lunes, 9 de julio de 2012

La UE da margen a España y flexibilizará el déficit del 5,3% al 6,3% en 2012


Los socios europeos debatirán la medida y sus condiciones en el Ecofin de mañana

Bruselas da tres meses al Gobierno para que adopte medidas eficaces


Los ministros de Finanzas de la UE van a conceder a España un año más, hasta 2014, para alcanzar su objetivo de déficit del 3% del PIB, han avanzado este lunes tres diplomáticos de la UE con vistas a la reunión del martes, donde se tomará la decisión. "Los objetivos de consolidación fiscal de España se ajustarán para darle un año extra", ha concretado uno de los diplomáticos. Según consta en un borrador de la cumbre, esta flexibilización de los objetivos del déficit se traduce en un importante balón de oxígeno para España. En concreto y si finalmente se aprueba el texto en los mismos términos, el conjunto de las administraciones españolas podrán cerrar este año con un desfase del 6,3% del PIB, un punto porcentual frente al 5,3% previsto. Para 2013, el nuevo objetivo sería del 4,5% en lugar del 3% incluido en el Plan de Estabilidad mientras, en 2014, se alcanzaría el límite que impone Bruselas con un 2,8%.
La medida de gracia de Bruselas, que ya se planteaba en la revisión del Programa de Estabilidad español de finales de mayo, estará sin embargo condicionada al cumplimiento de una serie de recomendaciones, algunas de las cuales ya están en el disparadero. Entre ellas destaca la subida del IVA que hoy ha confirmado el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, así como incremento de otros impuestos medioambientales. Sobre las condiciones, el Consejo Europeo ha establecido un plazo de tres meses para que le Gobierno español adopte medidas eficaces y transmita un informe sobre cómo piensa alcanzar los objetivos durante este periodo.
"No es un movimiento unilateral. España necesita hacer los recortes necesarios para alcanzar esa meta y eso se debatirá el martes en el Ecofin (reunión de ministros de Finanzas de la UE). Preveo que se conceda un año más", ha añadido.
Otros dos diplomáticos han confirmado que España recibiría un plazo mayor para alcanzar sus objetivos a cambio de adoptar más medidas de ahorro. Bajo la normativa de la UE, España tiene que reducir su déficit público al 3% del PIB para 2013 tras situarlo en el 5,3% a final de este año. Este recorte del desfase presupuestario supone un esfuerzo de ajuste sin precedentes equivalente según consta en los libros a 39.300 millones de euros. Para ello, el Gobierno incluyó en los ya desfasados Presupuestos de 2012 recortes y aumentos de impuestos por 27.000 millones y, unas semanas después, forzó a las comunidades a sacar la tijera por 10.000 millones en sanidad y educación, lo que, sumado a los ajustes ya previstos, elevaba su esfuerzo de consolidación en 18.000 millones.
No obstante, la Comisión y los socios europeos son conscientes de que la recesión que sufre España será fuerte y que más recortes podrían hacerla aún más larga y profunda. De hecho, el deterioro económico ya se está dejando notar en la recaudación de impuestos como el IVA, que está en caida libre y ha bajado un 10% en los primeros cinco meses del año, lo que complica aún más alcanzar los objetivos de consolidación fiscal. Fruto de esta caída de los ingresos y condicionado por los adelantos a la Seguridad Social y a las comunidades, el Estado ha cerrado mayo con un desfase entre sus ingresos y gastos del 3,41%, muy cerca del tope del 3,5% establecido para la Administración Central para todo el año. Si a este 3,5% se le suma el margen previsto hasta ahora para las comunidades, entes locales y Seguridad Social el objetivo se iba al 5,3%.
Sobre el reparto que hará el Gobierno del nuevo punto porcentual de margen entre las distintas administraciones, el ministro del ramo, Cristóbal Montoro, ha admitido que debatirán este tema si finalmente sale adelante en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) de este jueves. En esta cita, ha añadido, también se analizará la ley de estabilidad que les obliga a imponer límites de gasto no financiero en sus presupuestos, algo nuevo para las comunidades. Bruselas condicionó
En los mercados, donde el país está sometido a una fuerte presión, el déficit o los problemas del sector financiero no son los únicos motivos de preocupación, ya que los inversores temen que la amenaza de una mayor contracción económica y una prolongada crisis acabarían por agravarlos con el tiempo.
Del lado de las dificultades, la flexibilización del objetivo de déficit ha superado los recelos generados por las sucesivas revisiones al alza del déficit público así como por los problemas para embridar las cuentas de las comunidades. Sin embargo, el objetivo de evitar al máximo un rescate del conjunto del Estado, una vez que ha solicitado ya el de sus bancos, ha podido con las reticencias. A partir de las previsiones recogidas en los Presupuestos y el Plan de Estabilidad, el nuevo objetivo de déficit del 6,3% del PIB para 2012 equivaldría a un ajuste de 28.700 millones de euros, aunque aquí también la mala evolución de la recaudación del Estado alterará la cifra definitiva.



México: Libertad y justicia para dos presos de conciencia indígenas


José Ramón Aniceto Gómez y Pascual Agustín Cruz son defensores de derechos humanos de la comunidad indígena náhuatl de Atla. Ya han pasado más de dos años en prisión por un crimen que no cometieron. ¡Actúa!
A veces me he sentido desesperado, a las 5:30 nos encierra otra vez – me siento triste, me desespero – a veces pienso, cuando ya tendría mi libertad.”

José Ramón Aniceto tiene 64 años, está casado y tiene ocho hijos. Pascual Agustín Cruz tiene 45 años, está casado y tiene seis hijos. En el momento de su detención, José Ramón Aniceto era presidente auxiliar y Pascual Agustín Cruz era juez de paz de lacomunidad de Atla. Son cargos no remunerados para los que fueron elegidos por la comunidad.

Por muchos años, un poderoso grupo liderado por un cacique local controlaba el acceso al agua potable para su propio beneficio económico, cobrando a muchos de los miembros de la comunidad por las conexiones al agua sumas de dinero equivalentes a más de cuatro meses de sueldo. José Ramón y Pascual trabajaron para aumentar el acceso al agua potable en las viviendas. Como resultado de este trabajo, fueron detenidos, juzgados y sentenciados en 2010 a casi siete años en prisión por el supuesto robo de un coche.

La investigación sobre las acusaciones hechas en contra de José Ramón y Pascual se basaron en pruebas fabricadas y su juicio fue injusto: no tuvieron un intérprete o a un abogado defensor que conociera su lengua, las autoridades no llevaron a cabo una investigación imparcial para establecer los hechos y el juez les negó su derecho a la presunción de inocencia y a la igualdad ante la ley.

Amnistía Internacional ha analizado los documentos y pruebas judiciales, ha entrevistado a los testigos y a los dos hombres y ha visitado la comunidad de Atla. Basándose en esa investigación, la organización ha concluido que la causa contra José Ramón Aniceto y Pascual Cruz se emprendió exclusivamente como represalia por su labor legítima para incrementar el acceso de su comunidad al agua.

Dos años han pasado y los hombres siguen en la cárcel. Pide al Presidente de México tome medidas para liberar a José Ramón y a Pascual inmediata e incondicionalmente.

¿Cuál es el plan de Rusia para detener el baño de sangre en Siria?


Rusia ha bloqueado los esfuerzos internacionales para detener las violaciones masivas de derechos humanos en Siria, afirmando que tiene un plan mejor para resolver la crisis. Mientras tanto, las muertes se cuentan por centenares solo en las últimas semanas.
Malika al-Khateeb es una mujer siria. Tiene dos hijos y está embarazada de seis meses. El pasado 15 de mayo fue detenida junto a sus hijos y otros cinco miembros de su familia mientras estaban en su casa. Desde entonces, tanto Malika como sus dos hijos, de 10 y 8 años respectivamente, se encuentran recluidos en régimen de incomunicación. Al parecer, han sido detenidos únicamente por tener relación con Said Mahmoud Hamada, esposo de Malika, a quien las autoridades sirias acusan de “pertenecer a un grupo terrorista” y que actualmente vive en la clandestinidad.

El caso de Malika y su familia es un ejemplo más de las violaciones a los derechos humanos que se comenten en Siria. Desde que estallaron las manifestaciones, en febrero de 2011,más de 10.000 personas han perdido la vida en Siria. Se ha detenido a millares de personas, y se cree que muchas, si no la mayoría, han sufrido tortura y otros malos tratos. Además, alrededor de 380 personas han muerto bajo custodia. En todo este tiempo, Amnistía Internacional ha seguido recibiendo información sobre homicidios ilegítimosmas detenciones y reclusión en condiciones que constituyen desaparición forzada.

Dado que las autoridades sirias hacen caso omiso de los continuos llamamientos a parar la represión, la comunidad internacional debe actuar. Rusia, país clave por sus relaciones con Siria, y miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha ejercido repetidamente su derecho a veto en relación a las resoluciones encaminadas a detener la violencia en Siria.

En Siria se están cometiendo crímenes de guerra y contra la humanidad. Por ello, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debe referir la situación de Siria al fiscal de la Corte Penal Internacional, así como imponer un embargo de armas y congelar los bienes del presidente al Assad y de sus colaboradores próximos. Además, se debe asegurar que la Misión de Supervisión de Naciones Unidas en Siria esté dotada de un componente de derechos humanos y que los observadores tienen la capacidad y los medios necesarios para proteger a las víctimas y testigos.

Un trauma cultural


LOS ARGENTINOS Y EL DÓLAR


Por Alejandro Grimson*

¿De dónde surge la dólar-dependencia de los argentinos? El autor de este artículo esboza una respuesta: de las experiencias vividas a lo largo de cuatro décadas y de memorias sociales de injusticias, que no han sido reparadas y siguen operando emocionalmente. 


El dólar vuelve, una y otra vez: tablita, uno a uno, pesificación asimétrica, corralito, corralón, devaluación administrada. Con sólo considerar algunas palabras surge la pregunta de si se trata de un deporte (corridas, reservas, fugas), de una paleta de pintura (verde, negro, blue) o del encaje de un vestido; y, obviamente, si el arbolito dejará ver el bosque. Si hace diez años, cuando el dólar arañó los 4 pesos, alguien hubiera dicho que una década más tarde iba a llegar a 4,50 todos nosotros, expertos en el valor del dólar, nos hubiéramos muerto de risa.
Los argentinos sabemos del dólar como nadie. En el noticiero de la radio dicen la cotización del día. En los 90, después de una década de uno a uno, ya habíamos buscado otra medición: el riesgo país, útil por ser análogo a la sensación térmica, un dato medible, duro: la sensación de los intereses. Hacia el 2001, cuando todo estaba por estallar, el informativo informaba en tiempo real si bajaba o subía. Y nosotros, más ignorantes con el riesgo país que con el dólar, preguntábamos: y si supera los mil puntos, ¿qué sucede? Se cae el país, respondían. Eso era antes de que pasara los mil y los mil quinientos. Pero claro, los que sabíamos por dónde volaba el riesgo país no sabíamos que esa calificación sólo tiene relevancia en el contexto de una política de alto endeudamiento. Atentos al datito del día, se desatendía el marco ideológico del fin de siglo.
¿Sólo compran dólares las clases altas? Recuerdo, como si fuera hoy, que a mediados de 1989 los empleados públicos salíamos con el salario del mes, cruzábamos la Plaza de Mayo hasta la calle San Martín y convertíamos el 80% de nuestro sueldo en cincuenta dólares, para ir vendiendo de a poco cada semana y así intentar acercarnos un poco a fin de mes. Aunque sólo los grandes compran de a millones, el dólar les importa a todos, lo compren o no. Importa porque es leído, con o sin razón, como un indicador de nuestro presente y nuestro futuro.
Dólar y ciencia
El dólar no es un indicador natural ni un indicador científico. Cualquiera sabe que el tipo de cambio es una variable que en muchos países se comporta con bastante autonomía respecto de otras variables de la economía. Hay que leer bastante más que el valor de una moneda extranjera para entender el funcionamiento económico de un país. Y a veces ni los economistas entienden. Sin embargo, en Argentina, cuando la sociedad se preocupa mira el dólar, como si el dólar dijera algo. Si el que apuesta al dólar gana, es porque vamos mal. Si los funcionarios gritan “El que apuesta al dólar, pierde”, la sensación de que la situación es complicada se profundiza. Pero si el que apuesta al dólar pierde y no deja de perder quizás la maraña comienza a desenredarse.
Un país independiente, comprometido con su propia autonomía como para apoyar una dura renegociación de la deuda o la nacionalización de YPF, pero que no puede dejar de pensar en dólares: el panorama parece desolador. ¿El problema es psicológico, económico, genético o cultural?
La respuesta tiene varias aristas que merecen ser consideradas con cuidado. Primero es necesario detenerse en qué significa exactamente “cultural”. Muchas veces pareciera afirmarse que el dólar es un “problema cultural” para indicar que es un “problema ficticio”. Si fuera cultural, se infiere, no sería tan grave como si fuera económico, porque en este último caso sería “real”. Si es un problema simbólico, en cambio, sería puramente imaginario, contrario a las matemáticas. Un ejemplo ayuda a ilustrar la idea: si usted atesoró en dólares desde 2003 a la fecha, ha perdido muchos de sus ahorros; si usted atesoró en pesos, ha perdido un poco menos; si usted adquirió propiedades, ha ganado. Como obviamente sólo un sector muy pequeño de la población alcanza a atesorar en propiedades, nos queda el sector dólar-maníaco (que perdió mucho) y el más diversificado en monedas (que perdió menos) (1).
Pero muchas personas no hacen las cuentas exactamente de este modo. Quienes compraron dólares para atesorar, más bien hacen la cuenta desde (digamos) el año 2000. En este caso, aquellos que mantuvieron sus dólares fuera de los bancos ganaron mucho dinero en los años inmediatamente posteriores. Hoy muchos ahorristas pequeños y medianos que compran dólares se preguntan si habrá una megadevaluación en base a la experiencia del 2001, aunque toman nota de que no fue la mejor inversión en el período 2003-2012 (y menos aun si se considera la pérdida de valor de compra del dólar por la inflación en dólares en Estados Unidos). Lo central, en todo caso, es que hay muchas formas de sacar las cuentas y que las matemáticas están enredadas con razonamientos culturales.
Por otra parte, para adquirir propiedades, es decir para acceder a una de las mejores inversiones conservadoras de la última década, hacen falta dólares, ya que no hay vendedores dispuestos a vender en pesos, ni a calcular en pesos el valor de su propiedad. Eso también es un problema cultural, es decir un problema real, en el sentido de un problema con enorme incidencia sobre la economía real.
La cuestión, entonces, es indagar por el peso abrumador del dólar en Argentina. ¿De dónde viene? Propondremos una hipótesis: viene de las experiencias vividas a lo largo de cuatro décadas y de memorias sociales de la injusticia, sobre las cuales no ha habido –ni podrá haber– reparación, pero que de todos modos siguieron operando, en estos años, como un trauma cultural.
Dólar y memoria
La memoria es una cuestión típicamente cultural. Nadie puede recordar, como “Funes el memorioso”, todos y cada uno de los detalles. La memoria cultural siempre es muy selectiva, narrada, construida desde el presente. Se alude a la memoria para referirse a cuestiones muy diversas del pasado. En este sentido, no podría afirmarse que Argentina sea un país de memoria corta. De hecho, la presencia del pasado reciente es muy poderosa, dados los juicios vinculados al terrorismo de Estado y al hecho de que la sociedad y la propia Presidenta se muestran interesadas en indagar y revisar la historia nacional, incluyendo la batalla de Caseros, homenajes a Felipe Varela y a Manuel Dorrego. Si alguien cree que los argentinos no se interesan por la historia es porque no ha entendido la peculiar preocupación, muy cultural, de los argentinos por su pasado. Los best sellers sobre historia argentina, sean estos mejores o peores, expresan claramente ese fenómeno, que por otra parte no parece resultado de la convicción en un pasado considerado glorioso sino más bien en lo contrario, en el sentido de entender por qué en el siglo XX el país no fue lo que podría haber sido.
Pues bien, ¿qué sucede con la memoria económica? Si se quiere analizar seriamente esta cuestión cultural habrá que separar las narrativas puramente ideológicas de la historia, las memorias sociales relevantes y los traumas irresueltos de los argentinos. Es necesario puntualizar entonces al menos dos cuestiones. La primera: hacia el año 2002 o 2003 se fue construyendo un consenso muy amplio alrededor de la certeza de que Argentina había vivido una larga etapa de decadencia. Se discutía si la época de oro había sido a inicios del siglo XX con el auge agroexportador, o en el primer peronismo con la industrialización sustitutiva y la integración social, o incluso si las cosas habían funcionado más o menos bien a pesar de las dificultades hasta 1976. Nunca hubo acuerdo sobre cuándo había comenzado la decadencia, pero sí sobre el declive dramático (iniciado hacía un siglo, medio siglo o un cuarto de siglo). La última década, con altos índices de crecimiento, dividió las percepciones, entre quienes creen que hemos ingresado a un nuevo modelo sustentable, quienes creen que se trata de una etapa pasajera resultado de los precios de la soja y quienes no están muy seguros de si Argentina superó sus crisis cíclicas o si se está asomando a una nueva hecatombe.
La segunda cuestión a puntualizar se refiere a las crisis y sus impactos: el Rodrigazo de 1975, la crisis del 82, la crisis hiperinflacionaria del 89-90, el estallido de la convertibilidad en 2001-2002. Se trata en todos los casos de traumas culturales poco elaborados y profundamente injustos.
Del Rodrigazo encontramos entre las personas más cercanas historias opuestas: alguien había dejado sus ahorros en una caja de zapatos, se anunció un ajuste nunca visto en la historia del país, y sus ahorros se convirtieron en nada. Los precios volaron por los aires y los billetes en moneda nacional perdieron todo valor. Pero también es posible escuchar la historia opuesta: una persona que había tomado un crédito hipotecario en pesos vio cómo, tras la devaluación, el valor de la cuota terminó siendo equivalente al de un paquete de cigarrillos. El impacto fue durísimo entre los trabajadores: el Rodrigazo fue en esencia una transferencia de ingresos fenomenal y los sindicatos salieron a las calles. La carrera de Celestino Rodrigo como ministro fue breve, pero la injusticia tuvo larga vida: allí comenzó la caída del salario real consolidada después por Martínez de Hoz. La injusticia fue una experiencia real con profundas consecuencias en el imaginario social. En las formas culturales de hacer cuentas, los argentinos recordamos mejor cuando fuimos estafados que cuando alguien salió ganando. Podría decirse que ambas situaciones fueron injustas, pero en nuestra memoria sólo la primera de ellas se vive de ese modo. Probablemente porque quienes ganaron fueron menos, pero además porque, salvo los sectores más concentrados, las grandes mayorías, en términos estructurales, no dejaron de perder en este tipo de episodios.
La cultura en la economía
Pese a que algunos todavía siguen creyendo que la economía es una ciencia exacta, hace décadas que los economistas aluden a la “confianza”. Y aunque los ortodoxos crean que con sus recetas tienen los mecanismos para “fabricar” confianza, la experiencia de Argentina, que estuvo en sus manos muchos años, demuestra que no es así.
En este contexto, no son pocos los problemas culturales de la economía en el país. De un lado, persiste una idea de que la esfera económica es independiente de las otras. De otro, es posible encontrar una idea de “cultura”, bastante tonta, que alude al ADN de los argentinos. Pero la cultura es lo contrario de los genes, la cultura se relaciona con el lenguaje y el sentido común: es lo que aprendemos en la vida social más allá de los genes que portamos y es algo que siempre puede ser hasta cierto punto transformado por los propios seres humanos.
Una forma de mirar el tema es analizar la relación de los argentinos con los impuestos. En este caso, podrá constatarse fácilmente que detrás de expresiones muy habituales, como por ejemplo “el único gil que paga impuestos soy yo”, hay diversos elementos culturales. En primer lugar, una tensión irresuelta entre Estado y sociedad: en ciertos sectores prevalece la idea de que todo lo que se paga de impuestos el Estado lo desvía hacia algún lugar indebido. Sería difícil explicar así la Asignación Universal, las políticas sociales o de ciencia, por mencionar algunos casos. Pero además subyace a aquella frase la idea de que quien habla es una suerte de caballero europeo que paga impuestos en un país en donde todos los demás evaden. Esta idea es técnicamente equivocada: todos los consumidores pagan IVA, por ejemplo. La relevancia de esa expresión queda más clara si se tiene en cuenta la facilidad con la que muchas personas cuentan cómo se las ingenian para pagar menos impuestos. No se ha instalado aún, en la cultura argentina, una condena moral al delito de evasión: un problema cultural con consecuencias económicas.
Este tipo de análisis permite iluminar otras características culturales que inciden en la economía, como el cortoplacismo o el corporativismo. Es conocida (y sumamente interesante) la explicación de la inflación a través de la “puja distributiva”. Pero dicha puja no está determinada por la economía, sino por la cultura política. Comprenderlo es clave: los aumentos de precios, que por historia más que por conocimiento técnico empujan a contar los ahorros en dólares, son multicausales. Entre las causas, las cuestiones políticas y culturales cumplen un papel decisivo.
Corto/largo plazo
La gran pregunta de estas semanas es cómo terminar con la dólar-dependencia cultural. Por supuesto, si alguien tuviera la fórmula exacta ya la habría implementado. Hay además muchos intereses en juego: de sectores que apuestan a una megadevaluación, de otros que buscan que no se dispare el espiral inflacionario. En este contexto, lo que suceda en los próximos meses será decisivo para poder iniciar un cambio cultural sobre bases sólidas. Y en este sentido es crucial, primero, que el Banco Central confirme que ninguna corrida cambiaria podrá torcer al poder político. Segundo, que una vez que se deje de hablar del dólar, porque eso es lo que va a suceder, se recupere la mirada sobre las necesidades de divisas y las opciones de políticas públicas. Es importante que la sociedad perciba que puede adquirir dólares en relación con sus ingresos declarados y, a la vez, que perciba que no le conviene hacerlo. Si se lograra eso, que es justamente lo que sucedió en los años anteriores y que en la actual coyuntura internacional plantea otros desafíos, se abre la oportunidad para una verdadera política integral orientada a que los argentinos pensemos en pesos.
Pensar en pesos no es pesificar. Es, por ejemplo, lograr que se realicen en pesos todas las transacciones inmobiliarias, es decir desdolarizar actividades habituales de la economía. Utilizar la palabra “pesificación” implica llamar a los traumas sociales del pasado, a situaciones de profunda injusticia que no han sido elaboradas. Diseñar, desde las políticas culturales y de comunicación, un análisis histórico de aquellos episodios es una tarea relevante. Donde la justicia institucional no puede actuar es necesario que la sociedad elabore los episodios dramáticos del pasado, no exentos de terrorismo económico, para al menos construir un balance justo.
1. Véase un ejemplo de este razonamiento en Página/12, Buenos Aires, 3-6-12.
* Antropólogo, investigador del CONICET y decano del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

¿Vuelve la “dictadura perfecta”?


ELECCIONES EN MÉXICO


Por Le Monde diplomatique París

El recuento de votos confirmó el triunfo de Peña Nieto (PRI) inicialmente calificado de fraudulento por su opositor, López Obrador (PRD). Desenlace de una intensa campaña en un país atravesado por el narcotráfico.

El telegénico candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI, centro) Enrique Peña Nieto resultó vencedor en las elecciones presidenciales mexicanas del domingo 1º de julio, con el 38,14% de los votos, frente a Andrés Manuel López Obrador (31,64%), del Partido de la Revolución Democrática (PRD, izquierda); Josefina Vázquez Mota (25,4%), del Partido Acción Nacional (PAN, derecha); y Gabriel Quadri (2,3%), del Partido Nueva Alianza (PANAL, derecha) (1). López Obrador calificó el resultado como “fraudulento” y exigió un recuento de los votos. ¿Una primicia? No realmente, ni siquiera en el transcurso de los últimos treinta años…
6 de julio de 1988, 17.14 horas, los resultados preliminares de las elecciones presidenciales colocaban al fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas (2), confortablemente a la cabeza. Cárdenas se preparaba así para poner fin a cincuenta y nueve años de hegemonía del PRI… Pero sin tener en cuenta al hada buena del partido gobernante: a las 17.15 horas, una “falla” en el sistema informático del Registro Nacional de Electores interrumpió la recepción de los resultados. Cuando todo volvió a estar en orden, el adversario principal de Cárdenas, Carlos Salinas de Gortari, tenía una sorprendente ventaja sobre su adversario. Ya no la perdería.
Progreso relativo en la historia del PRI en el poder: el fraude electoral reemplazó a la designación directa del presidente a manos de su predecesor. Sin embargo, el dominio del partido del oxímoron no se encontró amenazado. En todo caso, no hasta el año 2000, cuando tuvo lugar una “transición” inédita: Vicente Fox, antiguo dirigente de Coca-Cola, resultó electo con los colores del PAN. Después de setenta y un años de poder ininterrumpido, llegó el fin de lo que el intelectual peruano Mario Vargas Llosa había dado en llamar la “dictadura perfecta”.
Si el sueño de la oligarquía no perdió entonces su serenidad, sería distinto seis años más tarde, cuando la población amenazara con elegir a López Obrador, quien prometía: “primero los pobres”. Nuevo toque de varita mágica: un “fraude masivo e indiscutible” (3) le quitó la victoria al candidato del PRD. Su adversario, Felipe Calderón, fue declarado vencedor con un margen del 0,56% de los votos. Y luego vino julio de 2012.
Déjà vu…
Incluso sin evocar las numerosas irregularidades durante la campaña y el escrutinio (compra de votos, voto coactivo en los lugares de trabajo, relleno de urnas, gastos de campaña no declarados, etc.), la evolución del conteo de votos durante la velada electoral del 1º de julio olió a déjà vu para los militantes del PRD. A lo largo de toda la noche, la distancia entre Peña Nieto y López Obrador permaneció estable, alrededor del 3-4%. “Hasta la madrugada. Entonces la diferencia subió de repente a siete puntos, sugiriendo un sobresalto en los votos de último minuto a favor del candidato a la cabeza, un fenómeno ya observado en 2006 cuando la tendencia de los votos López Obrador y Calderón se dio vuelta al final del recuento”, comenta la analista Laura Carlsen (4).
¿Pero Peña Nieto sólo podría deberle su victoria a un posible fraude? En 2012, 2,5 millones de votos (una distancia de alrededor del 3%) separan en efecto a los dos principales candidatos: este año entraron en juego otros factores.
Por un lado, la campaña de López Obrador, al frente de una coalición más dividida que en 2006, se pretendía “aglutinadora”. Ya no se trataba de anunciar una única prioridad –“primero los pobres”–, sino también de seducir al pequeño empresariado nacional, aplastado por monopolios que, según el Instituto Mexicano para la Competitividad, reducirían el crecimiento mexicano en 2,5 puntos por año (5). ¿El mensaje habrá seducido a una base electoral que, según los resultados de 2012, se apoyaría sobre todo en los más humildes?
Por el otro lado, la principal preocupación de los mexicanos sigue siendo la violencia, como muestra la investigación de Jean-François Boyer en la edición de julio de Le Monde Diplomatique (6). La “guerra contra el tráfico de drogas”, lanzada a partir de la llegada de Calderón al poder, tuvo como saldo un vergonzoso fracaso y más de 50.000 muertos. Ahora bien, según explica Boyer, en los hechos, la violencia criminal “estalló repentinamente a principios del año 2000, en medio de la transición política”: “(…) la mayoría de los altos funcionarios cómplices del crimen organizado fueron reemplazados. (…) Por primera vez en veinte años, los narcos se encontraban frente a una multitud de interlocutores políticos que, por diversas razones, ya no se sentían obligados por los acuerdos anteriores. (…) Las reglas del juego cambiaron: los carteles se enfrentaron para adueñarse de nuevos bastiones. México descubrió lo que se denomina la ‘guerra por las plazas’”. En un contexto de violencia exacerbada, una parte de la sociedad mexicana se habría sumado a la idea de devolver al poder a un partido considerado capaz de negociar y entenderse con los carteles.
En 2006, López Obrador y sus seguidores ocuparon el centro de la capital durante seis semanas para que se reconociera su victoria. Sin éxito. Este año contaron con un nuevo apoyo: el movimiento estudiantil “Yo soy 132” (7), nacido durante la campaña para denunciar el apoyo de los grandes medios de comunicación –con la cadena de televisión Televisa (alrededor del 70% de la audiencia) en primera fila– al candidato del PRI. Una investigación del diario británico The Guardian reveló que Televisa había recibido grandes sumas de dinero para “realzar la imagen nacional” de Peña Nieto, después de haber “elaborado una estrategia mediática destinada a atacar a Andrés Manuel López Obrador” en 2006 (8).
Después de haber multiplicado las manifestaciones en la calle, los estudiantes se propusieron una nueva misión: juntar suficientes pruebas de un fraude masivo para invalidar la victoria del PRI.
El resultado del recuento de votos, ¿significa el regreso de una “dictadura perfecta” en México?
1. Sobre la base del recuento del 98,95% de las mesas. El 2,4% restante corresponde a los votos impugnados o en blanco.
2. Entonces candidato por el Frente Democrático Nacional, izquierda.
3. Véase Ignacio Ramonet, “México fracturado”, Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.
4. “De la dictadura perfecta a la democracia imperfecta”, Programa de las Américas, 2-7-12.
5. Véase Elisabeth Malkin y Simon Romero, “World Leaders Meet in a Mexico Now Giving Brazil a Run for Its Money”, The New York Times, 17-6-12.
6. Jean-François Boyer, “México: el Estado retrocede frente a los carteles”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2012.
7. El nombre proviene de una manifestación organizada en contra de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México. Cuando el candidato del PRI denunció a los manifestantes como “falsos estudiantes”, ciento treinta y un estudiantes del grupo hicieron un video en el que mostraban sus libretas universitarias. El video suscitó una importante ola de solidaridad, y cada nuevo apoyo se presentaba como “el 132”.
8. Véase Jo Tuckman, “Computer files link TV dirty tricks to favourite for Mexico presidency”, The Guardian, Londres, 8-6-12.

Aldo Giacometti