone tanto al TSCG como al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES), que prevé una asistencia financiera a los países en peligro que hayan aceptado con anterioridad las medidas draconianas de equilibrio presupuestario. La candidata ecologista y los candidatos trotskistas también hacen campaña por un “auditor europeo de la deuda pública”, incluso para acusarla de ilegitimidad, con el argumento de que la reducción de impuestos de estos últimos veinte años y los intereses otorgados a los acreedores explican la razón principal del nivel actual de la deuda. 
Opuestos a la renegociación de los tratados, la mayoría de los Estados europeos, con Alemania a la cabeza, no se imaginan nada parecido. Y menos prestar sumas importantes a Estados en dificultades financieras que no hayan dado pruebas de una “buena” gestión. Es decir, a los que no hayan aceptado a la vez nuevas privatizaciones y la revisión de áreas importantes de su seguridad social (jubilaciones, subsidios por desempleo, salario mínimo, etc.). Por otra parte, el 24 de febrero último, Mario Draghi, presidente del BCE, en una conferencia con The Wall Street Journal, resumió: “Los europeos ya no son lo suficientemente ricos como para pagar a todos los que no trabajan”. El ex vicepresidente de Goldman Sachs agregó que una “buena” austeridad exigiría reducir a la vez los impuestos (lo que ningún candidato francés propone, ni siquiera Sarkozy) y el gasto público.

La Santa Alianza europea

Es decir que un presidente de izquierda chocaría pronto con la oposición de la mayoría de los gobiernos de la Unión –en su gran mayoría conservadores– y con la del BCE, sin olvidar a la Comisión Europea, presidida por José Manuel Durão Barroso. Es de manera completamente deliberada que tanto el primer ministro británico, como el polaco y el italiano, y la canciller alemana se negaron a recibir al candidato favorito francés de los sondeos, considerado menos complaciente que el actual presidente.
Ya lo indicó Jan Kees de Jager, ministro de Economía holandés: “Realmente, no estamos a favor de una renegociación. Por el contrario, si Hollande quiere llevar a cabo más reformas, nosotros estaremos a su lado, se trate de la liberalización de los servicios o de reformas del mercado de trabajo”. En suma, el apoyo de los Países Bajos está asegurado para cualquier presidente francés de izquierda que ponga en práctica una política más liberal todavía que la de Sarkozy.
Angela Merkel no oculta para nada su inclinación partidaria: se declaró dispuesta a participar de los encuentros de la derecha francesa. Los socialistas alemanes muestran menos entusiasmo hacia sus camaradas vecinos. El presidente del partido, Sigmar Gabriel, se declara solidario; pero otro dirigente, Peer Steinbrück, que también espera suceder a la canciller en dieciocho meses, consideró “ingenuo” el compromiso de Hollande de “renegociar una vez más todos estos acuerdos [europeos]”. Anticipa un viraje del candidato francés: “Si resulta elegido, su política podría diferir concretamente de lo que ha dicho” (4).
No podría descartarse esta hipótesis. Ya en 1997, antes de las elecciones legislativas, los socialistas franceses prometieron que renegociarían el Pacto de Estabilidad Europea firmado en Amsterdam; una “concesión absurda hecha al gobierno alemán”, estimaba Lionel Jospin. Una vez en el poder, la izquierda francesa apenas logró que se agregaran los términos “y de Crecimiento” al título del “Pacto de Estabilidad”.
Pierre Moscovici, actual jefe de campaña de Hollande, en 2003 volvió sobre esta pirueta semántica. Releyéndolo, es difícil no pensar en la situación que podría darse a partir de mayo próximo: “El Tratado de Amsterdam fue negociado –muy mal– antes de asumir nosotros nuestras responsabilidades. Tenía muchos defectos y, para empezar, un contenido social muy insuficiente. (…) El nuevo gobierno habría podido, con toda legitimidad, no aprobarlo (…), o por lo menos solicitar que se retomara su negociación. No fue nuestra decisión final [Moscovici era entonces ministro de Asuntos Europeos]. Pues estábamos confrontados, con Jacques Chirac en el Elíseo, a la amenaza de una triple crisis. Crisis franco-alemana, pues un retroceso de nuestra parte hubiera complicado de entrada nuestra relación con este socio esencial. (…) Crisis con los mercados financieros, cuyos operadores deseaban la adopción de este Tratado. (…) Crisis de cohabitación, por último. (…) Lionel Jospin prefirió, con justa razón, abandonar el terreno, y buscar al mismo tiempo un repliegue flexible y una salida airosa. Es decir, obtener, por el precio de su consentimiento al Tratado de Amsterdam, la primera resolución consagrada al crecimiento y al empleo de un Consejo Europeo” (5).
En la hipótesis de una victoria presidencial, además de parlamentaria de la izquierda, en mayo-junio próximos, dos elementos diferirían del panorama trazado aquí. Por una parte, el Poder Ejecutivo francés ya no estaría compartido como hace quince años; pero, por otra, el equilibrio político de Europa, que en 1997 se inclinaba hacia la centroizquierda, se inclina ahora fuertemente a la derecha. Dicho esto, hasta un gobierno tan conservador como el del primer ministro español Mariano Rajoy llegó a preocuparse de la cura de austeridad a perpetuidad que le reservan los gobernantes alemanes. Así, el 2 de marzo último, dio a conocer su “decisión soberana” de no aceptar la camisa de fuerza presupuestaria europea.
Casi al mismo tiempo, una docena de otros países –entre ellos Italia, el Reino Unido y Polonia–, reclamaron una reorientación de la política económica urdida por el tándem germano-francés. Hollande podría alegrarse. En efecto, espera que su eventual elección altere la relación de fuerzas continentales, sin que deba embarcarse en una confrontación –que rechaza abiertamente– con varios gobiernos europeos, el BCE y la Comisión de Bruselas.
Sólo que la reorientación deseada por los países liberales apenas tiene que ver con la que él mismo recomienda. La palabra “crecimiento” significa para algunos la adopción de políticas acordes con la propuesta thatcheriana (reducción de impuestos, desregulaciones sociales y medioambientales); para otros, un pequeño abanico de inversiones públicas (educación, investigación, infraestructuras). El equívoco no se mantendrá indefinidamente. Muy pronto habrá que encarar la “desobediencia europea” que recomiendan Mélenchon y otras fuerzas de izquierdas. O bien continuar sin esperanzas el curso ya emprendido. Más allá de lo que los distingue –en materia fiscal, por ejemplo–, Sarkozy y Hollande han sostenido los mismos tratados europeos, de Maastricht a Lisboa. Los dos han ratificado objetivos draconianos de reducción del déficit público (el 3% del producto interno bruto en 2013, el 0% en 2016 o en 2017). Ambos rechazan el proteccionismo. Esperan todo del crecimiento. Defienden orientaciones idénticas en política exterior y en defensa, dado que incluso la reintegración de Francia al comando militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no es ya cuestionada por los socialistas franceses.
Llegó la hora, sin embargo, de romper con todos estos postulados. Para ello es condición el cambio de presidente. Pero ni la historia de la izquierda en el poder, ni el desarrollo de la campaña actual autorizan a pensar que esta condición pueda bastar. 

1. Respectivamente, RTL, 22 de enero de 2012, y Le Journal du dimanche, París, 15 de enero de 2012.
2. Preámbulo a la propuesta de la ley presupuestaria para el año 1933 del grupo socialista.
3. Véase nuestro dossier “El gobierno de los bancos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, junio de 2010.
4. AFP, 15 de febrero de 2012.
5. Pierre Moscovici, Un an après, Flammarion, París, 2003, pp. 90-91.

* Director de Le Monde diplomatique.


Traducción: Florencia Giménez Zapiola

http://www.eldiplo.org/154-el-subsuelo-en-disputa/audacia-o-declinacion?token=&nID=1

jueves, 19 de abril de 2012

YPF, pasado y futuro


LA ALTERADA HISTORIA DE LA PETROLERA
Por Nicolás Gadano*

La situación crítica de los indicadores energéticos y la ofensiva del gobierno reubican en el centro del debate público el destino de YPF, que en su casi centenaria historia ha sufrido una serie de cambios radicales, al calor de las necesidades macroeconómicas y los condicionamientos políticos.

Una vez más, el destino de YPF y de la industria petrolera se debate en la agenda pública de los argentinos. Los históricos dilemas de la industria –explotación privada versus monopolio estatal; dominio provincial versus dominio federal– vuelven a ocupar los titulares de los diarios. 
Los indicadores energéticos muestran una trayectoria crítica insostenible: disminución de las reservas; caída sostenida de la producción de petróleo y gas; escasas inversiones en la industria refinadora, y un fuerte incremento de las importaciones –dirigidas a cubrir la brecha entre el consumo creciente y la producción declinante– y de los subsidios fiscales que financian la permanencia de los precios de la energía artificialmente bajos que han regido en Argentina durante años. 
La industria de los hidrocarburos, que en los años de salida de la crisis del 2001 aportó cuantiosos dólares de exportación e impuestos a los dos pilares de la macroeconomía kirchnerista (el superávit comercial y el superávit fiscal), se ha convertido en una aspiradora neta de divisas y recursos fiscales, justo en el momento en el que esos dos excedentes tienden a desvanecerse, y el gobierno tiene que lidiar con las dificultades de poner en caja al mercado de cambios y a las cuentas públicas. 
En este contexto en el que la crisis de la política energética se desborda sobre cuestiones macroeconómicas, YPF parece ser identificada como la única responsable de todos los males que aquejan al sector, y ha estado sometida a una intensa crítica y medidas orientadas a debilitarla por parte de las autoridades federales y provinciales. La agresiva política de distribución de dividendos de YPF a sus accionistas –iniciada a principios de la década del 2000 por quien prácticamente era su único dueño, Repsol-YPF, y consolidada con el ingreso de accionistas locales hacia el final de esa década– ha sido duramente criticada, por su impacto en el programa de inversiones de la empresa en el país. 
La ofensiva oficialista contra YPF no sólo se ha dado en el terreno del debate público –incluyendo fuertes intervenciones de Cristina Fernández y del ministro Julio De Vido–, sino también en medidas concretas que perjudican a la empresa, como sanciones aduaneras e impositivas, denuncias en el ámbito de defensa de la competencia y el retiro de concesiones por incumplimiento contractual en algunas jurisdicciones provinciales. El fin último de esta ofensiva sería, se especula, algún tipo de toma de control de la firma por parte del Estado. 
Para los analistas, no deja de resultar llamativo que un gobierno que lleva casi nueve años de gestión continua, con los mismos funcionarios a cargo del Ministerio de Infraestructura y Planificación (De Vido) y de la Secretaría de Energía (Daniel Cameron), y que avaló e impulsó el modelo de composición accionaria y gestión que hoy registra YPF, se muestre ahora tan antagónico a la empresa, al punto de amenazarla con la estatización. 
En su larga historia, no es la primera vez que YPF se enfrenta a una política energética volátil y altamente condicionada por la coyuntura macroeconómica, en particular, bajo un gobierno peronista. De hecho, durante los tres períodos de gobiernos peronistas más extensos –Perón en los 40-50, Menem en los 90 y los Kirchner en los años recientes– el proyecto para YPF sufrió cambios significativos, siempre impulsados por condicionamientos macroeconómicos. 

Primer peronismo

En el caso de Perón (su primera y segunda presidencias), los primeros años permitieron la consolidación de un modelo basado en la nacionalización de los yacimientos y el monopolio estatal concentrado en YPF, cuya expresión máxima fue la inclusión en el artículo 40 de la Constitución reformada en 1949 de la “propiedad inalienable e imprescriptible de la Nación” de los yacimientos de petróleo, carbón, gas y demás fuentes naturales de energía. En esos primeros años, bajo la conducción del ingeniero Julio Canessa, que llegó a ocupar simultáneamente las presidencias de YPF y de Gas del Estado, la petrolera estatal intentó incluso desplazar definitivamente a sus competidores privados (la Shell y la Esso) para alcanzar el monopolio absoluto de la industria de los hidrocarburos. A fines de 1947, Canessa había elaborado un plan de nacionalización y todo estaba listo para que Perón lo anunciara en el discurso del “Día del petróleo”, el 13 de diciembre. El esperado discurso de Perón, sin embargo, no incluyó referencia alguna a la nacionalización de las empresas extranjeras, hecho que desató una oleada de especulaciones en torno a las presiones de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra para evitar la apropiación de sus compañías. 
Lo cierto es que la Shell y la Esso no sólo no fueron expropiadas y nacionalizadas, sino que algunos años después fueron convocadas por el propio Perón, junto a otras importantes empresas petroleras internacionales, para organizar un desembarco masivo de inversiones externas en el sector. 
YPF no había podido responder al desafío de acompañar la creciente demanda energética de la expansiva economía peronista. Sus ingresos eran erosionados por una política de precios bajos en un marco de fuerte inflación, y los gastos salariales, impulsados por las mejoras y beneficios para los trabajadores sindicalizados, saltaron del 16% al 40% del total de ingresos entre 1943 y 1948, limitando la disponibilidad de fondos para inversión. La gestión operativa de la empresa se debilitó con la decisión del primer presidente peronista de YPF, el general entrerriano Ramón Albariño, de expulsar a más de 300 empleados (incluyendo al grueso de la cúpula gerencial histórica de la organización), y de darle un creciente poder al sindicato (el histórico Sindicato Único de Petroleros del Estados, SUPE), en el manejo de la empresa. A esto se sumaban las dificultades para acceder a partidas presupuestarias y a las divisas necesarias para importar el equipamiento y los insumos requeridos por el programa de inversiones de la empresa. 
Pese a los esfuerzos por aumentar la producción, YPF no pudo acompañar el fuerte incremento del consumo de petróleo y derivados. Las importaciones petroleras saltaron de menos de 200.000 metros cúbicos en 1946 a casi 2.000.000 de metros cúbicos en 1950, impactando significativamente en las cuentas externas de la economía argentina. YPF fue subsumida en una organización estatal mayor (Empresas Nacionales de Energía, ENDE), y su capacidad de respuesta frente a los desafíos de la demanda de energía se debilitó aun más. 
En 1953, las importaciones de combustibles ya explicaban el 23% del total de importaciones argentinas. Frente a ese escenario, acosado por la recesión y la falta de divisas, Perón dispuso un giro de la política económica, impulsando el ingreso de inversiones externas. En la industria petrolera, YPF fue dejada de lado, y las principales empresas multinacionales del sector fueron convocadas para explorar y desarrollar el sector, bajo la premisa de que traerían los dólares necesarios para hacerlo. En mayo de 1955, Perón aprobó el primer contrato con una filial de la Standard Oil de California (la actual Chevron), que otorgaba derechos de exploración por 40 años en un área inicial de casi 50.000 kilómetros cuadrados en Santa Cruz. El contrato, que sería el único en firmarse y nunca llegaría a implementarse por la caída del gobierno peronista en septiembre de 1955, fue resistido por YPF, y rechazado no solo por toda la oposición a Perón, sino también por importantes referentes peronistas, como John Willliam Cooke y el propio Canessa, quien años después lo caracterizó como “uno de los más humillantes contratos que la historia del petróleo contemporáneo conoce” (1). Perón, que había iniciado su gestión con un claro discurso a favor de YPF y del monopolio estatal, se fue del gobierno defendiendo el ingreso masivo de empresas extranjeras para impulsar el crecimiento de la industria petrolera argentina. 



Los 90

Casi cincuenta años después, un nuevo gobierno peronista, bajo el liderazgo de Carlos Menem, llevó adelante un proceso de privatización, desregulación y apertura de la economía que incluyó a la energía y la industria de los hidrocarburos, y que se mantuvo a lo largo de toda una década. El proyecto para YPF, sin embargo, sufrió un giro significativo durante la gestión menemista, con consecuencias que se arrastran hasta la actualidad. 
Si bien en los primeros años menemistas YPF debió desprenderse de áreas petroleras y otros activos, su privatización no estaba prevista en el marco legal sancionado a mediados de 1989, cuando Menem inició su mandato condicionado por la fuerte inestabilidad macroeconómica. En 1990, el Ejecutivo dispuso la transformación de la empresa en una sociedad anónima, e inició un proceso de reestructuración comandado por el ingeniero José Estenssoro. A fines de 1992, en un contexto macroeconómico de estabilidad que permitía mayor flexibilidad en el diseño del esquema de privatización (ya no se imponía la urgencia de eliminar el déficit fiscal y conseguir divisas para el Banco Central), el Congreso sancionó la Ley 24.145 de “Federalización de los Hidrocarburos y Privatización de YPF”. A diferencia de otros procesos privatizadores previos, en el caso de YPF se dispuso una distribución atomizada de las acciones, evitando el control por parte de otra compañía petrolera, local o extranjera. El Estado Nacional mantuvo el 20% de las acciones, límite mínimo fijado por ley, con poderes de veto especiales para cualquier operación de toma de control; las provincias petroleras recibieron una cantidad considerable de acciones y mantuvieron un 11%. Los empleados recibieron el 10% de las acciones, y el resto fue vendido en las bolsas de Buenos Aires y Nueva York. El equipo de conducción liderado por Estenssoro mantuvo el control de la empresa, y la embarcó en un proceso de expansión regional e internacional. Como accionistas principales, el Estado Nacional y las Provincias mantenían presencia en el Directorio de la empresa (el representante del Estado Nacional fue durante varios años el ex presidente Ítalo Luder, mientras que por las provincias revistaba como director el actual secretario de Energía, Daniel Cameron). 
En la segunda mitad de los 90, la política menemista para YPF cambió, condicionada por los shocks macroeconómicos que sufrió la economía argentina. La inesperada muerte en un accidente de aviación de Estenssoro, quien tenía trato directo con el presidente Menem, jugó seguramente un rol en la dinámica de estos cambios. 
La primera amenaza sobre el esquema de convertibilidad, el eje de toda la política económica de la gestión menemista, fue la crisis del llamado “efecto Tequila” de 1994/1995. Si bien la economía pudo recuperarse, y Menem fue reelegido para una segunda presidencia, una nueva ley del Congreso sancionada al calor de los temores del Tequila autorizó al Ejecutivo a reducir del 20% a sólo una acción el límite mínimo de participación del Estado en YPF. Las valiosas acciones estatales de YPF fueron puestas a disposición de los fondos fiduciarios que se crearon para respaldar la solvencia de las entidades financieras, amenazadas por la crisis global. 
El Tequila quedó atrás y las acciones del Estado Nacional no fueron vendidas. Entretanto, los empleados vendieron su 10% y la mayoría de las provincias hizo lo propio, aumentando la participación privada en la empresa. En la medida en que las acciones privadas estaban atomizadas, y el Estado mantenía el 20%, las decisiones estratégicas de la empresa seguían tomándose en su histórica sede de Diagonal Norte 777, en el centro de Buenos Aires. Su política de distribución de dividendos se asemejaba a la que rige a empresas similares que cotizan en Bolsa, con montos en torno a los US$ 300 millones anuales. 
La autorización legal para vender las acciones del Estado Nacional en YPF se mantuvo, y fue aprovechada por el presidente Menem en el último año de su mandato, 1999, como respuesta a una nueva amenaza macroeconómica: la crisis asiática y la devaluación de Brasil, que sometió a la economía argentina a un ajuste recesivo que finalmente llevaría al estallido del 2001. 
Frente a los evidentes desvíos en el programa fiscal financiero acordado con el Fondo Monetario Internacional, las autoridades económicas echaron mano a las acciones de YPF para obtener recursos de corto plazo. Para maximizar los ingresos del fisco, se desechó el modelo de venta atomizada de acciones aplicado en la privatización original, y se decidió la venta en bloque con la autorización estatal para la toma de control de la empresa, lo que permitió el desembarco de la española Repsol, una empresa de tamaño similar a YPF que, con la venia del presidente Menem y mediante un fuerte endeudamiento, se quedó con prácticamente el 100% de las acciones. 
El management de YPF cambió; el centro de decisiones estratégicas de la empresa se mudó de Buenos Aires a Madrid; la política de inversiones en Argentina quedó condicionada a las decisiones globales de inversión del grupo Repsol, y la política de distribución de dividendos se volvió fuertemente agresiva, involucrando millonarios flujos de fondos desde Argentina a España (casi US$ 1.500 millones anuales en 2001 y 2005), imprescindibles para que Repsol repagara las deudas contraídas para comprar YPF. 

Desde el 2003

El kirchnerismo, el tercer gobierno peronista de larga duración, revirtió el enfoque aperturista y desregulador del menemismo en la industria de los hidrocarburos, y llegó a crear una nueva empresa estatal, ENARSA, que recibió el dominio y control sobre todas las áreas off shore de Argentina. Pero no hubo en los primeros años decisiones importantes respecto de YPF, que siguió en manos del grupo Repsol. 
A fines de 2007, Kirchner impulsó la “argentinización” de la empresa con el ingreso del grupo Eskenazi, que adquirió el 15% de las acciones y una opción por un 10% adicional que fue ejercida en el año 2011, y colocó a Sebastián Eskenazi como nuevo CEO de la empresa. La operación se viabilizó con un fuerte endeudamiento del grupo comprador de las acciones, que convalidó y profundizó la agresiva política de distribución de dividendos iniciada por Repsol algunos años antes. En 2008, los dividendos distribuidos por YPF alcanzaron el récord de US$ 2.600 millones. 
El ingreso de accionistas locales le devolvió identidad argentina a YPF y revirtió –al menos parcialmente- la desnacionalización en el proceso de toma de decisiones de la empresa. En años recientes, la empresa aumentó los montos invertidos en exploración y producción, superando en 2011 los US$ 2.000 millones, duplicando el promedio anual invertido en años anteriores. Los anuncios realizados respecto al potencial de los descubrimientos de gas y petróleo no convencional en Neuquén resultan promisorios, aunque su verdadero alcance aún resta por conocerse. 
Hoy, sin embargo, nada de esto parece ser suficiente para evitar el embate del gobierno nacional, que no distingue a los accionistas locales de los extranjeros. Todo indica que el alarmante impacto de la “factura energética” en las cuentas fiscales y en el mercado de cambios ha disparado un proceso de toma de control estatal de YPF, por medios que aún no se conocen con precisión. Como ocurriera en los noventa con Estenssoro, seguramente la muerte de Néstor Kirchner dificulta la relación actual del gobierno con quienes recibieron su apoyo para ponerse al frente de la compañía. 
Parece difícil que un cambio accionario en YPF pueda revertir la situación crítica en la que se encuentra la industria argentina de los hidrocarburos, situación que refleja el fracaso de la política energética de la gestión kirchnerista y obliga a su revisión integral. De contar con esos varios miles de millones de dólares, el Estado podría destinarlos a inversiones genuinas en el sector (por ejemplo, a inversiones exploratorias de riesgo en la plataforma continental a través de ENARSA, o a nuevas plantas hidroeléctricas), y no a un simple cambio de manos por la compra de acciones. 
Una estatización conflictiva, por el contrario, sólo agregaría incertidumbre en un momento en el que se requiere maximizar el esfuerzo inversor de todos los actores de la industria, públicos y privados. 
En cualquier caso, de concretarse la intervención estatal, será para YPF un capítulo más en la larga historia de marchas y contramarchas a la que ha sido sometida desde que hace más de 100 años, como consecuencia del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, naciera como la primera explotación estatal de petróleo del mundo, y en las palabras del dirigente socialista Antonio De Tomaso, se consolidara “insensiblemente, sin obedecer a ninguna doctrina, como una creación espontánea y casi fatal de los hechos” (2). 


1. Julio Canessa, “La real situación petrolera. Abastecimiento de combustibles”, Editorial Colombo, Buenos Aires, 1958.
2. YPF, “Desarrollo de la industria petrolífera fiscal”, 1932.
* Economista, autor de Historia del petróleo en Argentina (Edhasa).


© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

http://www.eldiplo.org/154-el-subsuelo-en-disputa/ypf-pasado-y-futuro?token=&nID=1

Violencia y frustración en Nigeria


BOKO HARAM, UNA SECTA QUE CRECE

Por Alain Vicky*

Dividida entre el Norte musulmán y el Sur cristiano, la más cruda fragmentación de Nigeria está dada en realidad por la extrema pobreza. Moldeado por ella, el grupo religioso Boko Haram, está sumergiendo cada vez más a este país africano en el caos.

Amenudo calificada de “democrazy” (democracia loca) debido a la agitación social y cultural que la caracteriza (1), Nigeria creó un monstruo: Boko Haram. En sus comienzos, hace doce años, era apenas un movimiento religioso contestatario que intentaba llenar el vacío creado por la incuria de los partidos progresistas. Pero los doctores Frankenstein del gobierno terminaron transformando esta secta en un objetivo geopolítico, principio activo de un ciclo de ataques y represalias tan espectacular como asesino.
En efecto, los aparatos políticos –desde el Partido Democrático del Pueblo (People’s Democratic Party, PDP) en el poder, hasta la oposición nordista, el Partido de Todos los Pueblos de Nigeria (All Nigeria People’s Party, ANPP)– y los sectores militares-securitarios que asesoran al presidente Goodluck Jonathan contribuyeron a radicalizar la secta nacida en el nordeste del país a comienzos de los años 2000. Ferozmente reprimida, la Jama’atu Ahlul Sunna Lidda’awati Wal Jihad (Comunidad de Discípulos para la Propagación de la Guerra Santa y el Islam) es conocida actualmente por sus iniciales: BH, por Boko Haram –“book” en pidgin english, y “prohibido” en árabe, expresión que significa rechazo a una enseñanza pervertida por la occidentalización–. Entre julio de 2009 y comienzos de febrero de 2011, la secta reivindicó ciento sesenta y cuatro ataques, atentados suicidas, ejecuciones y atracos perpetrados incluso en el corazón de la capital federal, Abuja; novecientas treinta y cinco personas fueron asesinadas, en su gran mayoría nigerianos de confesión musulmana.
La notoriedad de Boko Haram no escapa ni a los miembros de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) ni a los shebab (combatientes islamistas) de Somalia. Tomada por sorpresa, la prensa internacional se pregunta, a veces al precio de simplificar el problema (2), si el gigante nigeriano de ciento sesenta millones de habitantes no se dirige hacia una división entre el Norte musulmán y el Sur cristiano. 
Pero esto implicaría olvidar que la verdadera fractura en este país, donde más del 60% de la población vive con menos de dos dólares por día, sigue siendo la extrema pobreza. Los doce Estados que conforman el cinturón norte de la federación –en las fronteras de Níger, Chad y Camerún– siguen siendo los menos desarrollados del país. Las desigualdades con el Sur se han acentuado incluso desde el retorno a la presidencia de un civil, el ex general Olusegun Obasanjo, en 1999, tras cinco años de dictadura del general Sani Abacha. 
En el Estado de Borno, donde los yusufiyas de Boko Haram –por el nombre de su fallecido jefe espiritual, Ustaz Muhammad Yusuf– comenzaron su sangrienta deriva, tres cuartas partes de la población vive bajo la línea de pobreza. Un récord en el país. Sólo el 2% de los niños menores de quince meses están vacunados. El acceso a la educación resulta también muy limitado: el 83% de los jóvenes son analfabetos; el 48,5% de los niños en edad de escolarización no lo están. Y el 34,8% de los musulmanes de 4 a 16 años nunca fueron a la escuela, ni siquiera a una escuela coránica: “numerosos factores que tornan a la población particularmente vulnerable a las influencias negativas, entre ellas la violencia” (3).
Muhammad Yusuf comenzó a hacerse conocido a comienzos de los años 2000. Tenía entonces 30 años y predicaba en el pueblo, en su Estado natal de Yobe, vecino al de Borno. Se destacaba entre las decenas de miles de predicadores itinerantes, guardianes de una tradición “quietista” que preconiza una actitud de reserva, que arengan a las multitudes en los mercados de las grandes ciudades. Se oponía a los fieles de otro musulmán nigeriano, Abubakar Gumi, fallecido en 1992, e ideólogo del movimiento neo-hanbalita Yan Izala (4). Se serenó tras la instauración de la sharia a partir del año 2000 en los Estados del Norte, uno de sus principales reclamos. Había aceptado incluso unirse a las comisiones oficiales encargadas de la aplicación de la ley islámica en esas regiones. Pero la instauración de la sharia resultaba menos religiosa que política, lo que generó la burla o la reprobación de las poblaciones. En efecto, los círculos político-militares del norte la convirtieron sobre todo en un instrumento de presión en su pulseada con el poder central. La zakkat (5) –uno de los cinco pilares del islam– tampoco se aplica.

Una policía ultraviolenta

Yusuf, quien estudió teología en la Universidad de Medina en Arabia Saudita, se inspiró en las prédicas intolerantes del egipcio Shukri Mustafa, basadas en la excomunión y el exilio, y profería violentas críticas contra las autoridades de Abuja. Para él, la aplicación estricta de la ley islámica expresaba un ideal de justicia conforme a los preceptos del Profeta. Rechazaba además la educación pública “pervertida por la occidentalización”, la participación en las elecciones, así como las marcas líderes de la industria agroalimentaria nigeriana –desde los caldos Maggi hasta los sachets de leche Dairy Milk–. Este rechazo a la “modernidad” no le impidió a algunos asesinos de Boko Haram utilizar motocicletas para ir a ejecutar adeptos a Izala, conocido por sus simpatías salafistas, así como a algunas figuras de las cofradías sufíes Tidjaniya y Qadiriya.
A comienzos de los años 80, el Norte de Nigeria ya había vivido otras escaladas de violencia ligadas al enfrentamiento de sectas musulmanas “antioccidentales”. El movimiento Maitatsine, que prohibía hasta el uso de relojes, había invadido así las calles de Maiduguri y Kaduna. La feroz represión militar de sus fieles atrincherados cerca del mercado de Kano –la gran megalópolis del Norte– causó más de tres mil muertos en febrero de 2012.
En otoño de 2003, la “ciudad celestial” de Yusuf, implantada en Kanama en el Yobe profundo, había sido atacada por la policía del Estado. Varios fieles fueron asesinados. El 22 de diciembre de 2003, Boko Haram lanzó sus primeras ofensivas contra las fuerzas de seguridad, y luego se replegó en Maiduguri, la capital del Estado de Borno, donde había militado discretamente para la elección, en abril de 2003, de su nuevo gobernador, Ali Moddu Sheriff. En efecto, este último había prometido una aplicación más estricta de la sharia. No bien fue elegido, Sheriff designó a un miembro histórico de Boko Haram a la cabeza del flamante Ministerio de Asuntos Religiosos: Buju Foi. La secta instaló en Maiduguri una mezquita y una escuela. Estos establecimientos atrajeron rápidamente a los jóvenes desocupados de los barrios pobres, a los estudiantes desclasados de los campus universitarios, así como a funcionarios empobrecidos. Detrás de la religión, el mismo profundo resentimiento animaba a estas poblaciones que se consideran abandonadas por las élites del Norte, el poder central, los policías federales, corruptos y brutales.
En octubre de 2004, miembros de Boko Haram atacaron un convoy de sesenta policías cerca de Kala Balge, en la frontera de Chad. Doce agentes, tomados como rehenes, perdieron la vida allí. En Abuja, el servicio de inteligencia de Nigeria (State Security Service, SSS) comenzó a preocuparse. Pero el presidente Obasanjo tenía otras prioridades: la insurrección en el delta del Níger, donde bandas de jóvenes atacaban los pozos de petróleo (6). Detenido por el SSS, Yusuf fue trasladado a Abuja antes de ser finalmente liberado...
En abril de 2007, Obasanjo fue sucedido por el musulmán Umaru Yar Adua. En Maiduguri, Boko Haram apoyó en adelante al candidato de la mayoría, Kashim Ibrahim Imam. Pero luego de una campaña marcada por varios asesinatos políticos, Sheriff fue reelecto. Cuatro años después de haber utilizado la secta para adueñarse del poder, le declaró la guerra. En junio de 2009, quince fieles en motocicletas fueron asesinados por la policía del Estado que les reprochaba no llevar cascos. Las víctimas asistían al entierro de uno de sus compañeros abatidos por esas mismas fuerzas del orden unos días antes. Yusuf anunció su venganza a través de internet. El 26 de julio, Boko Haram lanzó una gran ofensiva en cuatro Estados del Norte, atacando bancos y comisarías. La policía y el ejército federales respondieron: más de ochocientos muertos, sin duda cientos de ejecuciones extrajudiciales, entre ellas, la del propio Yusuf. Las imágenes de su asesinato recorrieron internet y radicalizaron la secta. Hasta ahora, no se designó ninguna comisión de investigación gubernamental para esclarecer los sangrientos acontecimientos de julio de 2009.

¿Complicidades en el seno del poder?

Unos meses antes, en Bauchi, Boko Haram había atacado una prisión y liberado a más de setecientos hombres, entre ellos, un centenar de sus fieles. Actualmente, la secta se propaga más allá de su territorio histórico, llegando al centro del país: desde el comienzo del año 2000, la ciudad constituye el epicentro de violentos enfrentamientos confesionales que tienen como telón de fondo batallas políticas destinadas a apoderarse del control del Estado de la Meseta (7).
Boko Haram ya no tiene un comando central, sino una shura (un Consejo), integrado sin duda por una decena de hombres. Se basa en dos células principales. Dirigido por el lugarteniente de Yusuf, Abubakar Shekau, el “canal histórico” concentra sus operaciones en policías, dirigentes políticos e imanes que “mienten y se esconden tras del manto de la religión” (8); se financia atacando bancos que practican la usura, y probablemente negociando momentos de tregua. En cuanto a la célula internacionalista, que agrupa a cuadros refugiados en el extranjero tras la represión de julio de 2009, estaría dirigida por Mamman Nur, ligado al yihadismo mundial. A él se debe el cambio en el modus operandi y los blancos de la secta: el atentado suicida –algo nuevo en la historia de Nigeria– contra un edificio de Naciones Unidas, el 23 de agosto de 2011 en Abuja. Los hombres de Nur serían también los artífices de la campaña de atentados contra lugares de culto cristiano, como el extremadamente simbólico perpetrado el 25 de diciembre de 2011 en Madalla, en los alrededores de Abuja. El 20 de enero de 2012, Boko Harma atacó Kano, capital del Estado del mismo nombre al norte del país. Se lanzaron ocho asaltos coordinados contra puestos de policía y oficinas de la SSS. Coches bomba y asesinos disfrazados de policías causaron más de ciento ochenta muertos.
Pero, ¿por qué golpear de manera tan violenta en el corazón de las regiones musulmanas, con el riesgo de aterrorizar y distanciarse de sus poblaciones? En Kano, el representante local de la secta, Abubakar Shekau, gozaba en efecto de una verdadera simpatía en los barrios populares. Podía también contar con el ex gobernador del Estado, Ibrahim Shekarau, derrotado en las elecciones generales de 2011. A menos que esta estrategia de tensión –que actualmente concita la atención del Departamento de Estado estadounidense y su listado de organizaciones terroristas– beneficie a otros actores. “El mayor motivo de preocupación –señala así el investigador Morten Boos– atañe a los rumores que dan cuenta de la colusión entre Boko Haram y algunos subalternos de la política y el aparato de Estado. Hasta el momento no hay ninguna prueba, pero esto debe verse más bien como una nueva señal de los medios que algunos están dispuestos a utilizar para obtener poder y riqueza” (9).

1. “Au Nigeria, la charia à l’épreuve des faits”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2003.
2. Joe Brock, “Boko Haram, between rébellion and Jihad”, Reuters, 31-1-12.
3. Muhammad Nur Alkali, Abubakar Kawu Monguno y Ballama Shettima Mustafa, “Overview of islamic actors in northeastern Nigeria”, Nigeria Research Network, University of Oxford, enero de 2012.
4. El hanbalismo es el rito más rigorista de los cuatro madhhab (escuelas de pensamiento religioso que integran el derecho musulmán) del islam sunnita.
5. Según la zakkat, cada año lunar, los musulmanes deben calcular el monto de la limosna para dar a los más pobres. 
6. “Au Nigeria, le pétrole de la colère”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2006.
7. El 11 de septiembre de 2001, mientras el mundo miraba hacia Nueva York, Jos era el epicentro de combates entre cristianos y musulmanes que causaban más de mil muertos.
8. Ibrahim Shekau, 11-1-12, www.youtube.com/watch?v=umkj50SUzck
9. Morten Boos, “Violent Islamist uprising in Northern Nigeria”, Norwegian peacebuilding Resource Center, 27-1-12, www.peacebuilding.no
* Periodista.

Traducción: Gustavo Recalde.
http://www.eldiplo.org/notas-web/violencia-y-frustracion-en-nigeria?token=&nID=1

domingo, 8 de abril de 2012

Cuba celebra el primer Viernes Santo festivo desde la Revolución


El anuncio se produjo después de la visita de Benedicto XVI a la isla
La Iglesia ha llamado al perdón y la reconciliación en su discurso


Han pasado 53 años desde que los cubanos tuvieron por última vez festivo el día de Viernes Santo. Hasta hoy. Cuba ha tenido feriado este 6 de abril después de que Benedicto XVI visitara la isla hace poco más de una semana. La medida la anunció el Consejo de Ministros tres días después de que el Papa abandonara Cuba y éste pidiera a Raúl Castro que el Viernes Santo no fuera día laborable. Las autoridades cubanas anunciaron que este día tendría lugar un "receso laboral" con "carácter expeccional" por este año y dejó en manos de "los órganos superiores de la Nación la determinación definitiva" sobre este tema. Cuando en 1959 triunfó la revolución liderada por Fidel Castro, este día se eliminó del calendario de festividades.

Aprovechando el día festivo, cientos de personas han salido a las calles para acompañar la imagen de Cristo durante la procesión del Víacrucis. En la misa anterior a la procesión, que se ha celebrado en la catedral de La Habana, el cardenal Jaime Ortega ha llamado al perdón entre los cubanos. "Sin perdón no puede haber relaciones interpersonales sanas, ni vida familiar, ni convivencia social, ni reconciliación entre grupos humanos ni entre pueblos, pero cuánto nos cuesta perdonar", ha dicho Ortega.

Entre los asistentes a la misa había una representación de las Damas de Blanco, encabezada por su portavoz Berta Soler. A ellas ha dedicado unas palabras el cardenal: "Vamos a continuar esta lucha pacífica por la libertad de nuestros seres queridos pero también por una Cuba nueva, porque se respeten los derechos humanos en nuestro país".

Pero no ha hecho falta que los cubanos acudieran a la catedral para celebrar el Viernes Santos y escuchar las palabras de Ortega. De manera excepcional, la ceremonia ha sido retransmitida por uno de los canales estatales de la televisión cubana.

Según la Iglesia,casi siete millones de cubanos profesa la religión católica, lo que supone el 60% de la población.

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/07/actualidad/1333766490_852447.html

Panamá, el Singapur latinoamericano


El país centroamericano crece a un ritmo superior al 10%

La añeja imagen de la callejuela de Salsipuedes remite a un viejo estilo de hacer negocios en el corazón de la capital panameña. Dominado por empresarios chinos inmigrantes, el estrecho pasadizo urbano creció económicamente al amparo y en paralelo a la construcción del ferrocarril y de la vía marítima interoceánica desde finales del siglo XIX, para convertirse en un babel comercial de españoles, americanos, turcos, indios, africanos, italianos, judíos y árabes.

El rostro de Panamá dejó atrás la anécdota histórica y busca emerger como el Singapur de las Américas. Una fila de rascacielos y megaproyectos inmobiliarios de lujo serpentea frente a la bahía de la capital —nervio y motor económico del país— y al lado de islas postizas o inventadas por robos al mar y modernas carreteras, en un permanente espectáculo de opulencia que adereza la nueva pintura del paisaje panameño.

La febril actividad empresarial de negocios de todo tipo sigue creciendo, en una tierra apetecida en las postrimerías del siglo XVII por el pirata Henry Morgan y ocupada desde el inicio del siglo XX por el presidente de EE UU, Teodoro Roosevelt, para edificar el canal de Panamá y unir el Pacífico con el Atlántico en el angosto istmo. Por décadas de escasas regulaciones estatales, el país sirvió de bazar y escondite para múltiples negociados legales e ilegales, desde armas y drogas hasta conspiraciones políticas y blanqueo de dinero.

El cóctel panameño tiene numerosos ingredientes: un canal, un centro bancario internacional, la primera flota mercante del mundo, una zona de libre comercio que es uno de las principales bases continentales de acopio y reexportación de mercancías, un ferrocarril interoceánico, siete puertos privados y decenas de casinos. Permanece la huella de haber sido uno de los más importantes paraísos fiscales de la región. Panamá se colocó en 2011 a la cabeza del crecimiento económico de América Latina y el Caribe, con un incremento de 10,6% del Producto Interno Bruto, frente a 9,2% en 2010, según el Instituto de Estadística y Censo (INEC) del país.

La economía panameña, agregó el INEC, recuperó el ritmo de aumento de dos dígitos que registró antes de la crisis mundial que estalló en 2008. El PIB, añadió el Instituto, pasó de 20.300 millones de euros en 2010 a 26.420 millones de euros en 2011, con lo que Panamá marcó distancia con el resto de países iberoamericanos y caribeños anglosajones.

Pese a que el oasis panameño deslumbra en un vecindario de economías frágiles, las dudas persisten sobre el sostenimiento del proceso a medio y largo plazo. Muchas de las nuevas grandes construcciones siguen vacías y cunden las sospechas acerca de si el origen del dinero es legal o ilegal, en un país con fama de haber servido en el pasado para acoger y legitimar capitales sucios.

Miseria y pobreza

Las cifras financieras van y vienen en el debate cotidiano, mientras la miseria y la pobreza extrema golpean a muchos capas de la población de un país que esconde un rostro de exclusión, aunque se promociona internacionalmente como una especie de arco iris permanente de oportunidades y de éxito garantizado a los capitales internacionales, con una posición estratégica para la banca, el comercio, los seguros, el transporte marítimo y aéreo mundial y una extensa lista de servicios navieros, portuarios, financieros y de telecomunicaciones.

“Es cierto: Panamá es el país de los negocios", subrayó el panameño Tomás Drohan, director jubilado y exingeniero jefe del canal. “Pero la distribución de la riqueza es pobre, es una de las peores en América Latina, aunque hay una riqueza per cápita buena. Y eso puede causar problemas sociales… ya vemos algunos", declaró Drohan a este diario. “Tenemos un grupo digamos que de personas inempleables… que ya no cuentan en las estadísticas. En las regiones de indígenas hay 99% de pobreza”, aseguró Henríquez.

De los 3,3 millones de habitantes, un 40% sufre distintos rangos de miseria y marginación. Con una población económicamente activa de poco más de un millón de panameños, el desempleo supera el 5%, lo que agudiza la tensión social en un caldero político que, con frecuencia, agita las aguas panameñas y recuerda costumbres artesanales de los negocios en la vieja Salsipuedes pero en una tierra empeñada en convertirse en un nuevo Singapur.

Después de Belice, que se independizó de Gran Bretaña en 1981, Panamá es la segunda nación más joven de la América continental, ya que obtuvo su independencia de Colombia en 1903 y por la presión de Estados Unidos, que se apropió de una franja de suelo panameño —inicialmente a perpetuidad— en la que de 1904 a 1914 construyó el Canal, con una zona aledaña para sus fuerzas militares.

Panamá, además, es una democracia joven. Invadida en 1989 por tropas de Estados Unidos, para deponer a un régimen militar golpista instalado en 1968 por el ahora fallecido general Omar Torrijos y sostenido al amparo de la oscuridad de negocios de narcotráfico por el ahora encarcelado ex-general Manuel Noriega, no fue sino a finales de diciembre de 1999 cuando salió el último soldado estadounidense de suelo panameño. Con la intervención militar de 1989, se inició un periodo de alternancia partidista en el poder político tras 21 años de régimen castrense.

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/07/actualidad/1333813436_423450.html