miércoles, 24 de agosto de 2011

Salvar a los niños somalíes

El pasado 20 de julio, las Naciones Unidas declararon estado de hambruna en dos regiones al sur de Somalia, calificándola como la “peor crisis humanitaria del mundo” a consecuencia de una sequía nunca vista en 60 años.



Decenas de miles de personas huyeron de la hambruna en el sur de Somalia y se refugiaron en Mogadiscio, capital somalí, en búsqueda de alimento. Pero en el camino, muchos padres dejaron a sus hijos más débiles con la esperanza de salvar a los otros.
“Nos han dicho que algunas personas ancianas sucumbieron, mientras los niños que no podían moverse y estaban al borde de la muerte fueron abandonados para salvar a los que tenían posibilidad de sobrevivir”, dijo Mohamed Diriye, funcionario de una organización local de Mogadiscio que brinda ayuda contra la sequía.
La mayoría de los desplazados, según Diriye, llegaron a salvo a Mogadiscio y a campamentos de refugiados en las vecinas Kenia y Etiopía, al sur y al oeste respectivamente de este país, al noreste del continente africano.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el pasado miércoles 20 estado de hambruna en dos zonas del sur de Somalia, Bakool Austral y Baja Shabelle. El anuncio llega tras dos años de sequía sostenida y una elevada mortandad infantil provocada por la escasez de alimentos en el país.
El organismo calcula que 2.8 millones de personas viven en las zonas afectadas, pero agrega que casi la mitad de los ocho millones de habitantes somalíes padecen una crisis humanitaria.
Somalia es el epicentro de una sequía que ha devastado el Cuerno de África en los últimos 18 meses y que fue calificada por organizaciones humanitarias como la peor en 60 años. La escasez de agua también afectó a partes de Djibouti, Etiopía y Kenia.
Es la “peor crisis humanitaria del mundo”, declaró el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, durante una visita al campamento de refugiados Dadaab, junto a la frontera de Kenia con Somalia.
A partir de 2009, el grupo insurgente islámico Al Shabaab, que controla gran parte del sur del país, prohibió la labor de las agencias humanitarias en la zona.
Pero la organización rebelde anunció el miércoles 6 de julio que levantaría la prohibición para que las comunidades asoladas por la sequía recibieran asistencia. No obstante, muchos somalíes ya comenzaron a huir hacia países vecinos y al territorio somalí en control del gobierno en búsqueda de asistencia.
La ONU recibió el anuncio con beneplácito, pero declaró que “la imposibilidad de las agencias de alimentos de trabajar en la región desde principios de 2010 impidió que la ONU accediera a los más hambrientos y ha contribuido a la crisis actual”.
Somalia carece de un gobierno central efectivo y ha padecido dos décadas de guerra civil. El gobierno actual es sostenido por unos 10 mil efectivos de paz de la Unión Africana, y controla sólo poco más de la mitad de Mogadiscio. Al Shabaab, vinculado a la red islamista radical Al Qaeda, controla el resto de la capital.
Los refugiados continúan llegando a Mogadiscio luego de la peligrosa travesía desde el sur a pie. No todos consiguen ayuda una vez que llegan a edificios vacíos y con las marcas de los proyectiles en esta ciudad junto al mar.
“Mi familia perdió todo el ganado, 50 animales, por la falta de pasto y agua. No llovió durante un año y medio. El pasto, los pozos de agua, los ríos, las lagunas, todo se secó”, dijo Muse Elmi, padre de 10 hijos.
La familia de Elmi huyó de su aldea en la sureña provincia de Bakool e ingresó a un campamento levantado por el gobierno para personas desplazadas por la sequía.
Pero estos campamentos no tienen espacio suficiente para alojar a todos quienes llegan en busca de ayuda, y muchas personas buscan refugio en los edificios abandonados y en ruinas de Mogadiscio.
“No tuvimos otra opción que caminar 15 días hasta Mogadiscio. Esperábamos el apoyo del gobierno y las agencias de ayuda, pero hasta ahora recibimos poco”, aseguró Elmi.
Desde que la familia llegó a la capital, sólo recibió asistencia alimentaria una sola vez, de la organización no gubernamental local Saacid, explicó.
El gobierno y las organizaciones de ayuda discrepan en la estimación del número de refugiados que ha recibido Mogadiscio. Algunos dicen que son 20 mil personas, pero otros aseguran que hay 30 mil.
Para colmo de males, la capital ha sido azotada por fuertes lluvias la última semana, lo que complicó la vida de los desplazados, alojados en refugios improvisados y en campamentos inundados.
“Estamos atestados aquí. Yo, mi esposa y nuestros cuatro hijos vivimos en esta choza pequeña. El agua se filtra por el techo y los costados”, protestó Abdi Daahir, otro refugiado por la sequía.
En los últimos cinco días murieron cinco personas por estar a la intemperie, mientras decenas más resultaron lesionadas como consecuencia de las fuertes lluvias. Médicos de la capital temen que las enfermedades se propaguen ahora que las lluvias colapsaron los sistemas de desagüe y formaron grandes lagunas junto a los campamentos, que carecen de retretes.
El presidente Sharif Sheij Ahmed, entre otros altos funcionarios, solicitó la asistencia de la comunidad internacional para un país donde la mortandad es tres veces superior a lo que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) define como hambruna, con un límite de dos muertes cada 10 mil personas por día.
La Organización de la Cooperación Islámica fue el primer organismo internacional en distribuir ayuda a las víctimas de la sequía. Grupos locales también lograron movilizar a los habitantes de la capital para que ayudaran a los desplazados con alimentos y mantas.
Pero la asistencia no alcanza. Algunos comenzaron a pedir limosna en las calles capitalinas, mientras otros consideran la posibilidad de irse a campamentos en países vecinos, donde trabajan la mayoría de las agencias de asistencia.
Organismos internacionales como la Unicef, el Programa Mundial de Alimentos y Médicos Sin Fronteras prometieron apoyar a las víctimas de la sequía.
Mark Bowden, el coordinador humanitario de la ONU para Somalia, dijo que se necesitan 300 millones de dólares para reforzar la respuesta de emergencia para atender a los 3.7 millones de personas que padecerán necesidades en los próximos dos meses.
Abdurrahman Warsameh/IPS. Mogadiscio

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