miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las promesas de la Junta Militar no aplacan la violencia en El Cairo


Miles de manifestantes abarrotan durante la noche la plaza de Tahrir

El jefe de las Fuerzas Armadas promete elecciones presidenciales antes de julio

Más de 30 personas han muerto en la nueva revuelta desde el pasado sábado

Nuevos enfrentamientos y muertes en diferentes puntos de la capital egipcia


Ni se aplaca la ira de los egipcios ni la violencia desaparece de las calles de El Cairo. Los manifestantes rechazaron durante la pasada noche las nuevas promesas hechas de urgencia por la Junta Militar, en el poder desde la caída del rais Hosni Mubarak. Miles de personas acudieron el martes por la tarde a la plaza de Tahrir, en El Cairo, ante la llamada de grupos de activistas a manifestarse de forma masiva contra la permanencia en el poder del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA). Su máximo responsable, Mohamed Tantaui, se comprometió a que los comicios presidenciales se celebren el próximo verano. Pero la plaza cairota, llena a rebosar durante toda la madrugada, y sus alrededores han gritado que no es suficiente.
Con la luz del día, la calle Mohamed Mahmod, junto a Tahrir y el Ministerio de Interior ha vivido violentos choques entre los manifestantes y los agentes que custodiaban el edificio. Las fuerzas de seguridad han respondido de nuevo con gases lacrimógenos al lanzamiento de cócteles molotov y piedras. Los líderes de la revuelta tratan de llevar los enfrenamientos lejos del centro de Tahrir para desbloquear la plaza y permitir el acceso de los egipcios. Cerca de 40 personas han fallecido desde el pasado sábado en el cara a cara entre los ciudadanos y la policía. Tres de las víctimas mortales han sido reportadas esta misma mañana por Chadi al-Naggar, médico de un hospital de campaña situado junto a la mezquita Omar Makram, al lado de la plaza de Tahrir.
El foro que vivió las primeras concentraciones de la revolución del 25 de enero, ataviado con tiendas de campaña, tres hospitales improvisados y transitado por decenas de personas se encuentra hoy en calma. Los barrios aledaños, sin embargo, mantienen la tensión de los choques desencadenados desde el pasado sábado. Y a la tensión le precede la rabia y el cabreo contra el inmovilismo de los militares. Es difícil saber donde acampa la violencia, pero lo que es cierto es que los heridos siguen llegando a cada instante a los hospitales de El Cairo y las tiendas medicalizadas de la ciudad.
El ministro de Sanidad egipcio, Amro Helmy, ha reconocido que algunos de los cadáveres analizados desde este fin de semana presentan heridas de balas. Helmy, en una comparecencia improvisada desde Tahrir, ha informado también que se ha abierto una investigación para analizar tanto estas muertes, como las provocadas por la inhalación de gases lacrimógenos más fuertes de los habituales. En este sentido, la alta comisaria para los Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, ha instado a las autoridades egipcias a que pongan fin al uso excesivo de la fuerza.

Prisas para borrar al régimen

Las incógnitas sobre el futuro de la revolución proliferan y alguna asusta, pero la presión popular ha conseguido cuando menos purgar el Gobierno de fieles a Mubarak y que el dictador fuera juzgado. Ahora quieren escribir el epitafio del régimen militar que dirige el país desde entonces. Y tienen prisa. Tal vez demasiada para un proceso tan complejo y sembrado de escollos. Aunque este martes, el CSFA, organismo rector del país, cediera a las exigencias de la masa. “El Ejército está completamente preparado para entregar inmediatamente el poder... si la nación lo desea, a través de un referéndum si es necesario”, prometió ayer Tantaui.
La emblemática Tahrir ha vuelto a convertirse en un manifestódromo desde el fin de semana
Los féretros de las víctimas caídas en la represión policial eran aclamados por la multitud en la plaza de Tahrir, no tan repleta como en febrero, y algún oficial que se negó a castigar a los manifestantes era llevado a hombros y besado por manifestantes. A todos les resultaba insuficiente que el Consejo Supremo hubiera decretado días atrás la prohibición de participar en la pugna política a “quienes corrompieron la política...”. Para muchos de los manifestantes, Tantaui es uno de ellos.
El militar, que se ha mostrado alarmado por la coyuntura económica, ha aceptado la renuncia del Gobierno de Essam Sharaf; ha asegurado que las elecciones legislativas —que se celebrarán en tres fases a partir del próximo lunes— seguirán el calendario previsto, descartando así un aplazamiento al que se oponían casi todos los partidos. Y la concesión más importante: las elecciones presidenciales tendrán lugar antes de julio. No era su intención. El Consejo Supremo planeaba que las presidenciales se celebraran a finales de 2012 o principios de 2013. “Vete, vete”, clamaba la multitud segundos después de que Tantaui concluyera su discurso.
El mariscal, estrecho colaborador durante décadas del exdictador Mubarak, ha agotado su crédito. “El pueblo quiere la caída del mariscal”, gritaba ayer la muchedumbre en la plaza Tahrir empleando el mismo lema que corearon hasta derrocar a Mubarak, hastiada ya de los intentos tramposos del régimen por perpetuarse en el poder y proteger sus vastos intereses. Seguramente, intentará conservar esos privilegios y sus inmensas prebendas económicas: alrededor del 25% del producto interior bruto está en manos del conglomerado empresarial en manos de las fuerzas armadas. Es inverosímil que semejantes intereses económicos no vayan a tener su influencia en el porvenir egipcio, al margen del papel institucional que se pueda reservar a los uniformados.
Aunque diera marcha atrás en su pretensión de que un buen número de diputados fueran designados por los militares, el Consejo Supremo desea que el presupuesto de las Fuerzas Armadas sea secreto y pretendía tutelar una transición que se prolongaría al menos un año más. La mayoría de los egipcios no han tragado. Y la emblemática Tahrir ha vuelto a convertirse en un manifestódromo desde el pasado fin de semana.

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