miércoles, 7 de septiembre de 2011

Más allá del dólar alto


LA AUSENCIA DE UNA POLÍTICA INDUSTRIAL DE LARGO PLAZO


Por Martín Schorr
Investigador del Conicet.

El crecimiento económico actual descansa sobre todo en el despegue productivo propiciado por el tipo de cambio competitivo. Esta importante expansión no alteró el patrón industrial, concentrado en unas pocas ramas ligadas a la explotación de recursos naturales y la armaduría automotriz, ni modificó la estructura exportadora.

esde el abandono de la convertibilidad se ha ido delineando en el país un nuevo patrón de crecimiento motorizado por los sectores productivos. El discurso dominante postula que la vigencia de un dólar “alto” o “competitivo” constituye una condición necesaria, y para muchos suficiente, para propiciar un cambio radical en el régimen de acumulación, conducido por un sector industrial en expansión merced a un salto exportador de consideración, un nuevo perfil de las ventas al exterior, un proceso virtuoso de sustitución de importaciones y, en ese marco, una revitalización de la producción nacional.
De allí que el “dólar alto” se ha constituido en el eje sobresaliente de la política industrial, en un escenario internacional que, con algunos momentos de excepción, en general ha resultado muy favorable para países como Argentina (1). El planteo es que, por esa vía, se estarían sentando las bases de un “modelo de acumulación con inclusión social”, tal como sostiene el discurso del gobierno y de sectores afines. Con diferencias y matices, los candidatos opositores no han hecho de la política industrial, o de los déficits que se arrastran en esta área, uno de los ejes de sus discursos y propuestas.
Es, por lo tanto, uno de los silencios más notables del debate público actual. Por eso vale la pena analizar en qué medida la política de “dólar alto” ha favorecido a las actividades vinculadas con la producción industrial, sus implicancias y, sobre todo, sus limitaciones.
La evolución reciente
Tras largos años de desindustrialización (1976-2001), en la etapa de posconvertibilidad se registró un incremento en la participación de la industria en el conjunto de la economía argentina, tal como se puede observar en el gráfico. Pero dicho aumento se dio hasta 2003 y, en gran medida, se vinculó con la utilización de las capacidades productivas instaladas que se encontraban ociosas por la crisis. A partir de ese año, el sector volvió a perder participación en el PIB total, lo cual se asocia a la relativamente baja inversión respecto a las altas ganancias de las grandes empresas, en particular entre 2004 y 2007, cuando la rentabilidad sobre ventas de los oligopolios líderes osciló entre el 14% y el 19% (niveles holgadamente superiores a los de la convertibilidad) (2).
En esa reindustrialización acotada, el comportamiento de la producción de las distintas ramas que integran el tejido fabril muestra dos etapas diferentes. Hasta 2007 se registró un crecimiento generalizado, que fue importante en aquellos rubros manufactureros que habían sido muy castigados desde los inicios del proceso de desindustrialización en 1976. Estas actividades suelen caracterizarse por una presencia significativa de pymes y elevados requerimientos de empleo: maquinaria y equipo, diversas metalmecánicas, textil e indumentaria, calzado y marroquinería, etc. Sin embargo, hay que señalar que no se registraron cambios estructurales en el perfil industrial heredado de los años de hegemonía neoliberal. Esto se debe a que también se expandieron fuertemente las ramas predominantes: alimentos, químicas, acero y aluminio, derivados del petróleo y automotores.
A partir de 2007, bajo el influjo de la crisis internacional y cuando empezaron a erosionarse los extraordinarios niveles de competitividad derivados del tipo de cambio, comenzó a registrarse una desaceleración en el crecimiento fabril. En ese marco se destaca el dinamismo de un reducido número de ramas: sustancias y productos químicos, alimentos y bebidas, curtiembres, metales básicos, caucho y plástico, armaduría automotriz y ensambladoras de productos electrónicos en Tierra del Fuego (3). Además, se registró un menor ritmo de crecimiento de la producción en ramas como los minerales no metálicos, la elaboración de instrumentos de precisión, de productos textiles y vestimenta, de papel y derivados, de productos elaborados de metal y de ediciones e impresiones. Por último, se manifestó una caída en los volúmenes producidos por un conjunto de actividades que en la etapa anterior se habían expandido, en algunos casos en forma considerable: bienes de capital, productos de madera, muebles y colchones, equipamiento de transporte e industrias refinadoras.
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En suma, en la primera etapa, hasta 2007, crecieron todas las ramas, pero no se produjeron cambios significativos en el perfil estructural del sector. En la segunda se registraron desempeños heterogéneos, cuyo resultado es una estructura industrial muy volcada al procesamiento de recursos naturales y al sector automotor de armaduría: en 2010, alrededor de las dos terceras partes de la producción industrial provenían de las industrias alimenticia, química, de acero y aluminio, de derivados del petróleo y automotriz.
En general, se trata de industrias con débiles eslabonamientos internos (en materia productiva y ocupacional), asociadas a una inserción pasiva y subordinada en el mercado mundial, para las que los salarios pesan mucho más como costo empresario que como factor de la demanda, y caracterizadas por mercados altamente concentrados (en su mayoría por parte de capitales extranjeros) (4).
Dinámica ocupacional
Las elevadas tasas de crecimiento y su composición sectorial, así como el abaratamiento relativo del trabajo con respecto al capital que motorizó la devaluación, posibilitaron una extraordinaria recuperación del nivel de empleo, lo que quebró la tendencia descendente que presentó el mismo durante la década de 1990 (con sus antecedentes desde 1976).
A partir de 2007, sin embargo, la pérdida de dinamismo de las ramas más débiles del entramado fabril, por lo general trabajo-intensivas, y el avance estructural de los rubros más capital-intensivos, provocaron un estancamiento en la capacidad generadora de empleo del sector, en el marco de una tasa de desempleo en niveles elevados. Mientras que en el período 2001-2007 la elasticidad empleo/producción fue de 0,54, en 2007-2010 fue de apenas 0,02.
Dinámica comercial externa
El crecimiento industrial en la posconvertibilidad se asoció a una expansión considerable de las exportaciones: casi se triplicaron entre 2001 y 2010, alentadas por el “dólar alto”, los bajos salarios en términos internacionales y la existencia de mercados externos en expansión. Pero ante la debilidad de las políticas tendientes a propiciar una modificación en las modalidades de inserción en el mercado mundial, se fortaleció un perfil exportador muy volcado a la explotación de recursos naturales y la armaduría automotriz; perfil caracterizado además por un altísimo grado de concentración. Así, en 2010 las ramas elaboradoras de alimentos, vehículos automotores, sustancias y productos químicos, metales básicos y refinación de petróleo dieron cuenta del 86% de las exportaciones fabriles, frente a una participación promedio de “apenas” el 78% en la convertibilidad. Asociado a este perfil, hay que señalar que menos de un centenar de grandes corporaciones, en su mayoría extranjeras, explican cerca del 80% de las ventas externas del sector.
Por las dificultades que experimentó la sustitución de importaciones, dada la casi total ausencia de políticas industriales específicas, no se logró atenuar los procesos de desintegración del tejido manufacturero y de dependencia tecnológica. De allí el fenomenal aumento que experimentaron las importaciones de bienes manufacturados, en muchos casos sustitutivas de una producción nacional sólo protegida por el nivel cambiario y algunas medidas de coyuntura (5). Ello fue erosionando el superávit comercial hasta convertirlo en déficit en 2007, 2008 y 2010 (en 2009 se registró un saldo favorable por la caída en las compras externas en el marco del estancamiento de la producción fabril en plena crisis mundial).
Resultados
En ese marco, en la etapa de posconvertibilidad se afianzó la “dualidad estructural” de la industria argentina resultante de las políticas desindustrializadoras del período 1976-2001. Un puñado de ramas ligadas al procesamiento de recursos básicos presentan una balanza comercial positiva, mientras que las restantes son en general deficitarias. Con escasas excepciones, esto se acentúa a medida que se avanza hacia industrias más complejas, más intensivas en la utilización de conocimiento científico-tecnológico, más demandantes de mano de obra de alta calificación y con mayores potencialidades para impulsar con su crecimiento a otras industrias. No es casual, en este sentido, que el rubro más deficitario sea el de bienes de capital (ver tabla).
Esto remite a una cuestión no menor en términos económicos y políticos. En una industria caracterizada por esa “dualidad estructural” en materia de inserción internacional, los pocos sectores y actores generadores de divisas asumen un papel central en el desempeño fabril (y en la economía en su conjunto). Por ello, detentan un poder de veto decisivo sobre la orientación de las políticas públicas. Se trata básicamente de un puñado de grandes empresas, extranjeras y locales, altamente transnacionalizadas de los sectores minero, petrolero, agropecuario y elaboradores de ciertos commodities industriales. La paradoja es la siguiente: un proceso en el que la industria está llamada a convertirse en el núcleo ordenador de un “modelo de acumulación con inclusión social”, pero que en los hechos consolida la capacidad de veto de actores cuyo ciclo de acumulación pivotea sobre actividades con un bajo o nulo grado de industrialización.
Desarrollo industrial
Un análisis de la trayectoria de la industria en la posconvertibilidad no puede soslayar el importante crecimiento del sector y sus impactos en materia de creación de puestos de trabajo. Pero tampoco puede pasar por alto que este proceso fue acotado: no propició un cambio estructural en el perfil manufacturero y no logró mejorar con criterio sustentable la competitividad de los sectores fabriles más débiles. Tampoco modificó el cuadro de “dualidad estructural” en el comercio exterior y su correlato en términos políticos.
Estas sombras expresan los límites de una estrategia de fomento a la industria basada centralmente en el “dólar alto”, y plantean una serie de interrogantes en cuanto a que la industria realmente existente pueda oficiar de eje dinámico de un “modelo de acumulación con inclusión social”.
Es necesario entonces avanzar en la elaboración de un plan de desarrollo industrial que sustente una expansión sectorial asociada a un nuevo perfil de especialización y de inserción internacional, a partir de sectores cuya competitividad no dependa exclusivamente del nivel del tipo de cambio y de bajos salarios a escala mundial. Ello implicaría avanzar en la conformación de un esquema de alianzas con aquellos sectores consustanciados con la reindustrialización y la redistribución del ingreso, lo cual supone, a su vez, asumir las dificultades derivadas de enfrentar en los campos económico y político-ideológico a actores poderosos. Estas dificultades son importantes, pero no son ni más serias ni más riesgosas que las que se desprenderían de no hacerlo, o de llevar a cabo una estrategia de conciliación de intereses que profundizaría el cuadro de subdesarrollo nacional iniciado en 1976.
1. En los años recientes se han instrumentado algunas medidas puntuales hacia la industria, por lo general con escasa coordinación y sesgos manifiestos en su aplicación efectiva. Ver D. Azpiazu y M. Schorr, Hecho en Argentina. Industria y economía, 1976-2007, Siglo XXI Editores, 2010.
2. Ver D. Azpiazu y M. Schorr, “La difícil reversión de los legados del neoliberalismo. La recuperación industrial en Argentina en la posconvertibilidad”, Nueva Sociedad, Nº 225, enero-febrero 2010.
3. En los dos últimos casos a favor de sendos regímenes especiales de promoción.
4. De allí que en la posconvertibilidad se hayan incrementado los niveles de concentración y extranjerización prevalecientes en la industria. Ver P. Manzanelli y M. Schorr, “La extranjerización de la industria argentina en la posconvertibilidad”, Problemas del Desarrollo, en prensa.
5. La implementación de restricciones cuantitativas de importación (licencias no automáticas) que involucran a diversos productos industriales sólo puede ser considerada como una medida de coyuntura que no soslaya la necesidad de desplegar políticas activas.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur



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