martes, 16 de marzo de 2010

Ghana, el modelo cuestionado

20 de abril de 2007 Por Yao Graham   

Del antiimperialismo al Banco Mundial
Ghana, el modelo cuestionado

El 6 de marzo, Ghana celebró sus cincuenta años de independencia. La ex Costa de Oro fue el primer Estado del África negra en liberarse del dominio colonial, bajo el impulso de Kwame Nkrumah. En 2007, Accra se convirtió en un modelo para el Banco Mundial y un aliado esencial en la política securitaria de Estados Unidos.
“Estar a la altura de la excelencia africana”. La consigna elegida para acompañar las celebraciones oficiales por el quincuagésimo aniversario de la independencia de Ghana, el pasado 6 de marzo, estaba destinada a crear consenso. Pero por el contrario, suscitó una controversia: ¿quién y qué puede simbolizar, en la historia del país, la excelencia africana? Desde entonces, se ha instalado en la prensa un gran debate que toca todos los temas, desde la herencia de Kwame Nkrumah –primer presidente de este pequeño Estado de África Occidental y figura histórica del panafricanismo y de las luchas antiimperialistas–, hasta la política del actual presidente John Kufuor.
Cincuenta años después de haberse liberado del dominio colonial, el país sigue enfrentando los mismos problemas que en 1957, que son, por otra parte, los mismos de toda el África poscolonial: ¿cómo reestructurar una economía subdesarrollada dependiente de ciertas materias primas (minerales y agrícolas), cuyos precios son inestables? ¿Cómo transformar y aumentar el rendimiento económico de una agricultura de baja productividad asentada en los pequeños productores? ¿Cómo industrializar un país con un mercado local atrofiado, cuya relación con los mercados mundiales fue estructurada por las economías occidentales? ¿Cómo generar recursos para mejorar de forma duradera la situación de las poblaciones cuyas esperanzas crecieron exageradamente en el momento de la independencia (1)?
Desde los años ’60 Ghana puso en práctica, tanto en economía como en política, todos los ensayos africanos. En primer lugar, bajo el gobierno de Nkrumah, la economía administrada, con inversiones en infraestructura y el sector social. En ese período, el gobierno llevó adelante una política de industrialización orientada a reducir las importaciones y Nkrumah se convirtió en el vocero del antiimperialismo, lo cual suscitó la reprobación de los países occidentales. Tras su derrocamiento, en 1966, por un golpe de Estado apoyado por la CIA, el país entró, hasta 1982, en un período de inestabilidad política. Luego estuvo sometido a los vaivenes de la cotización de las materias primas. Al igual que el resto del continente, enfrentó la corrupción y la mala gestión, y a partir de 1980 bajo la presidencia de Jerry Rawlings, se convirtió en una economía de mercado con el apoyo de las instituciones financieras internacionales y los países del Norte. Ghana pasó de ser modelo de las experiencias poscoloniales en los años ’60, a ser el modelo de las políticas neoliberales.

Estratega genial

Kufuor, sucesor de Rawlings en 2000, culminará su mandato en 2008. Ocupará entonces el tercer lugar por su longevidad en el poder (8 años), entre los ocho presidentes ghaneses, después de Rawlings (18 años) y Nkrumah (9 años). Según Amilcar Cabral (2), Nkrumah era “un estratega genial en la lucha contra el colonialismo clásico”. Rawlings es el arquitecto del Ghana actual. Después de haber tomado el poder con un golpe de Estado en 1981, fue reelecto jefe de Estado dos veces. Se lo considera el Jano de la vida política local, el puente entre Nkrumah y Kufuor. Durante los primeros años de su presidencia, puso el acento en la necesidad de reformas económicas estructurales, justicia social, y una política exterior antiimperialista. Dirigió el país con autoritarismo, combatiendo vigorosamente la corrupción.
Este posicionamiento general suscitó en primer término la desconfianza de Washington. Autócrata y demagogo, Rawlings supo encauzar las esperanzas de la población y conquistar su confianza anteponiendo el objetivo de promoción social de una elite. Pero si bien en sus comienzos recordaba a Nkrumah, cuando abandonó el poder en 2000 había convertido a su país en el modelo de liberalismo económico que actualmente conocemos. Su política de apertura a los mercados exteriores se basaba fundamentalmente en la búsqueda de inversión extranjera. Puso en marcha el crecimiento económico y trajo estabilidad política, pero abandonó el objetivo de transformar las estructuras de la economía ghanesa, históricamente dependiente del extranjero.
Las dos victorias electorales de Rawlings, en 1992 y 1996, año en que venció al presidente Kufuor, lo llevaron a pensar que estaba en sintonía con el país. Sin embargo, ciertos elementos del Congreso Democrático Nacional (NDC) –partido en el poder– y un sector significativo de la población seguían desconfiando de la economía de mercado. Además, importantes fracciones de las elites ghanesas se negaban a reconocer lo que le debían a Rawlings, en particular ciertas reformas económicas draconianas y la restauración de la autoridad del Estado, condiciones necesarias para su prosperidad.
Los que habían financiado la reconstrucción económica asumieron una actitud más pragmática: el presidente norteamericano William Clinton y la reina Isabel II acudieron a Accra a expresarle a Rawlings su agradecimiento por haber traído a Ghana de vuelta a la órbita occidental. El antiimperialismo heredado de Nkrumah había cedido su lugar al clima civilizado del Commonwealth. No obstante, las grandes potencias seguían desconfiando de un hombre de carácter imprevisible cuya base social parecía frágil.
Diversos factores incidieron en la victoria de Kufuor en el año 2000, que resolvió esas contradicciones. En ese momento, el NDC experimentaba tensiones internas debidas a la sucesión de Rawlings, debilitado por el ascenso de la corrupción y los tintes autoritarios que lo alejaban de la población. De todos modos, lo que terminó de derribar el régimen fue la crisis económica de 1999, provocada por la caída de los precios de las materias primas. Las cotizaciones del oro, el cacao y la madera, principales recursos del país, cayeron entre 1998 y 2000 (a la tercera parte en el caso del cacao). En esa misma época, el costo de las importaciones de petróleo se duplicó a causa del aumento del barril en los mercados mundiales.
Esta crisis, que surgió después de años de frustraciones sociales ligadas al crecimiento de las desigualdades, dejó en evidencia también las debilidades estructurales de la economía ghanesa: la dependencia de la ayuda y el peso de la deuda, que pasó de 1.000 millones de dólares en 1983 a 6.000 millones en 2000. Dos décadas de liberalismo económico y libre comercio habían debilitado la producción local (agricultura, manufactura) y agravado la dependencia externa del país, problema que Ghana siempre enfrentó y continúa enfrentando hoy. Además, como golpe de gracia al gobierno Rawlings, a fines de los años ’90 un diferendo con los donantes retrasó la llegada de la ayuda. Dentro del NDC, hay quienes siguen considerando que las instituciones internacionales trataron de favorecer la victoria de Kufuor, personaje mucho más controlable.

Un aliado de Estados Unidos

De hecho, el presidente George W. Bush y el primer ministro británico Anthony Blair han convertido a Ghana en el modelo de lo que es “bueno para África”. En comparación con su antecesor Jerry Rawlings, y pese a que éste fue el artesano del viraje liberal, el presidente John Kufuor es un privilegiado por su posibilidad de acceso a la Casa Blanca y al número 10 de Downing Street. Bush lo ha calificado de “visionario y hombre de carácter” que ha realizado un “trabajo fantástico para su país”.
Lo que hace que Washington esté tan satisfecho con Ghana es la expansión, muy clara aunque discreta, de la cooperación con la alianza atlántica (OTAN), tanto en lo concerniente a la información como a las operaciones militares. Estados Unidos anhela “dar seguridad” a los aprovisionamientos petrolíferos del golfo de Guinea; estos podrían representar el 25% de sus importaciones de oro negro de aquí a 2015. Ya en 2003, invocando la necesidad de preservar las relaciones militares con Estados Unidos, Accra había firmado un acuerdo que protegía de la Corte Penal Internacional a los ciudadanos estadounidenses presentes en territorio ghanés.
Entre los diversos ejercicios militares conjuntos que se organizaron en tierra y mar está el de octubre de 2005, con 1.000 soldados del ejército ghanés y la OTAN. Accra pone su territorio y equipamientos a disposición de los militares estadounidenses, y acoge un programa estadounidense-europeo destinado a facilitar el despliegue de las tropas (el programa Exercise Reception Facility).
“Ghana nos interesa”, confesaba en mayo de 2004 el general Joseph Ralston, que en ese momento dirigía el Comando aliado supremo en Europa. “Lo que nos interesa especialmente es la seguridad, la paz, las inversiones económicas, el desarrollo de los países de África. Ghana constituye un polo de estabilidad que queremos tener la seguridad de fortalecer. Y si tuviéramos que realizar ciertas operaciones en países menos estables, podríamos al menos apoyarnos en Ghana y dialogar con los países involucrados” (3).
Esta cooperación con Washington, que podría transformar al país en blanco de los terroristas, inquieta a algunos ghaneses. De ahí que la construcción de una nueva embajada estadounidense en los barrios del este de Accra haya suscitado inquietud entre sus habitantes. Sin embargo, estos interrogantes no parecen debilitar el gobierno de Kufuor.

“La edad de oro de los negocios”

En 2001, el nuevo presidente aceptó la Iniciativa para la reducción de la deuda en los países pobres muy endeudados (PPME). Esta decisión equivalía a reconocer que las tan alabadas reformas liberales habían causado en realidad la quiebra del país y lo habían vuelto más vulnerable a las condiciones de las instituciones donantes. Pero Kufuor se mostraba dispuesto a extender y profundizar las políticas en cuestión. A cambio, las instituciones financieras aceptaron una reducción parcial de la deuda del país. La ayuda llegó, y el gobierno pudo solventar la educación primaria y las infraestructuras. Entre 2001 y 2006, el crecimiento pasó del 3 al 6%. No obstante, el aumento de las desigualdades y las debilidades estructurales de la economía constituyen una bomba de tiempo para un régimen aparentemente estable.
El 20% más pobre de la población representa hoy el 8,4% del producto bruto interno, contra el 41,7% para el 20% más rico. En 2002, un estudio del Centro para el desarrollo democrático –“think tank” ghanesa– reveló la magnitud del desempleo y la subocupación, y denunció la “creciente brecha entre los ricos y los pobres” (4). Dos tercios de las personas interrogadas calificaron entonces su situación económica como mala. La mayoría de los participantes puso entre las prioridades la creación de empleos y la reducción de la pobreza y la exclusión.
Estos últimos años, se multiplicaron las huelgas por salarios y mejores condiciones de vida, pero finalizaron sin que los trabajadores consiguieran lo que pedían. Las medidas puntuales (compensaciones de repatriación, campañas de reclutamiento de ciudadanos en el exterior, etc.) adoptadas para luchar contra el éxodo de cerebros causaron incoherencias y desigualdades extremas en el diagrama de salarios del sector público.
El presidente Kufuor fue elegido en 2000 prometiendo “la edad de oro de los negocios”. Siete años después, los empresarios locales, especialmente los de las pequeñas industrias, se quejan de que el gobierno sólo piensa en satisfacer al capital extranjero. La prioridad acordada al libre comercio perjudicaría el desarrollo de la capacidad de producción de la ex Costa de Oro. En la capital Accra, las fábricas abandonadas se convierten en depósitos de las importaciones, o en iglesias que acogen al creciente número de fieles de los movimientos evangélicos.
La economía centrada en el estímulo a las exportaciones de cacao, gas y petróleo, pero también de minerales (oro, plata, manganeso) no crea suficientes empleos, y pocos bien pagados. Esto provoca migraciones internas y externas, entre ellas la más conocida es la de los profesionales del sector de la salud (5). El éxodo más importante atañe a decenas de miles de jóvenes, con poca formación pero educados, cuyos ingresos –cuando les va bien en el exterior– permiten que muchas familias se mantengan por encima del umbral de pobreza.
De las decenas de miles de funcionarios despedidos durante las reformas liberales implementadas en los años ’80 y ’90, pocos volvieron a encontrar trabajo. Engrosa las filas de estos desocupados de larga data el éxodo rural, que provocó la pauperización del campo. En efecto, la agricultura local, y en especial los cultivos destinados a la alimentación, quedaron en la ruina por la política de apertura a los mercados mundiales, la falta de tierras disponibles y de perspectivas económicas. Dentro de ese mundo rural en que vive la mayoría de los ghaneses, la inseguridad económica tiene el rostro particular de los sin tierra. La mayoría de las personas no es propietaria y depende de un tercero: asalariados agrícolas, colonos, jóvenes, mujeres pierden así fácilmente sus derechos. Como el gobierno no ha sabido responder a esta inseguridad jurídica, la inestabilidad de la propiedad de la tierra desestabiliza al país así como a otras regiones de África Occidental, donde ésta ha originado erupciones de violencia (6).
En 2000, el 80% de la población activa ejercía en el sector informal. Pequeños vendedores callejeros, artesanos con puestos de venta sin autorización en lugares protegidos, número creciente de ocupantes ilegales... En la mayoría de las grandes ciudades, este fenómeno desconcierta a las autoridades, que responden con medidas de seguridad. De hecho, las dificultades de la vida cotidiana y la corrupción en aumento erosionaron la confianza que la población tenía en el partido en el poder, el Nuevo Partido Patriótico (NPP). Ghana, país-símbolo, no ha logrado marcar la senda de un desarrollo autónomo ni poner en marcha las imprescindibles transformaciones socioeconómicas.

1 Véase Gareth MacFeely, “Le Ghana entre rêves et maux d’antan”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2001.
2 Amilcar Cabral (1924-1973), líder del Partido Africano para la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde (PAIGC), fue el vocero de la lucha contra la colonización portuguesa.
3 Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Red de Información Regional Integrada (IRIN), boletín informativo Nº 931 para África Occidental, 15-3-01.
4 www.cddghana.org/information.asp?tl=Annual%20Reports&cd=8
5 Véase Karl Blanchet y Regina Kieth, “L’Afrique tente de retenir ses médecins”, Le Monde diplomatique, París, diciembre de 2006.
6 www.amenagement-afrique.com

Fuente: http://www.eldiplo.org
      

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