viernes, 27 de noviembre de 2009

Las múltiples facetas de la crisis griega

Las múltiples facetas de la crisis griega
Los recientes episodios de violencia ocurridos en Grecia desnudaron los problemas sociales, económicos y políticos que acarrea el país desde hace años. En rigor, el asesinato de un joven estudiante a manos de un policía –hecho que desató formalmente las protestas actuales- fue sólo el suceso que hizo estallar una situación que para muchos ciudadanos ya se había vuelto insostenible.

El primer dato a tener en cuenta es el progresivo deterioro del panorama social y económico del país. Pese a que en los últimos diez años el PBI griego creció a un ritmo superior al 4% anual, el desempleo sigue siendo alto y el mercado laboral muestra una alarmante rigidez. A su vez, el Estado parece mostrarse cada vez más ineficiente para garantizar salud, educación y servicios públicos de calidad para todos los habitantes, especialmente aquellos pertenecientes a las clases medias y bajas.

La situación es aún más grave para los jóvenes. Con un 23% de desocupación entre los menores de 24 años, Grecia ostenta el desempleo juvenil más elevado de la Unión Europea (UE). Pero el futuro tampoco es alentador para quienes consiguen acceder a un trabajo: los nuevos asalariados reciben el sobrenombre de “generación de los 600 euros”, debido a los bajos sueldos que perciben. Como corolario, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) alertó sobre la escasa competitividad del sistema universitario griego, que no facilita la transición al mercado laboral. En este marco, no sorprende que gran cantidad de los manifestantes actuales sean adolescentes y estudiantes universitarios.

Por otro lado, el tramado institucional griego muestra evidentes signos de anquilosamiento, nepotismo e incapacidad de reacción. En este país europeo, el poder se reparte entre unas pocas familias que se alternan en los principales cargos públicos. Así, el actual primer ministro Costas Karamanlis ocupa un puesto que ya desempeñó su tío, el legendario Constantinos Karamanlis. Por su parte, el líder socialista Yorgos Papandreu es el más reciente representante de una dinastía que desde hace décadas acumula cargos tanto oficiales como de oposición.

Ni unos ni otros logran dar respuesta a los crecientes reclamos sociales, y la crisis actual desnudó que gran parte de la población está cansada tanto del gobierno como de sus adversarios. Así las cosas, el conflicto presente puede explicarse en buena medida a partir del hastío social y el descontento con el sistema económico y político que experimentan grandes sectores de la población. Ello se ve agravado por una galopante crisis económica internacional que, si bien no tiene a Grecia entre sus principales víctimas, ya comienza a golpear al país mediterráneo.

Finalizada la dictadura, a comienzos de la década de 1980 Grecia se vio beneficiada por su ingreso a la UE, hecho que le permitió la reinserción en el mercado internacional y le garantizó el acceso a jugosos paquetes de ayuda económica. Esto contribuyó a que el país, tradicionalmente uno de los más pobres de Europa occidental, experimentara notables tasas de crecimiento. Sin embargo, el escenario actual revela que los éxitos macroeconómicos de la nación conviven con una inocultable deuda social que permanece desatendida. La virulencia de los manifestantes, y la heterogeneidad de sus reclamos, así parecen indicarlo.

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